En este sentido, es curioso como uno (me pasa a mi, al menos) recuerda cuándo, en qué cine y en qué situación vio alguna película, y sin embargo no recordamos apenas o nada cuando vimos una peli por primera vez en nuestra casa.
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REVISANDO LA FILMOGRAFÍA DE SIR ALFRED HITCHCOCK (1899-1980) / PARTE XXI:
22. THE LADY VANISHES (1938, ALARMA EN EL EXPRESO)
Director: Alfred Hitchcock.
Producción: Gainsborough Pictures.
Distribución: Metro-Goldwyn-Mayer.
Productor: Edward Black.
Guión: Sidney Gilliat y Frank Launder, basado en la novela “The Wheel Spins” de Ethel Lina White (Londres, 1936). Continuidad: Alma Reville.
Dirección artística: Vetchinsky.
Fotografía: Jack Cox (1.37:1).
Dirección musical: Louis Levy.
Reparto: Margaret Lockwood (Iris Henderson), Michael Redgrave (Gilbert), Paul Lukas (El Dr. Hartz), Dame May Whitty (La señora Froy), Cecil Parker (El señor Todhunter), Linden Travers (“La señora” Todhunter), Nauton Wayne (Caldicott), Basil Radford (Charters), Mary Clare (La baronesa).
Duración: 1 h 36 m 11 s.
Estreno: 7 de octubre de 1938.
ALARMA EN EL EXPRESO es un ejemplo pluscuamperfecto del extraordinario grado de madurez que había alcanzado ya Alfred Hitchcock a estas alturas de su carrera y que lo convierte, 81 años después de su estreno, en una de las películas más frescas y deliciosas de toda su apasionante filmografía.
Pocas veces en la obra del maestro una trama tan liviana (y es que a poco que uno se demore en ella se desvanece como un castillo de naipes - de ahí su verdadera grandeza -) llega ser tan absorbente (como indica perfectamente Truffaut en su libro de entrevistas) y donde todo el conjunto (reparto y equipo técnico) actúan en una comunión perfecta para ofrecernos una de las mejores películas de su autor y que puede equipararse de tú a tú con sus grandes obras maestras del período norteamericano.
Adaptación libre (como suele ser habitual) de la novela “The Wheel Spins” (Londres, 1936) de la popular escritora de misterio Ethel Lina White (1876-1944) – como bien indica el compañero mad dog earle otra de sus novelas, “Some Must Watch” (1933), fue objeto igualmente de adaptación a la gran pantalla por el gran Robert Siodmak en el clásico LA ESCALERA DE CARACOL (1946) y que un servidor tuvo el gusto de comentar en “el otro rincón” tiempo ha... - y convertida en un brillante guión de la mano del tándem formado por Sidney Gilliat (que no Gilliatt como indican incorrectamente los títulos de crédito) y Frank Launder. De hecho, los personajes de Caldicott y Charters, encarnados respectivamente por Nauton Wayne y Basil Radford (quien venía de colaborar con el director en INOCENCIA Y JUVENTUD (1937)), apasionados seguidores del cricket, ejemplos perfectos de la peculiar idiosincrasia británica y uno de los grandes aciertos de la película, son creación del dúo dado que ambos no aparecen en la novela.
[De hecho, la pareja se hizo tan popular que volverían a trabajar juntos en otras tres películas, de las cuales me gustaría destacar NIGHT TRAIN TO MUNICH (1940) de Carol Reed donde, además, volverían a coincidir con Margaret Lockwood.
- Película, por cierto, que espero comentar en breve en “el otro rincón”… -
Gilliat volvería a trabajar con Hitchcock en su siguiente película, con la que éste cerraría – momentáneamente – su etapa británica, POSADA JAMAICA (1939), de la que tendremos oportunidad de hablar largo y tendido la semana que viene…].
Recuperando tras las cámaras a su antiguo colaborador Jack E. Cox (1896-1960) con el que había trabajado en su etapa bajo contrato de la British International desde EL RING (1927) hasta EL NÚMERO 17 (1932) Hitchcock retomó un proyecto que el productor Edward Black había asignado en principio a otro director, el irlandés Roy William Neill (1887-1946) – del que podemos recordar algunas joyas del fantástico como HORROR EN EL CUARTO NEGRO (1935) y FRANKENSTEIN MEETS THE WOLF MAN (1943) – pero que había quedado archivado debido a las trabas que las autoridades yugoslavas (que era donde tenía lugar la acción) pusieron al equipo de rodaje.
Vayamos desgranando la trama al compás en el que se desplaza ese tren en el que viajan nuestros protagonistas…
Pero antes de seguir me gustaría indicar que ALARMA EN EL EXPRESO sigue en cierta medida la senda abierta por la magistral 39 ESCALONES (1935) – sin lugar a dudas, ambas se configuran como las dos grandes piezas maestras del británico en su tierra natal – y continuada (aunque en otro sentido) por INOCENCIA Y JUVENTUD (1937), dado que combina de forma magistral la peripecia de la antitética pareja protagonista, Iris y Gilbert (unos formidables Margaret Lockwood y Michael Redgrave – en su primera aparición en la gran pantalla –), con una trama de suspense in crescendo, donde una melodía juega un papel primordial en el desenlace de la trama y donde la convulsa situación política de la época determina el devenir de los acontecimientos.
Lo primero que llama la atención nada más iniciarse la película es el uso tan notorio de las maquetas en ese magnífico plano que va desde las laderas cubiertas de nieve de las montañas pasando por la estación de tren (este medio de locomoción será el eje vertebral en el que discurra la mayor parte de la película) y llevándonos hasta el pequeño hotel donde se encuentran, entre otros, nuestros protagonistas.
Hitchcock siempre gustó de usar maquetas en sus películas, no sólo por el ahorro que ello suponía a las productoras sino porque era muy aficionado a ellas, especialmente a los trenes eléctricos, como hemos podido comprobar en varias de sus películas anteriores.
Incluso usó muñecos (si tenemos buena vista podemos observar como uno de los pasajeros en el andén – probablemente un militar – saluda a otro) como ya había hecho en INOCENCIA Y JUVENTUD.
En ese hotel situado en el inexistente país de Bandrika (uno de esos lugares imaginarios como el Syldavia de “Tintín” y donde las gentes parecen hablar una mezcla de alemán/francés/italiano) Hitchcock enseguida nos irá presentando a los personajes que tendrán un papel primordial en la historia.
Primero a la encantadora señora Froy (la estupenda Dame May Whitty) – por cierto durante la presentación del personaje suena una alegre música que ya parece una pista de la importancia que ésta tendrá en la resolución del enigma que acompaña a la anciana – y luego la pareja (en el amplio sentido de la palabra) formada por los dos turistas británicos furibundos seguidores del cricket (unos divertidísimos Naunton Wayne y Basil Radford) y que representan a la perfección esa flema que siempre atribuimos al carácter de los habitantes de la isla.
Debido a las avalanchas el retraso en el tren que todos tenían pensado tomar provoca el que tengan que pasar la noche en el citado hotel.
A continuación Hitchcock nos presentará a la sufrida heroína (y desde luego que al genial director le encantaba hacer sufrir a sus protagonistas femeninas), la bella y dicharachera Iris Henderson (una guapísima Margaret Lockwood – un ejemplo perfecto de que no todo eran rubias en el imaginario del director británico -) y sus amigas.
La escena que le sucede, con ese antológico diálogo entre Caldicott y Charters, no es sólo un ejemplo perfecto del humor hickcockiano sino también una forma de crear un cierto suspense cuando parece que los personajes hablan de la tensa situación a la que se enfrenta Inglaterra…
… y en realidad se refieren a un partido de cricket que juega la selección de su país, lo único que parece alterar su flema británica…
Luego conoceremos a la pareja formada por el “matrimonio” Todhunter, en realidad dos personas casadas que mantienen una relación amorosa y que tratan de pasar desapercibidas (especialmente por parte de él).
De vuelta con la pareja de turistas británicos Hitchcock nos brinda otra divertidísima escena cuando ambos, debido a la escasez de habitaciones, tienen que compartir la de la doncella…
- Aquí estamos en uno de esos ejemplos clásicos de la screwball comedy aunque fuera de los dominios de las colonias –
Volvemos con Iris y sus amigas donde descubriremos que aquella, una chica que pese a su juventud parece haber renunciado a los placeres de la vida y planea casarse con su prometido (alguien a quien no ama pero con una cuantiosa fortuna en el banco) a la vuelta de su estancia en Bandrika.
Hitchcock sacará aquí su lado voyerista mostrándonos las piernas desnudas de las jóvenes o en ropa interior (podríamos remontarnos a su primera película, EL JARDÍN DE LA ALEGRÍA (1925), con las coristas siendo el solaz de los decrépitos espectadores…).
En otra divertida escena la pareja C/C pugna fieramente por conseguir sitio en el restaurante del hotel y allí entablaran diálogo con la anciana señora Froy y descubriremos que la misma es institutriz y profesora de música (dato clave en la resolución de la trama) y que después de varios años de estancia en el país ha decidido volver a Inglaterra.
- La cara (y los comentarios) de la pareja ante la verborrea de la señora Froy es un auténtico poema –
Mientras la anciana señora oye en la tranquilidad de su habitación a un cantante callejero (Hitchcock critica nada veladamente el esnobismo de sus conciudadanos – personificado en esa peculiar pareja – frente a la visión más cercana (y realista) de la anciana dama que ha aprendido a amar a ese pueblo sencillo y siempre alegre) observamos con extrañeza como la misma parece estar memorizando la melodía que escucha…
- Una nueva pista de que la música va a tener un importancia determinante en el argumento -
Ya sólo nos queda conocer al protagonista masculino que, lógicamente, será lo opuesto a lo que representa la joven, inteligente y guapa Iris. Me refiero a Gilbert, uno de esos ejemplos de héroes hitchcockianos con una vena gamberra de lo más acentuada y un cierto grado de inmadurez y cuya profesión es igualmente pintoresca (estudiar la música folclórica de los sitios que visita para luego poder publicar algún día un libro... que jamás verá la luz…).
Como ejemplo perfecto de comedia romántica el primer encuentro entre ambos será un auténtico choque de trenes donde a una fuerza imparable se le opone un objeto inamovible. Y, por supuesto, para que luego haya un encuentro primero tiene que haber un desencuentro.
Al igual que en el caso de la maravillosa 39 ESCALONES la química que se establece entre los dos actores es fabulosa y más teniendo en cuenta que Redgrave (al igual que antes Gielgud) eran actores de teatro con nula (en el caso de Michael) o escasa (en el caso de John) experiencia cinematográfica. Es difícil de saber quién de los dos se enamora primero.
- Curiosamente aunque Gielgud no tuvo una experiencia muy placentera durante el rodaje de EL AGENTE SECRETO le recomendó encarecidamente a Redgrave que aceptara el papel -
Inteligentemente el director usará la música para conectar a Gilbert con la señora Froy y así poder enlazar el destino de ambos en un final ciertamente anticlimático, el perfecto MacGuffin de una historia cuya genialidad reside en la forma y no en el contenido, la emoción siempre por delante de la lógica.
De nuevo volvemos a ver a la señora Froy asomada al alfeizar de la ventana y oyendo a ese cantante callejero…
… antes de que sea estrangulado por unas manos que parecen salidas de una película de terror de la Universal…
… y Hitchcock vuelve a recalcarnos la importancia que va tener esa melodía en el destino de la buena señora.
Aparentemente Sir Alfred no ha contado nada relevante en esos primeros 25 minutos de película pero sin embargo ha dispuesto sobre el tablero todas sus piezas (bueno, todas no), nos ha presentado a los personajes que serán importantes en la historia y las relaciones que se establecen entre ellos y a partir de ahora se dispone a jugar la partida. Una partida que será una auténtica cuenta atrás como pronto veremos.
Antes de subir al tren Iris sufrirá un fuerte golpe en la cabeza cuando una maceta es sospechosamente empujada pero cuyo destinatario en realidad parece ser la inofensiva señora Froy.
Iris despertará en el tren acompañada de la citada señora Froy, de una aristócrata (una Mary Clare que también había trabajado con el director en su anterior cinta) así como de una pareja y su hija pequeña.
Hitchcock sabiamente para evitar que lo que acontece a continuación pueda parecer una mera ensoñación de Iris a raíz del accidente muestra a ésta acompañada en todo momento por la anciana y por ello la posterior desaparición de la misma en el tren nunca es cuestionada por el espectador aunque sí por la propia protagonista y por los testimonios en contra de los propios pasajeros y del personal del tren.
- Al parecer aquí el director se basó en una leyenda que aconteció en París a raíz de la Exposición Universal de 1889 sobre un caso de peste en la ciudad lo que provocaría la desbandada de los visitantes y de ahí de la ocultación de la persona afectada y la desesperación de su acompañante a la que nadie daba crédito y que más tarde sería igualmente llevada al cine por Terence Fisher y Anthony Darnborough en la excelente EXTRAÑO SUCESO (1950) –
- Esta fotografía de la bellísima Jean Simmons ha sido mucho tiempo el avatar de la querida amiga Jane Olsen a las que muchos echamos de menos en el foro... -
Además Iris y la anciana interaccionan con los demás pasajeros y sólo la inacción de éstos (sus motivos son variados pero todos negarán con vehemencia el conocer siquiera la existencia de la señora Froy) hará tambalear la credibilidad de la joven.
- En otra divertida secuencia cuando ambas mujeres se presentan, Iris no entiende el apellido de ella (el Froy se convierte en Freud, algo que parece una simple ocurrencia pero que tendrá una enorme importancia cuando aparezca en escena cierto doctor…) debido a que en ese momento pasan por un túnel y la anciana le escribe su apellido en el cristal de la ventana –
Mientras, los imperturbables C/C juegan con los azucarillos simulando un partido de cricket y para su disgusto sufren la interrupción por parte de la señora que necesita los mismos para su té (el único que toma ella y que pide al camarero que le preparen – otra pista que servirá más adelante para confirmar la historia de la joven -).
A su vuelta al compartimento la señora Froy hará otro comentario sobre el crucigrama que pretende solucionar antes de que Iris se despierte de su reparadora siesta. Una forma inteligente por parte del director de hablar sobre la personalidad de la señora, un enigma dentro de un enigma.
Otra pista que deja caer el maestro es el truco de magia que el siempre risueño padre le hace a su hija.
Y las ruedas siguen girando (después de todo ése es el título de la novela original...).
- Otra de esas miniaturas de tren (que el director alterna con retroproyecciones) y que envuelven a la película en un halo especial como de cuento para niños -
Cuando Iris despierte se sorprenderá al no ver a su nueva amiga (si el apellido de la anciana ya se prestaba al equívoco similar circunstancia podría suceder con el nombre de la joven (Iris o sea, el iris del ojo) que podría aludir al carácter de único testigo (visual) de la existencia de la mencionada señora.
Si la presencia del mago en el mismo vagón que nuestra protagonista ya prefigura su importancia posterior, lo mismo es aplicable a la baronesa, toda una figura que impone no sólo respeto sino incluso un cierto temor y que, evidentemente, está implicada en la trama.
A partir de entonces la vida de la joven se convertirá en una pesadilla tratando de demostrar (y de demostrarse) a todo el mundo que la señora Froy ha desaparecido del tren (algo inaudito dado que éste no ha hecho – todavía – ninguna parada) pese a los testimonios en contra de todos los que viajan en él.
Pero como ya decíamos Hitchcock no juega con la verdad puesto que los espectadores sabemos que la tal señora existe y que, efectivamente, se ha desvanecido (una expresión que se ajusta notablemente a la realidad como luego veremos...).
Con la (en principio) reticente ayuda del caustico Gilbert y la aparición del doctor Hartz (un Paul Lukas que llegaría a conseguir un Oscar por su papel en la película antifascista WATCH ON THE RHINE (1943) - que, por cierto, también comenté en "el otro rincón"...) los acontecimientos se precipitarán al compás de la imparable marcha del tren.
El personaje encarnado por Lukas quien, lógicamente, está al mando de todas las personas que han ayudado a hacer desaparecer a la anciana, tratará en principio de hacer creer a Gilbert y por extensión al resto de los pasajeros que la existencia de aquella es una mera fabulación de la joven a raíz del golpe recibido.
Tampoco ayudará precisamente que la pareja de adúlteros niegue haber visto a la señora Froy cuando involuntariamente entró en su compartimento ni tampoco la huida de la pareja C/C que temen que la búsqueda de la desaparecida provoque un retraso en su inapelable cita con el cricket en su país natal.
Sucesos tan inverosímiles (pero absolutamente creíbles dentro de la trama) como el plástico con el nombre del té especial que tomaba la anciana y que casualmente Gilbert ve en el cristal de la ventana cuando el cocinero hace limpieza echando los residuos por la ventana no empañan para nada, más bien todo lo contrario, el ritmo ya imparable que está alcanzando la locomotora puesta en marcha por Sir Alfred.
- Y también servirá de primera prueba física para Gilbert que ya está enamorado hasta las trancas de la bella heroína -
La genial escena en el vagón de equipajes donde descubren cómo gracias a la ayuda del mago ha sido posible dar el cambiazo y que incluye una desopilante pelea entre todos ellos nos vuelve a mostrar al Hitchcock más juguetón.
A continuación nuestros protagonistas descubrirán en un compartimento del tren a una figura completamente cubierta de vendajes acompañada de una joven monja...
... que usa zapatos de tacón.
- La verdad es que a veces parece que estemos en el universo de los Hermanos Marx quienes incuestionablemente tenían un sentido del humor notablemente afín al del director británico -.
Lógicamente la intención de los malvados es llevarse en una camilla a la anciana señora (poniendo como pretexto que es un enfermo cuya gravedad exige un rápida intervención por parte del doctor Hartz...).
El error táctico que supone el contar sus sospechas sobre la paciente al citado doctor no hará más que acelerar la decisión tomada ya por éste de eliminar a testigos tan molestos. Pero su intento será en vano gracias a la ayuda de la citada monja, una británica casada con un ciudadano de Bandrika pero que no ha olvidado sus orígenes.
- La escena en la que el doctor vierte el narcótico en las copas de nuestros amigos es uno de los primeros ejemplos del empleo de objetos agrandados que gustará usar al director en producciones posteriores y que sirve para que el espectador se fije en aquello que el director desea (siempre he dicho que Hitchcock es el mayor manipulador de la historia del cine) -
No quiero alargarme para no cansar a los lectores y a mi dolorido cuerpo. Intentaré abreviar al igual que se aceleran los acontecimientos en la película.
Lo más grandioso que tiene esta pequeña (por el minutaje) joya es cómo con una trama tan aparentemente endeble Hitchcock consigue un equilibrio admirable entre el suspense, la comedia más alocada (los diálogos de la pareja C/C son para enmarcar) y la comedia romántica.
Lógicamente al final aparecerá la extraviada señora Froy y descubriremos por qué es perseguida con tanta saña y cuál es el secreto que guarda.
El desenlace final con el vagón donde viajan nuestros protagonistas rodeado por las fuerzas enemigas está resuelto de forma modélica por el director y ni siquiera el impenitente amigo Fletcher creo que podrá poner ninguna queja al respeto.
El personaje del señor Todhunter (el característico Cecil Parker) que siempre parece tener miedo de su sombra y que evidentemente no piensa divorciarse de su mujer para casarse con su amante (recordemos, también casada) será la primera víctima de las balas y un ejemplo de que no era tiempo de palabras sino de acción. La bandera blanca que exhibe no le servirá de nada frente a la sinrazón de los malvados.
- Recordemos que estamos en puertas de la Segunda Guerra Mundial... -
El plan B que la anciana pone sobre los hombros de Gilbert, memorizar una melodía que contiene información vital que en realidad no tiene ninguna trascendencia en la historia (el MacGuffin perfecto) en caso de que ella perezca en la huida aprovechando el desconcierto imperante, nos recuerda poderosamente a esa otra melodía que no podía írsele de la cabeza al personaje encarnado por el prematuramente desaparecido Robert Donat en 39 ESCALONES.
Pero aquí, al contrario que en la citada película, una vez habiendo salido del atolladero al cruzar la frontera de Bandrika y pese a pasarse todo el rato tarareando la melodía, un Gilbert que se rinde a los pies de Iris, tal vez cegado (o más bien, ensordecido) por el amor, olvida de repente la misma.
Una vuelta de tuerca marca Hitchcock que, afortunadamente, es prontamente solucionada cuando nuestros protagonistas se reencuentren con la señora Froy que toca al piano la melodía que guarda ese importante secreto que nunca (al contrario que en 39 ESCALONES) sabremos y que, en el fondo, no tiene ninguna importancia...
... como todo MacGuffin que se precie de serlo.
Y lo mejor es que tomando unos materiales muy similares a 39 ESCALONES, sustituyendo a la pareja (a la fuerza) fugitiva por un grupo de personajes más ecléctico -lo que supone una dificultad añadida en la puesta en escena – permite al director construir uno de los ejemplos más equilibrados dentro de su ya de por sí espléndida filmografía.
Sólo un director del talento de Hitchcock podía conseguir semejante logro. Una película que no es de extrañar sea una de las más apreciadas y queridas por sus compatriotas.
Al menos por esta vez no creo que nadie cuestione semejante opinión.
Feliz noche.
P. D. Y esta vez y pese a estar absorbido completamente por la delirante trama y los rocambolescos personajes sí he pillado el cameo del director.
Aquí le vemos en la estación de tren cuando nuestros protagonistas llegan a Londres.
Última edición por Alcaudón; 28/09/2019 a las 11:09
Alcaudón, ANIMAL!!!!!! Cada vez haces las fichas más largas!!!!!! Yo creo que entre todos tenemos que pagarle una nómina a Alcaudón, pero con precios españoles eh!!! no me pidas salarios suizos eh!!!!!
Yo ahora voy a trabajar (mercadillo del sábado de Reus) después me lo leo con atención y nos peleamos un poco, que esto está muy tranquilo.
Sí, yo también creo que un día de estos va a petar el foro Prometo que anoche me puse a leerlo, pero a la mitad se me fue cerrando los ojos.. Lo raro es que Alcaudón no se durmiera en el intento Si le pagaran por palabra escrita o foto colgada, era millonario!!!
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Y hoy me he despertado a las 6.25 porque tengo una excursión a la anexa Cantabria. Teniendo cuenta que acabé la crónica a medianoche y que sólo he dormido unas pocas horas estoy razonablemente contento con el resultado.
En esta película más que en ninguna de su época inglesa, Hitchcock ya adquiere ese tono de comedia que iría alternando en casi una película sí, otra no, para el resto de su carrera.
Una pregunta, creo, que deberíamos hacernos, es de donde surge ese tono cómico de sus film.
Primeramente, en el tempo de sus diálogos. No llega a ser tan, tan, allegro como el Lubitch del momento, y todos sus alumnos, pero sí que entiende que la interpretación de, al menos su pareja protagonista ha de ser dinámica. Quizás hay una correlación directa entre la elección de estos personajes, ya predispuesto para el tono de género. Si quiero una comedia romántica de investigación, pero dando predominancia a la Aventura (como dije, este film se hermana muy mucho con ¨Con la muerte en los talones¨), necesita actores que posean esa actitud dinámica, porte de galán divertido, mujer aventurera en esta (misteriosa en ¨con la muert...)
En términos de cinematografía, es inevitable que la cámara se adapte aun más a los personajes y sus diálogos. Manteniéndose, eso sí, el habitual gusto por el plano detalle insertado propio de la casa.
En definitiva, esa dualidad del cine de Hitchcock de divertimento, y cine más perverso, donde la palabra Thriller (externo o interno) ya cobra más sentido y nos transporta a un mundo más personal.
¡Después dices de mi ritmo, Alcaudón! Y encima aún te quedan fuerzas para ir de excursión, ¡qué fiera! No lo he calculado, pero creo que con este post debes haber batido algún récord. A ver, los del Guinness, ¿a qué esperan a certificarlo? Me ha hecho pensar en uno de los famosos chistes de Eugenio.
Bueno, como dice el amigo Alex, me lo tengo que leer con calma, más que nada para comprobar si queda algo por decir. Veo que hay un fotograma que me gustó mucho que no lo has incorporado, me agarraré a ese detalle para intentar aportar algo. Por cierto, he encargado el libro de Ethel Line White a la biblioteca. O sea que puedo prometer y prometo un "De la literatura al cine" algún día.
¡Como siempre Alcaudón, te superas de película en película, seguro que tardas mas tiempo en escribir la reseña que en ver la película... por cierto, me gustan mucho las fotos de las miniaturas, son muy realistas para la época!.
No le hables de las fotos o nos reconstruye los fotogramas con dibujos a tinta!
No me tentéis, no me tentéis.
En realidad el comentario se me quedó un poco cojo porque pese a tener un día muy tranquilo en el trabajo no me acabó de gustar la parte final así que después de llegar tarde a casa porque no funcionaban los trenes, cenar un par de huevos fritos y lavarme concienzudamente los dientes aproveché para completarlo y añadir las fotos para que quedará potito, todo lo cual me llevó hasta la medianoche.
Yo también le tengo echado el ojo a la novela de White y probablemente acabe pidiéndomela a Amazon aunque por todo lo que he leído difiere notablemente de la película. Y ni siquiera aparecen los impagables C/C.
Última edición por Alcaudón; 28/09/2019 a las 18:49
Por cierto, he visto que la misma editorial (Alba) ha publicado también LA POSADA JAMAICA o sea, la próxima entrega de nuestro coleccionable. Lástima no tener tiempo para leerla dado que pretendo comentar la película a mediados de la semana que viene ahora que estoy más desahogado en casa.
Y recordar que con la entrega n° 22 finaliza - aparentemente - la etapa británica del director británico. Un buen momento para hacer un pequeño balance de este largo y apasionante recorrido y que en mi caso particular me ha permitido ver por primera vez muchas de las películas de uno de los mejores directores de la Historia del Cine.
Huevos camperos y fritos con aceite de oliva virgen extra.
Yo me cuido más. Entre semana pescado y ensalada de noche. Y solo el domingo, es cuando me permito comer más. Día de carbohidratos.
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Yo es que estoy por debajo de mi peso ideal.
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Alarma en el expreso (The Lady Vanishes, 1938)
Esta vez, definitivamente, poco queda que añadir al extenso y excelente comentario de Alcaudón. Suscribo todo lo dicho. De entrada, no hay duda de que se trata de un film encantador, deliciosos, entretenido y extraordinariamente equilibrado y bien engrasado. El trabajo de guion es espléndido (a pesar de las gotas de vinagre que dejó caer Alex, pequeñas críticas de tiquismiquis, pero acertadas desde la perspectiva de la defensa de lo verosímil). En particular, los diálogos y el dibujo de los personajes son tan buenos o mejores que los de 39 escalones. Como espero poder leer en las próximas semanas la novela de White ya me extenderé entonces sobre el guion, probablemente en el hilo de De la literatura al cine.
Me centro, pues, en un ramillete de secuencias. Empezando por la inicial: mediante un espléndido travelling sobre maquetas, en las que hasta la figura de una persona en el andén de la estación mueve el brazo, Hitchcock nos confirma que a veces el encanto de un film no depende de la perfección de los efectos especiales, sino más bien de la gracia con la que se utilizan.
Estamos en Bandrika (un país centroeuropeo imaginario, con un idioma que me recuerda al Chaplin cantarín de Tiempos Modernos), y la acción se centra en un hotel donde los diversos personajes que pueblan el film tienen que pasar la noche debido al alud que ha cortado la posibilidad de viajar en el tren. Aquí Hitchcock se lo toma con calma, se demora extraordinariamente en entrar en acción: unos 25 minutos hasta que Iris suba al tren aturdida por un macetazo. Durante esos minutos la película borda una serie de diálogos de una comicidad irresistible, ilustrados con algunas imágenes picaronas marca de la casa. Desde la del camarero sirviendo la botella de champán a Iris y sus amigas, todas ellas en ropa interior (ya un recurso clásico del voyerista cine de Hitchcock), con una composición en que se impone una lectura freudiana (que no froydiana),
hasta el juego de equívocos en la habitación de la doncella, gracias a la pareja de ingleses. Primero escondidos detrás del periódico:
Luego, ya a la vista, vemos el torso desnudo de Caldicott (Naunton Wayne), en contraste con Charters (Basil Radford);
y surge la duda: ¿qué llevan en la parte de abajo?, mucho más cuando vemos la parte superior e inferior de dos pijamas colgados de la pared.
Mas tarde, cuando el cantante callejero es asesinado, Hitchcock juega con las sombras de las manos proyectadas sobre la pared, un detalle digno de un film de terror expresionista:
Después de una agitada noche, en la que hemos conocido al impertinente folklorista Gilbert, que encarna con maestría Michael Redgrave, los distintos personajes suben a bordo del tren, aunque Iris lo hará de manera accidentada. Después de recibir en la cabeza la maceta que parecía destinada a Miss Froy, su visión turbia y su despertar como salida de un sueño nos podría generar la duda sobre si todo lo que viene a continuación es un sueño, imágenes del subconsciente como insistirá a decir el Dr. Egon Hertz (magnífico Paul Lukas):
En particular, el plano de Iris dormida en el asiento del tren me parece de una gran belleza y misterio
Luego, después de la conversión de Iris con Miss Froy en el vagón restaurante, entramos en otro episodio de ensoñación, con un brillante montaje de vías, cables, las ruedas del tren:
Hasta el nuevo despertar de Iris… y el descubrimiento de que Miss Froy se ha desvanecido… ¿o no ha existido más que en su mente?
Como bien ha dicho Alcaudón, el espectador está seguro de que Miss Froy existe y que Iris ha estado hablando con ella, aunque un desarrollo onírico de la historia no dejaría de tener su atractivo, mucho más teniendo en cuenta los estrafalarios personajes que rodean a la joven, en particular Il Gran Doppo. Hitchcock juega con la incertidumbre de Iris superponiendo el rostro de Miss Froy al de los compañeros de compartimento.
Una de las mejores secuencias del film es la que se desarrolla en el vagón de equipajes, cuando Gilbert e Iris buscan pistas de Miss Froy entre los instrumentos del espectáculo de Doppo (que, por cierto, se llama “The Vanishing Lady”).
La aparición de Doppo en el vagón va a generar una de esas peleas tan poco gráciles típicas del cine de Hitchcock, en el que la violencia o es abstracta (especialmente si se usan armas de fuego) o adopta a menudo un tono grotesco, tal como ya que comenté al hablar de Young and Innocent. Aquí el carácter humorístico de la pelea es evidente, todo ello bajo la atenta mirada de unos espectadores de excepción:
Inquietante es la figura vendada (acentuado por la presencia de la monja con talones), que oculta a la desaparecida, camuflaje que después servirá para substituirla, sin que se den cuenta, con el cuerpo de la falsa Miss Froy.
La parte final, como bien detectó Alex, es la que muestra más incongruencias y agujeros de guion, pero sinceramente creo que uno no se da ni cuenta, completamente inmerso en la vertiginosa narración hitchcockiana. Con todo, hay un detalle que permite una lectura política acorde con el momento por el que pasaba Europa: cuando Mr. Todhunter muere enarbolando una bandera blanca. ¿Una irónica referencia al intento de paz del Reino Unido en el pacto de Munich de 1938, que no consiguió frenar la política agresiva del III Reich, o simplemente una casualidad premonitoria?
El intervencionismo de Gilbert e Iris, ayudados a pesar de todo por Caldicott y Charters, les permitirá cruzar la frontera y llevar el mensaje secreto a Londres, aunque sea mediante una elipsis salvada por los encadenados sonoros de Gilbert tarareando o silbando la melodía.
Aquí lo dejo. Como ya se ha dicho, con The Lady Vanishes Hitchcock llegó al máximo de depuración de su estilo en su obra brittánica. La combinación de comicidad, suspense y acción es de una extremada perfección y delicadeza, algo que, no obstante, Sir Alfred va a mejorar todavía en Hollywood. Pero si su carrera se hubiera interrumpido aquí, ya nos habría legado suficientes muestras de una maestría singular.
La semana que viene (Alcaudón mediante) tendremos la primera entrega de las adaptaciones de Daphne du Maurier que Hitchcock llevó a la pantalla: Jamaica Inn (las otras son, como es bien sabido, Rebecca y The Birds). Y la aparición de la pelirroja fordiana Maureen O’Hara, en el que fue casi su debut en el cine (por cierto, para los interesados en el ciclo Peckinpah que iniciaremos de aquí a unas semanas, O’Hara aparece en la primera película del director californiano, en un film producido por su hermano, Charles B. Fitzsimons: The Deadly Companions).
Aunque la pareja ideal de Maureen O'Hara en la gran pantalla fue John Wayne (especialmente en sus colaboraciones con John Ford o sea, RÍO GRANDE (1950), EL HOMBRE TRANQUILO (1952) y ESCRITO BAJO EL SOL (1957)) lo cierto es que intervino en tres ocasiones junto a Charles Laughton: POSADA JAMAICA (1939) y ESMERALDA, LA ZÍNGARA (1939) - ambas consecutivas - y THIS LAND IS MINE (1943).
Un pequeño avance de la inminente POSADA JAMAICA de Daphne du Maurier.
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Sólo para los más fieles creyentes...
... a partir del 25 de octubre.
https://www.amazon.es/Pack-Hitchcock-Especial-Lenticular-pel%C3%ADculas/dp/B07X4C443S/ref=sr_1_60?pf_rd_i=665303031&pf_rd_m=A1AT7YVPFBWX BL&pf_rd_p=a99580bb-dc69-4a7b-b648-542e0d7d81b1&pf_rd_r=F8F1KJTD93DNY6ATJKM7&pf_rd_s= merchandised-search-1&pf_rd_t=101&qid=1569852889&refinements=p_69%3A30 x-60y%2Cp_n_binding_browse-bin%3A929004031&s=dvd&sr=1-60
Pero, a parte de la presentación, esta edición ¿aporta algo nuevo?
¿Te parece poco ese pedazo de mansión?