Convencional producto, a años luz de los trabajos australianos de su director. Lamentablemente cae en todos los tópicos, a ratos parece un remake indie de Poltergeist (más de uno se acordará de Insidious, también producida por Jason Blum) y la personalidad de su director apenas se asoma en una fee-good movie que no hace justicia a su título. Al menos los actores cumplen, en especial una Radha Mitchell que siempre es bienvenida en el género.