Tenía muchas ganas de releer este libro, La historia interminable de Michael Ende, que tanto me gustó de pequeño y como vi que habían sacado hace 2 años una edición para celebrar su cuadragésimo aniversario me lo he comprado de nuevo.
¿Y qué decir? De pequeño disfruté de las aventuras y porque me proporcionaba aún más momentos con Atreyu y Bastián del que ofrecía la estupenda película. Ahora como adulto veo que el libro es más, mucho más.
La prosa es fantástica porque Ende tiene una imaginación y un detallismo que te hace releer algunas frases por puro placer. Por esas vivas descripciones de campanas de puertas hasta ciudades cuya construcción desafía todas las leyes, Ende consigue llenar de simbolismo y emoción cualquier momento en Fantasia.
Ende siempre se ha negado a la etiquetación de libro de fantasía (o de literatura juvenil), su libro es realmente un viaje para encontrarse a si mismo y para enfrentarse a la realidad y al dolor del mundo (ese concepto tan alemán de "Weltschmerz", el dolor que se siente al comprender que el mundo real nunca será como el mundo que cada uno se imagina). Bastián sufre, mucho, y su única forma de salir adelante es ir hacía atrás, refugiarse en un mundo irreal tan fantástico como peligroso ya que como cualquier persona que se refugia en la fantasía puede acabar perdiéndose.
Con más madurez y con más experiencias vividas, tengo que decir que el libro me ha emocionado con su simbolismo (el león Graógramán y la dama Aiuóla) y con su mensaje de rechazar la nada (o nihilismo):
en el mundo hay miles y miles de formas de alegría, pero en el fondo todas son una sola: la alegría de poder amar. Eran aspectos de una misma cosa.