
Iniciado por
Kaa
Buenos días y feliz 2020. Intervengo por primera vez en el foro, que sigo con interés desde hace tiempo, así que un saludo a todos. En 1977 tuve la enorme suerte de ver la primera película de La Guerra de las Galaxias con los ojos extasiados de un adolescente de quince años. Visto retrospectivamente, todo era mucho más sencillo por aquel entonces. Y como en el famoso poema, "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos". Por desgracia, añadiría yo. Nos hemos vuelto mucho más cínicos, tiquismiquis y sabihondos (no offence, yo el primero). Y el cine se ha sofisticado/amanerado tanto en tantos aspectos residuales, dejando a un lado tan a menudo su esencia como el Arte del entretenimiento popular por antonomasia, que ya resulta casi imposible asistir a un estreno con una voluntad pura de evasión y disfrute, con aquella maravillosa indulgencia que nos hacía perdonar o ignorar efectos especiales chapuceros, peinados imposibles, doblajes infumables y blancos haciendo de indios con la cara pintada. Y todo tipo de incoherencias y anacronismos, por supuesto. Como vivo instalado en una nostalgia de aquel cine grandioso que el viento se llevó (nostalgia que corre por las venas de esos Lucas o Spielberg que muchos llevamos dentro y sin la cual Star Wars no existiría), y no quiero ejercer de abuelo Cebolleta, debo admitir que mi opinión sobre el episodio IX no puede ser más subjetiva y discutible. Dicho esto, perdón por el rollo, la película me ha parecido imperfecta, incluso irritante en algún detalle, ...¿y? Pues que no me ha importado nada. Para mí, la película cierra la saga de un modo más que digno dese un punto de vista cinematográfico (el diseño de producción es brutal y Abrams es un artesano muy competente) y, sobre todo, satisface mis anhelos como devoto seguidor de la saga. Y, llámenme pardillo o acomodaticio, pero me niego a entrar en un debate hipercanónico que considero tóxico sobre los evidentes agujeros de los que adolece la historia, porque para mí esto va de otra cosa mucho más importante. La saga Star Wars, en su conjunto, es una obra mayor de la cultura popular como lo fueron en su día la Iliada o la Odisea, recopilaciones de cuentos y tradiciones absolutamente repletas de incoherencias y fallos de raccord, dicho sea de paso. Ese es, al menos, mi enfoque particular, y sospecho que no difiere mucho de la visión de un Lucas que no tuvo empacho en dejar su criatura en manos de otros para que siguiera creciendo. El caso es que el otro día, en la sala, lloré de emoción. Bastante. Lloré por la infancia perdida, por cuarenta y dos años de luces y sombras, por los que no están, por el privilegio de disfrutar de ese milagro llamado John Williams y por muchas otras cosas que no vienen al caso. Y alzo la copa por todos aquellos que pusieron su granito de arena para crear esta experiencia irrepetible e inolvidable.