Me encanta hablar con vosotros. Es una experiencia estimulante, porque tengo tantísimo que aprender que solo puedo dar las gracias.
Pero cuando veo cada minúsculo y maldito fotograma de The Brutalist, observo a un genio. A un genio heterodoxo que ha visto todas las grandes aventuras épicas norteamericanas cinematográficas habidas y por haber. Y que, bajo su trituradora, las destruye, las digiere, las exorciza, las escupe y, casualidades del cine, las hace también renacer sobre las cenizas que nadie quiso esnifar. Veo a un fulano que se pasa el juego en esta cinta deudora de todos los clásicos y esclava de ninguno; en esta importantísima película ambiciosa y primordial.
Lo vomito en el prólogo, en los callejones ,en mis venas que también son las de Brody. Lo vertebro y lo respiro, al salir, en ese insolente antes y después que nos ha reunido aquí, a todos. Y que se llama The Brutalist.