Aprovecho, aunque no venga a cuento, para soltar una intimidad personal. Es para constatar la magia del cine. No estoy en mi mejor momento y aún así, tengo el recuerdo perenne de esta película desde que la vi, y me consuela revisionarla y disfrutarla frente a todos los avatares más o menos negativos que pueden salir a nuestro paso en la vida. Viva el cine, que es capaz de consolarnos en nuestros instantes de zozobra y brindarnos un halo de esperanza o redención a través del arte, como es el caso. Hay un pequeño Julian dentro de nosotros. Gracias, Nicolas Winding Refn.