Gran película. La tenía ganas y no me ha defraudado en absoluto. A Raúl Arévalo le sigo desde “El camino de los ingleses” de Banderas (y qué pena que no salga en Blu-ray). Ahí le descubrí y me sorprendió. Luego muchas veces me ha hecho pensar “joe, que bueno es, este tío todavía tiene que pegar una campanada más grande”, como en la genial “La Isla Mínima” de Alberto Rodríguez. Y ahora, que me sorprendió con el anuncio de su paso a la dirección, nos trae una ópera prima a la altura de lo mejor del cine patrio actual, junto a obras de directores con experiencia. Y yo pienso “Este tío tiene talento, no ha sido suerte, para la próxima habrá aprendido a cuadrarlo aún mejor”. Qué ganas tengo de verle de nuevo al timón.
En realidad, la película no me ha parecido redonda del todo, pero con ser algo más que buena, muy buena incluso, creo que cumple sobradamente. No es nada vacua, tiene personalidad, garra, y el buen gusto del cine hecho por un cinéfilo. Lo que le falta, que nos gusta mucho pedir siempre más, es algo que la hiciese despegar del común de las producciones al limbo de las exquisiteces. No voy a señalar yo lo que debió añadir o cambiar en el guion, que está muy bien, pero supongo que la palabra es atrevimiento o inspiración. ¿Qué más podemos pedir? El más allá, el dejarnos boquiabiertos… Pero el que escribe cada vez se entiende menos, y quizás comprende que lo justo, lo redondo, es también lograr el 7 perfecto, no siempre un 10. Más aun sabiendo que queriendo abarcar demasiado es más fácil suspender.
En “Tarde para la Ira”, hay talento por todas partes. Lógicamente, el que todo el mundo aprecia en la superficie, es el genial trabajo actoral. Poco se puede decir ya de Antonio de la Torre, titular indiscutible en el dream-team español, que nos vuelve a dar un personaje límite tan peliculero como creíble. Serio y callado, pero elocuente y empático. El resto de actores brillan con la misma intensidad naturalista, especialmente Luis Callejo, que pasa de fuerte arquetipo conocido, a humanizarse fuera de lo esperado.
Me encanta contemplar el casi inaudito thriller español, con ese llamado costumbrismo, que yo identifico sencillamente con mostrar España como es España. No recurrir a los pedazos del mapa que más se asemejan a lo visto en otro cine imitado, sino recoger de ese cine solo la esencia con la que impregnar las calles, los bares, los barrios, la carretera, los pueblos, y por supuesto los personajes. El tono sobrio nos muestra una realidad tan palpable y reconocible, que tiene sabor y huele a nuestro.
Los diálogos tienen la virtud de poner en el lenguaje realista, el eco de la literatura. Y eso es porque el guion tampoco es una cosa ramplona. Se le nota meditado, y tejido con sentido de la estrategia. Me refiero, por ejemplo, a frases y hechos que adquieren un significado más complejo y satisfactorio mucho después de producirse, con el devenir de la trama.
En cuanto a la estética, la textura de los 16 mm., los primerísimos planos, los encuadres, la cámara al hombro… Todo apunta en la misma dirección, con el resto de apartados, lo cual ya es un punto positivo que no siempre podemos encontrar en algunas películas. Menos aún si estas son de un realizador novel, pero tampoco sería justa una valoración más benévola por esta condición. Como es sabido el resultado es algo turbio y con claras intenciones de verosimilitud, y puede gustar o no. Lo que es un hecho es que es otro aspecto bien cuidado. Y a mí me gusta.
Por otra parte, tengo que decir, que a diferencia de lo que muchos aquí han expresado acerca del “giro” que da la historia tras media hora más o menos, yo no lo he vivido así. No sé si estaba yo especialmente inspirado, pero lo cierto es que me lo esperaba, y esas piezas las junté bastante antes de que terminasen de encajar aun sabiendo con antelación solamente que era una historia de venganza. Las pequeñas pistas que se van dejando caer, me hicieron sospecharlo, y conmigo el suspense ha sido progresivo. De hecho, en general me ha parecido previsible todo, aunque el interés no lo he perdido en ningún momento.
Buena factura, buenos personajes, unos cuantos momentos de especial tensión, y una trama que atrapa en la ajustadísima duración. Película muy recomendada. Buen cine, ofrece emociones. No es una obra maestra, pero ¿Qué más podemos pedir?