Yo estoy empezando a apreciar a este autor, que nunca que había gustado demasiado. Indudablemente es sumamente original: te encanta o lo odias, pero creo que no deja a nadie indiferente. Recién acabados Rostro de Calavera, de su amigo Robert E. Howard, un libro cortito, evocativo y con un sabor muy pulpero que me ha dejado con ganas de más y El color de cayó del cielo, que forma parte de una antología de diez relatos de terror de diversos escritores, publicada por Plaza y Janés. De momento, éste es el que más me ha gustado, aunque El acompañante del muerto, de Ambrose Bierce, también tiene su aquel. Verdaderamente, cuando estaba leyendo el relato de Lovecraft, me asombraba pensar que este tipo se había anticipado en muchísimos años a catástrofes nucleares como la de Chernobyl, porque, aunque el cuento no se escribió, desde luego, con ese propósito, casi parecía una metáfora de eso, de una especie de veneno invisible y extremadamente destructivo que se lo llevaba absolutamente todo por delante y que no parecía perdonar nada vivo o capaz de contener vida. Y ahora estoy inmersa en plena Luna profunda, a ver si tengo una tarde libre para sentarme a solas y tranquila con él, que es lo que me gusta hacer cuando pillo por primera vez un libro de este tipo y de cierta extensión.