¿Qué persona nacida en los 70 y 80 no disfrutó de los juguetes de Transformers, de su serie o de sus cómics? Por eso en el momento en que supimos que estos personajes serían llevados a la gran pantalla se me pusieron los dientes tan largos como al lerdo de Clerks 2. Pero cuando me enteré de que Michael Bay sería el director no pude evitar una sensación de “a que la caga…” que no me gustaba nada. Y es que Bay ya había demostrado que sólo sabía hacer un tipo de peli: acción + coñitas, cualquier cosa que se desviase de ese patrón se le iba de las manos (Pearl Harbor, La Isla…), y aún así, siempre tenía detallitos rancios (banderitas, discursitos…).
Entonces la cosa es si Bay era una buena elección para el guión que tenía entre manos. La respuesta, después de ver la peli, es que sí. La adaptación de Transformers al cine consta de los elementos que tenía la serie: robots gigantes, acción, personajes carismáticos y algunas coñas. La diferencia es que esos elementos no se han distribuido del mismo modo que en aquella. Los robots gigantes siguen siendo gigantes y son las estrellas de las escenas de acción. El carisma y las coñas, en cambio, han pasado a ser material para los personajes humanos, especialmente del protagonista, Shia LaBeouf. Esta reestructuración ha servido para que la peli, como tal, gane puntos, y para que Bay no se vea en un territorio demasiado distinto al que mejor domina, ese que pisaba en Dos Policías Rebeldes, su secuela y La Roca.
La mejor muestra de lo dicho antes es todo el comienzo de la película y la presentación de un protagonista que es tan estereotipado (adolescente marginado pajero que desea a la buenorra de la clase) como brillante, gracias a un guión lleno de gags muy eficaces y sobre todo a la labor de Shia LaBeouf, que lo clava. El joven actor, hijo de Indiana Jones en la cuarta entrega que se rueda estos días, demuestra lo que ya venía haciendo desde que tenía 10 años, es decir, que tiene un talento brutal para la comedia y que a pesar de ser el tipo más corriente del mundo, tiene presencia, y evidentemente empatizas con él desde el primer minuto. Es sin duda el actor que mejor y más sale en la peli, aunque tampoco era difícil, el resto de personajes son aún más simples, aunque cumplen su función, como Megan Fox luciendo tipo, Anthony Anderson o Bernie Mac haciendo de negros gritones, o los padres de LaBeouf en la película, Kevin Dunn y Julie White, que son muy divertidos.
La segunda parte de la película ya se centra más en lo que cabía esperarse de ella: acción, megarobots y destrucción masiva. Aunque ya desde el minuto 5 tenemos acción a raudales, es en esta segunda parte donde esa acción se convierte en la protagonista absoluta gracias a los Transformers. Éstos son espectaculares y tremendamente realistas tanto en aspecto como en movimientos. Pero menos mal que su protagonismo se centra casi en exclusiva en las escenas de acción (salvo Bumblebee), porque los robots son los personajes menos interesantes (el guay, el bueno, el de la mala leche y el jefe) y en el caso de Megatrón, el jefe Decepticon, su aspecto se parece más a una picadora que al robot con mullet de los dibujos. Vamos, que son más planos que una hoja, a penas tienen texto y el que más raja es Optimus Prime, para soltar discursito épico-empalagoso (el clásico discurso con moralina de las pelis de Bay).
Pero seamos sinceros, aunque la película sea simple y pudiese estar más trabajada, su estructura es la de guión de blockbuster ajustado minuto a minuto y lo que esperamos de ella se cumple sobradamente. Bay ha acertado con ella, todo funciona como un reloj salvo algún exceso (com el personaje de John Turturro, que es excesivamente chorra) y debemos reconocerlo. Es divertida, graciosa, la acción es espectacular y no defraudará a los que busquen esas cosas.
Yo me lo pasé genial, eso lo puedo asegurar. Es la verdadera peli de verano que aún no habíamos tenido.