Psicosis (Psycho, 1960)
Después de haberla visto tropecientas veces y de los ríos de tinta que ha generado, incluyendo los documentales sobre el film (por ejemplo, el reciente 78/52) o sus secuelas o remakes, se hace difícil decir nada nuevo de la película. En todo caso, confirmar una vez más que sigue siendo una experiencia singular, que te clava en la butaca y te golpea sin piedad. Chapeau para Sir Alfred. Pero como aquí venimos a darle a la sin hueso, aunque de manera virtual y por escrito, vayan estas reflexiones a engordar un poco lo dicho sobre Psycho.
De entrada coincido en destacar dos partes dentro de la película. La primera, y con diferencia la mejor, dura aproximadamente una hora, hasta el momento en que vemos hundirse el coche de Marion en el pantano.
La segunda se inicia con Sam Loomis escribiendo una carta a Marion, ignorante del destino fatal que ha tenido su amante. Si la primera parte roza la perfección (comentaré algunas secuencias después), la segunda muestra en exceso las costuras del guion. Ni el personaje de Sam ni el de Lila están trabajados, son meras abstracciones. Ella, la cara bella que reaccionará con un grito de horror ante la visión de la madre y después de Norma/Norman Bates.
Él, el hombre capaz de pelearse con el enloquecido Norman y resultar suficientemente convincente para que nos creamos que es capaz de reducirlo.
Para mí el problema no son John Gavin y Vera Miles, que considero que están correctos, sino la poca atención que les dedica el guion. Incluso ese aspecto vulgar (mal peinada y vestida sin gusto) de Lila me parece adecuado, pero tiene tan poca presencia, que hace que no nos importen demasiado sus cuitas. Incluso en el caso de Sam, no sé si a vosotros os pasa lo mismo, pero cuando empieza a presionar a Norman, tengo la impresión de que emocionalmente me pongo más del lado del asesino (que aunque no esté demostrado aún que lo sea, todo apunta en esa dirección… sin contar que ahora ya no somos vírgenes al ver la película y sabemos que “la madre era él”) que del supuesto paladín defensor. Esa investigación amateur de Sam y Lila me parece un tanto floja, poca cosa comparada con la presencia apabullante de Norman.
Sí, en cambio, me parece que el personaje de Arbogast está aprovechado (contando además con la magnífica interpretación de Martin Balsam: me encanta ese primerísimo plano),
aunque confieso que la célebre secuencia de su caída por la escalera, a copia de verla infinidad de veces, me empieza a resultar algo artificiosa. De la conversación que mantiene con Arbogast (y después con Sam y Lila) destaca las diversas referencias que hace Norman a la humedad. También cuando dialoga con la “madre”, esta se queja de la humedad. Son detalles que apuntan a una lectura de puro humor negro por parte de Hitchcock (con la ayuda de Stefano). Si en Vertigo nos movíamos en el terreno más enfermizamente romántico de Poe, aquí podríamos pensar en el Poe más burlón. La humedad es una clara referencia a la tumba, a la que Norma Bates parece no querer regresar.
Hay otra secuencia en la segunda parte que me parece un tanto postiza: la conversación con sheriff Chambers (por otro lado, perfectamente interpretado por John McIntire), especialmente por la frase con la que concluye: “¿quién está enterrado en la tumba de la señora Bates?”. Es el minuto 84 y las cartas quedan boca arriba, aunque aún hay que desentrañar de quién era la silueta que tanto Marion (que la vio en movimiento), como Arbogast (humor negro de actualidad: cuando Arbogast le pregunta a Norman por esa persona que se ve en la ventana, la respuesta es que es la madre y que “she’s confined”), vieron en la ventana.
Acabo con el vinagre refiriéndome a la secuencia explicativa del psiquiatra: nunca me ha gustado, me parece innecesaria o al menos mal desarrollada, e incluso filmada como con desgana, además de que el personaje de Simon Oakland se permite algún comentario graciosillo que es como para partirle la cara (en cambio, tanto Sam como Lila parecen no inmutarse).
Pero también hay en la segunda parte momentos espléndidos, en especial el descenso de la madre en brazos de Norman, que se inicia con él subiendo la escalera con un balanceo de caderas realmente curioso y sigue con un espectacular movimiento de cámara que permite ver el descenso desde un posición cenital.
El otro momento culminante es el deambular de Lila por la habitación de la madre (el hueco en la cama, los espejos, las manos esculpidas, el tocador o el cuadro de una mujer, ¿Norma? ¿la abuela?, que preside el cabezal), que nos puede recordar Rebecca o The Paradine Case.
Y por supuesto el diálogo interior final de Norman, convertido según el psiquiatra en Norma para siempre. La referencia a la mosca y la superposición de su cara con la del cadáver disecado es impactante y sumamente perturbadora.
Me he extendido mucho en la segunda parte, porque respecto a la primera poco queda por añadir. Me parece perfecta. Además de la secuencia de la ducha (tan vista que no sé si llegará el día que la aborrezcamos), me centro en dos momentos: el cambio de coche y la conversación entre Marion y Norman en la salita.
La secuencia del cambio de coche me parece una muestra sensacional de suspense, sin necesidad de que se produzca ningún crimen o acto violento. El miedo de Marion ante la sola presencia del agente de policía se transmite de manera irresistible: estás deseando que salga de ahí volando. Creo que yo también me hubiera dejado la maleta.
Hay que decir que toda la larga conducción de Marion de Phoenix a Fairvale (de Arizona a California) debe muchísimo a la música de Herrmann. Se ha hablado mucho de la secuencia de la ducha con o sin música (de hecho, el BD lo plantea en los extras), pero creo que también la banda sonora es fundamental para crear la tensión previa a la llegada al motel. Psycho no seria lo mismo sin la música de Herrmann, y no solo por los ñi-ñi-ñi de la ducha.
Ya en el motel, Hitchcock consigue una secuencia magistral, tanto en los diálogos como en las interpretaciones y en las imágenes, para mí quizá la mejor del film. La conversación entre Marion y Norman no tiene desperdicio. Rodeados de pájaros disecados, muertos (como pequeños cuadros de pájaros hay también en la habitación número 1: ¿tenía Hitchcock ya en mente The Birds?)), resultado de la afición de Norman por la taxidermia, este le comentará a Marion que “come como un pájaro” (identificándola como tal, ¿es un premonición de muerte?), aunque inmediatamente rectifica, porque (lo certifico) los pájaros comen mucho y vorazmente. Hay un detalle muy interesante en el entorno: el de los cuadros que adornan el saloncito.
Al fondo de este plano, vemos la conocida como “La venus de las pieles” o “Venus del espejo”, de Tiziano, que tiene la particularidad de ser un cuadro que juega un papel fundamental en la obra de Leopold von Sacher-Masoch, “Venus im Pelz”, obra que dio origen al término “masoquismo”.
Más cercana a Norman, vemos una representación del episodio bíblico de la casta Susana y los viejos, del pintor holandés Willem van Mieris, iconografía que siempre se cita como ejemplo de escoptofilia, o sea de voyerismo. Precisamente será ese cuadro el que retirará Norman para espiar a Marion a través del agujero en la pared.
Hitchcock concentra en ese espacio y en esos diálogos la esencia del film. Es soberbia la manera como Perkins muda su expresión cuando Marion le comenta lo de llevar a la madre “in some place”, de ingresarla. La descripción que hace Norman de una “madhouse” te hace sospechar que o bien él mismo ha pasado por esa experiencia o que vive aterrorizado por ser él internado en una “institution”. Cuando Norman comenta que su madre es: “as harmless like as one of those stuffed birds”, nos está dando la clave del film. Incluso su aspecto adquiere una cierta semblanza con los pájaros disecados y estos un carácter amenazador sobre Marion (prefigurando una vez más The Birds).
Por cierto, siguiendo con las referencias pictóricas, es conocido que el edifici de la familia Bates se inspira en un cuadro de Edward Hopper:
No me alargo, podríamos seguir con multitud más de detalles. Solo un comentario sobre la celebérrima secuencia de la ducha. No me salen las cuentas con lo de los 78 planos y 52 cortes. Incluso tengo mis dudas en la distinción entre plano y corte en este contexto. En todo caso, esos “45 segundos de duración” que menciona Alcaudón (¡vaya pájaro!) se me hacen extremadamente cortos. Si contamos desde el momento en que Marion toma unas notas sobre sus gastos hasta cuando Norman se va con el cadáver de la muchacha en el maletero, pasan más de 12 minutos. Si nos quedamos exclusivamente en la secuencia dentro del baño, es de varios minutos, depende de lo que consideremos inicio y final. Si tomamos el ataque exclusivamente, también me salen más de 45 segundos, y en todo caso, muy lejos de los 78 planos. ¿Qué es lo que cuentas, Alcaudón? En un caso u otro, no me salen las cuentas del número de planos (número, por cierto, que en el documental citado, 78/52, no se acredita en ningún momento, siendo ese uno de sus principales defectos, no el único).
Después de tanto hablar de pájaros, tengo ganas de ver The Birds, que ya avanzo que siempre la he preferido a Psycho, y que la tengo entre mis Hitchcock preferidos desde siempre.