No tengo el suficiente conocimiento del genero para darte la razon o no en algunos titulos que nombras, pero me sigo lanzando a la piscina y digo que 1 de cada 10 western el personaje femenino tiene un rol más allá de lo establecido en esos tiempos.
No tengo el suficiente conocimiento del genero para darte la razon o no en algunos titulos que nombras, pero me sigo lanzando a la piscina y digo que 1 de cada 10 western el personaje femenino tiene un rol más allá de lo establecido en esos tiempos.
¡Victoria a los puntos de Alcaudón vs. Fletcher!
En esto estoy con Alcaudón. Hay muchas mujeres guerreras en los westerns. Y curioso, pero la mayoría de ellos son buenísimas películas. La primera que siempre me viene a la mente es Johnny Guitar. No hay una, sino dos mujeres de armas tomar (la Crawford y Mercedes McCambridge, en un papel que borda). Maravilla de Nicholas Ray.
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Pues yo me pongo de parte de Alex, dándole la razón en que la mayoría de westerns clásicos, la mujer tiene un papel intrascendente, cuando no de reposo del héroe; es uno de los grandes fallos del género del oeste americano, cuando sabemos hoy día que las mujeres eran tan pioneras como los hombres, y además se ocupaban de la casa, los niños, la granja, los animales, el sembrado... y aún tenían tiempo de ir a misa los domingos...
Yo he visto cientos de westerns en tv y eso, 1 de cada 10 tiene un buen personaje femenino, o al menos potente, pero la gran mayoría son secundarios...
Y por ejemplo, por esa misma razón no les gusta el western en mi casa... me dicen "son todas iguales...", "la mujer no pinta nada"...
Última edición por cinefilototal; 14/11/2019 a las 16:00
Por fin sensatez en el hilo!!!! Ya solo falta el compañero Muchogris para aportar estadística pura y derrotar a la coalición "Tomcaudón".
Y dejando aparte el papel de la mujer en el western, y para hacer una pequeña intro al film que toca, "la balada de Cable Hogue", para darle una pequeña alabanza al film y una coz al género del western en si, decir que la verdad que me cansa bastante las (escasas) lineas argumentales de los westerns, HABLANDO EN GENERAL, poco sale de, venganzas, robos, batallas por las tierras, indios como villanos, sheriff impartiendo justicia y poco más, habiendo muy buenos films con dichas premisas, pero los de mitad de tabla hacia abajo, incluso los de Europa League, me resultan cargantes y me aburren, y cuando encuentro un film del Oeste con una premisa diferente, me llama mucho más la atención, como por ejemplo "la balada de Cable Hogue", una premisa inicial y móvil del film fascinante, la de un cowboy emprendedor, y a mi esto me compra enseguida y aunque el resultado no se redondo, les tengo mucho más aprecio que a los westerns de "Europa League" para abajo, a pesar del tufillo, como bien comenta Mad, a pachanga del destape español que desprende. Para aclarar, aquí hablo más de mis gustos hacia el western, por lo tanto difícilmente comprobable, no así el tema expuesto de la mujer en el western, ahí hay hechos científicos comprobables
Yo de pequeño he visto muchos westerns en la televisión pero casi todos centrados en vaqueros matando indios. Hablo de películas de tele dificiles de recordar, pero en base a mi experiencia creo que estoy de acuerdo en que la categorización de que las mujeres no tenian protagonismo es bastante cierta. Por lo menos entendiendo que hablamos de un género al completo, y que hay miles de westerns. Los femeninos mencionados no son ni una fracción de una fracción.
Pero es que en TODOS los géneros, salvo en el melodrama, los protagonistas son hombres.
Como decía la famosa ley de Sturgeon (por el escritor de género fantástico Theodore Sturgeon) el 90% de la ciencia ficción es basura. Pero es que el 90% de todo es basura.
O lo mismo aplicado a lo que estábamos hablando.
Exacto. Suscribo al 100 por cien lo que ha dicho Alcaudón. El protagonismo absoluto de la mujer en el cine es lo menos común antes, ahora y después. Hace poco vi un gráfico bastante elocuente de lasl películas ganadoras del Oscar. Y se comparaba lo que hablaban las mujeres en minutos de metraje y lo que hablaban los h ombres. NO hace falta decir que el hombre salía muy bien parado de esa comparativa, salvo en tres o cuatro películas de 20 o 25.
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Bob Hope, Billy Crystal, Jack Benny, Jim Carrey, Robin Williams, Woody Allen, Eddie Murphy, Steve Martin, Gene Wilder ...
Y ya no digo los maestros o los clásicos: Chaplin, Keaton, los Marx, Cantinflas, Peter Sellers, El gordo y el flaco, Lloyd, Abbot y Costello, ...Pajres y Esteso
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En esto no estoy de acuerdo. Peckinpah distingue claramente entre Mapache y su tropa (que, no lo olvidemos, es el ejército gubernamental) y los habitantes del pueblo, que están vistos con cariño (ahí ese precioso adiós al Grupo, cantándoles "La Golondrina") o las gentes rebeldes (que hablan alguna lengua indígena, no en mexicano) a los que Ángel entrega las armas.
Por otra parte, si acaso, ese "maniqueismo" sería el mismo, o incluso menor, del que aplica al pueblo norteamericano, plagado de hipócritas moralistas (la liga contra el alcohol... que no podían ser demasiado simpáticos a un conocido dipsomaníaco), empresarios sin escrúpulos (los del ferrocarril, representados por el personaje de Dekker) o los cazarrecompensas, unos auténticos bruites que asquean incluso al propio Thornton, que es quien los comanda. Además, los supuestos "héroes" del film, el Grupo, no dejan de ser unos delincuentes que no vacilan en matar, ladrones, borrachos, puteros, sucios y groseros. Gente "desastrada y mal afeitada", salvo hasta cierto punto Pike y Dutch que mantienen algo más de compostura (como Thornton).
Veo que en esta cuestión ya habéis polemizado bastante. Está claro que lo de la "igualdad de géneros" no se desprende del cine de Peckinpah, pero tampoco del cine en general, como mínimo hasta estos últimos años. Y el western, como bien se ha dicho, ha sido en general un género de machos (incluso añadiría de "machos alfa"). Pero desde luego también ha habido personajes femeninos de peso, como lo será Hildy en la próxima entrega, aunque cierto es que es una puta. El papel protagonista que adquieren muchas mujeres dedicadas a la prostitución, y no solo en el western (recordemos, por ejemplo, Klute), a finales de los 60 y durante los 70, sería un tema muy interesante a discutir. Para ambientarlo, podemos poner esta banda sonora:
El término payaso, que tiene connotaciones peyorativas para mucho, no debería. Es una de las profesiones más bonitas que hay. Que se lo digan a toda una generación de niños.
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La balada de Cable Hogue (The Ballad of Cable Hogue, 1970)
Es un lugar común, al referirse a esta película, el decir que era la preferida del director. Así lo testimonia Garner Simmons, en el libro que hemos citado varias veces, poniendo en boca de Peckinpah que: “es posiblemente mi mejor película. Una verdadera historia de amor. Siempre me critican por la violencia de mis películas, pero me da la impresión de que cuando no hay violencia, nadie se interesa por ellas”.
No comparto la opinión de Peckinpah sobre este film. A pesar de tener muchas cosas atractivas dentro, entre ellas unas soberbias interpretaciones de Jason Robards, David Warner e incluso de Stella Stevens (a la que todos hemos visto en El profesor chiflado junto a Jerry Lewis) y del “bunch” habitual (L.Q.Jones y Strother Martin, que parecen repetir sus papeles de The Wild Bunch, R.G. Armstrong o Slim Pickens), de contar con Lucien Ballard tras la cámara y con Jerry Goldsmith ocupándose de la banda sonora, creo que La balada… es un film muy irregular, e incluso en algunos momentos me parece impropio de Peckinpah.
Si hasta ahora los cuatro films que hemos comentado mostraban progresivamente un mayor distanciamiento del western tradicional, creo que todos, incluso The Wild Bunch, a pesar de los ralentíes y de la orgía de sangre, se mantenían dentro de cierta ortodoxia genérica, conservaban cierto clasicismo. En cambio, aquí Peckinpah se apunta a un tipo de western claramente desmitificador, en algunos momentos casi paródico, cargado de pretendida comicidad, descarado y “moderno”, que estuvo en boga en la época (algo de lo que no se pudo librar incluso Joseph L. Mankiewicz, en la por otra parte excelente El día de los tramposos, estrenada el mismo año, o Los vividores, de Robert Altman, del año siguiente).
El problema desde mi punto de vista no es el gusto por lo sucio y obsceno, el protagonismo de una prostituta, las situaciones cómicas (aunque, sinceramente, a mí no me hacen demasiada gracia) o el pícaro predicador, en definitiva la desmitificación de Oeste clásico, sino la manera como está filmada. Peckinpah no puede resistirse ni a la fragmentación de la pantalla (utilizada para los títulos de crédito, pero también en otros momentos), y lo que es peor a zooms tan feos y groseros como el que hace sobre los pechos de Hildy o al uso (a lo Benny Hill que diría Alex) de la cámara rápida en algunos momentos supuestamente de comedia.
Poco hay de sutil en la película, ya desde el mismo inicio, cuando vuela por los aires un lagarto (un monstruo de Gila, aunque al parecer era un falso Gila) al que quiere matar Cable Hogue para alimentarse. Por supuesto, no hay ningún aviso de que no se ha maltratado a animal alguno (en este caso, se cuenta que el lagarto en cuestión se tuvo que hacer explotar dos veces, ya que la primera vez no había quedado bien, y se tuvieron que recomponer los pedazos para una segunda voladura ).
Condenado a vagar por el desierto a la búsqueda de agua para sobrevivir, ya que sus colegas Taggart (L.Q.Jones) y Bowen (Strother Martin) le han abandonado, llevándose cantimplora, mula y armas,
Cable, casi como si de un personaje bíblico se tratara, que mantiene en voz alta un diálogo airado con Dios,
encuentra casualmente agua en medio del desierto. Como esa fuente está cerca del camino que suelen tomar las diligencias, ve la posibilidad de hacer negocio, además de mantenerse con ello en la zona a la espera de que sus dos traidores compañeros vuelvan por allí. Es, pues, una historia de venganza, pero sin el tono tenebroso propio, por ejemplo, de un Fritz Lang o un Anthony Mann.
Un estrafalario personaje se le unirá: el predicador Joshua, un encantador embaucador y caradura que se sirve de su “magisterio” (reversible, porque pasa de civil a religioso girando el cuello de la camisa para mostrar un alzacuellos eclesial) para obtener favores de las mujeres.
Gracias a Joshua, Cable comprende que ha de registrar la propiedad, para lo cual se desplaza al pueblo más cercano, que tiene el sonoro nombre de Deaddog. Busca, además, conseguir un crédito, primero sin éxito en la compañía de diligencias, y después con más fortuna en el banco (curiosa generosidad bancaria), interesado por la posibilidad de obtener de agua en esa zona desértica). En el pueblo conoce a Hildy, una prostituta, de busto prominente (como se encarga de mostrarnos Peckinpah con el mencionado zoom), con la que Cable tiene un primer contacto tempestuoso (ya que no le paga el servicio, aunque no lo ha completado), que finaliza con Hildy lanzándole objetos desde la ventana, incluido un orinal, casi como si de un slapstick se tratase.
Cuando más tarde, por la noche, vuelva con Joshua a Deaddog, se disculpará con Hildy, no con un ramo de flores u otro objeto de regalo, sino entregándole precisamente un práctico orinal, casi como si de una declaración de amor se tratase, mientras Joshua encuentra su primera “feligresa”.
Cable acabará consiguiendo que la compañía de diligencias le firme un contrato para el suministro de agua, quedando oficializado con la entrega de una bandera de los Estados Unidos, que iza con orgullo. Cuando Hildy sea expulsada del pueblo por la gente decente (algo que recordaremos de la fordiana Stagecoach), buscará refugio con Cable en el puesto para diligencias que está montando junto al manantial, en el que sirve comidas a los viajeros, además de agua para personas y animales.
Unidos Cable y Hildy, Peckinpah nos muestra su enamoramiento, incluso recurriendo a algo también muy de la época: una canción que cantan los mismos actores y que se superpone sobre un conjunto de imágenes que nos muestran su relación a lo largo de los días. La canción es una composición de Richard Gillis, “Butterfly Mornings”, un tema dulce que resulta chocante dentro del contexto que nos cuenta Peckinpah, quizá lo más cercano a un romanticismo tierno que encontraremos en toda su obra (aunque seguro que Alex se habrá fijado más en lo que contiene el barril que en los adornos musicales).
El propio Gillis, por cierto, es también el autor de la letra del tema principal, que canta con música de Goldsmith. Ambos temas musicales me parecen dos de los mayores aciertos de la película, ya que la dota de ese aire de balada que recoge el título (algo, por cierto, que también sucedía en la película de Mankiewicz citada anteriormente o en la inmarcesible Rancho Notorious de Lang).
Con el regreso de Joshua, que ha vivido una aventura adúltera en Deaddog, comparten el espacio durante un tiempo el particular trío, aunque Hildy, finalmente, decide llevar a cabo su sueño de viajar a San Francisco, en parte también ofendida por el comentario de Cable, cuando este le recuerda que no le cobra nada por la comida porque ella tampoco le cobra nada por sus favores.
Todo el tiempo de espera en ese lugar perdido (¿meses o años incluso?) en medio del desierto, finalmente, tiene su recompensa: un buen día aparecen Taggart y Bowen como pasajeros de la diligencia. Cable les prepara una trampa contando con la ayuda involuntaria del conductor (Slim Pickens), que les cuenta el mucho dinero que ha ganado Cable con su negocio y que lo guarda en casa, no en el banco. Cuando vuelven para robarle, caen en la trampa, un hoyo que ellos mismos cavan y al cual Cable lanza serpientes de cascabel.
Al salir del hoyo, uno de ellos, Taggart, el más lanzado, morirá al creer que Cable no les disparará (se ríe de él constantemente llamándolo cobarde, “yellow”).
El final del film se precipita: mientras Cable obliga a Bowen a desnudarse y a que inicie un por el desierto,
como en su día obligaron a Cable, llega un coche a motor transportando a Hildy vestida lujosamente. Ha enviudado de un hombre rico de San Francisco y ahora quiere ir a Nueva Orleans, pidiéndole a Cable que la acompañe. Cable acepta y le cede la propiedad a Bowen, pero, desafortunadamente, sin darse cuenta quita el freno del coche que se precipita sobre su antiguo enemigo.
Mediante una rápida acción, Cable salva al hombre que ha querido matar durante años interponiéndose ante el vehículo. Pero irremisiblemente es aplastado por ese signo de modernidad: el viejo Oeste de los pioneros se acaba definitivamente.
Justo en ese momento se une a “la fiesta” Joshua, llegando a bordo de una moto con sidecar, justo a tiempo para acompañar en las últimas horas a su amigo y dar el sermón durante el entierro (al que Peckinpah pasa sin solución de continuidad, del lecho de muerte de Cable a la tumba, sin recrearse en la agonía y sin concesiones al sentimentalismo).
Todo este final se nos cuenta en clave de humor, con cierta ligera ironía, como diciendo “son cosas del destino”. Enterrado Cable, todos abandonan el lugar, apoderándose de nuevo el desierto del lugar, del que ya solo aprovecharse un coyote de aspecto famélico.
Lástima de las formas que utiliza Peckinpah (que, en su descargo, hay que decir que predominaban en aquellos años, dentro de un género moribundo), porque el film tiene algunos ingredientes excelentes, pero en su conjunto es una película que nunca me ha acabado de gustar. Quizá sea una cuestión de sensibilidades.
La semana que viene volveremos a la violencia, y además de carácter extremo, en el primer film de Peckinpah ambientado en la actualidad: Perros de paja.
Añado unas notas más a mi anterior comentario que se me habían quedado en el tintero:
- A pesar de ser una de las películas preferidas, o simplemente la preferida, de Peckinpah, el guion no es suyo (aunque, obviamente, le metió mano, como siempre). Los guionistas son John Crawford y Edmund Penney. El guion llevaba tiempo dando tumbos por Hollywood hasta que acabó en la Warner, con producción de Phil Feldman, la misma compañía y el mismo productor que The Wild Bunch. Incluso previamente lo adquirió durante un tiempo L.Q.Jones, que quería tirarlo adelante con su pequeña productora.
- La película fue un fracaso económico, teniendo escasa distribución. En general, no se entendió que el violento Peckinpah se descolgara con un film romántico, aunque de un romanticismo sui generis.
- El rodaje, como era habitual con Peckinpah, fue muy accidentado, con numerosos despidos y enfermedades varias.
- Y una recomendación: merece la pena el extra en que se entrevista a Stella Stevens (incluido en el DVD de Warner que he visionado). La actriz tiene comentarios bastante duros para con el director.
En fin, a ver qué os ha parecido.
Yo tengo un recuerdo agradable de ella aunque últimamente las revisiones me están dando más de una sorpresa, desagradable la mayor de las veces, todo sea dicho.
Intentaré verla mañana por la noche y comentarla al día siguiente.
Hoy toca Hitchcock y todavía estoy en el preámbulo. Así como el tocho de SOSPECHA me salió de un tirón (y eso que no es ni de lejos una de mis/sus películas favoritas) en cambio en el caso de SABOTAJE tendré que estrujarme el cerebro para sacar un comentario medianamente decente.