Pues a ver qué os parece la novela de Ira Levin porque a mí me encantó, es casi idéntica a la película. Además la leí de un tirón porque es muy enganchante, lo malo es que si has visto la película sabes absolutamente todo lo que va a pasar.
Pues a ver qué os parece la novela de Ira Levin porque a mí me encantó, es casi idéntica a la película. Además la leí de un tirón porque es muy enganchante, lo malo es que si has visto la película sabes absolutamente todo lo que va a pasar.
Sí, la película de Polanski es sumamente fiel a la novela de Levin, a la que tuvo acceso ya antes de publicarse, a las galeradas, proporcionada por Bob Evans, que llevó el proyecto a Paramount. O sea que entre la publicación de la novela y la película pasó poco tiempo. De todas maneras, a pesar de la fidelidad al texto del film, hay algo que diferencia uno de otro. Ya tendremos ocasión de comentarlo.
Como veo que tendremos a Alex fuera de circulación y a Alcaudón recuperándose de su gira helénica, no aceleraré el comentario, aunque en todo caso espero publicarlo antes de acabar el año (quizá la noche de Navidad fuera un buen momento ). Si me animo, releeré también la novela de Levin, aunque tengo demasiados libros encima de la mesa ahora mismo...
Cuenta Polanski en sus memorias que Komeda era un médico que se había convertido, a mediados de los 50, en el mejor pianista y compositor de jazz de Polonia. El jazz había estado anatemizado durante el stalinismo, pero tras la muerte de Stalin, y la abertura en Polonia promovida por Gomulka, jugo un papel muy importante entre la juventud, especialmente los elementos más críticos con el sistema y más interesados por la cultura occidental. Desde el primer contacto, con motivo de la banda sonora del corto Dos hombre y un armario, y hasta su muerte, fueron grandes amigos y colaboradores. Su partitura para Rosemary's Baby me parece espléndida (algo de ella ya resuena en la de El baile de los vampiros), y eso que las primeras notas de la canción de cuna del inicio puede hacer temer lo peor, pero no, al contrario, esa nana se te clava en el cerebro para siempre jamás.
Creo que de nuevo, como en Cul-de-sac, coincidimos en lo negativo. A mí tampoco me convence en general el Polanski director de comedia, prefiero cuando su sentido del humor, su ironía, se filtra entre los fotogramas de historias perturbadoras, ácidas, hirientes. A ver qué comenta Alcaudón, en qué consiste esa debilidad por el film (y espero que la debilidad no sea Sharon Tate, porque esa no vale, ahí creo que estaremos todos de acuerdo: qué lástima su trágica y estúpida muerte, porque además de matar a una mujer joven de forma cruel y sin sentido, creo que la familia Manson cortó de raíz la carrera de una actriz que prometía mucho).
Última edición por mad dog earle; 14/12/2018 a las 21:31
Hombre, Alex, sé más explícito, que no todos estamos a la última (ni somos fans de Tarantino). Yo no tenía ni idea de este proyecto de Tarantino, Once Upon a Time in Hollywood. Por el kilométrico reparto, entiendo que va a ser un fresco sobre ese terrible 1969, supongo que no se centrará solo en el asesino de Tate. Veo que interpreta a Polanski Rafal Zawierucha, un actor polaco que no conozco. No hay duda que todo lo que gira alrededor de la familia Manson es un asunto muy cinematográfico. Habrá que verla.
Ahora que se acaba de reeditar "The Beatles" (1968) de The Beatles...
... no está de más recordar que varios temas del LP, especialmente "Piggies" de George Harrison y "Helter Skelter" de Paul McCartney, tuvieron una enorme influencia en la mentalidad perturbada de Charles Manson y la terrible matanza que llevó a cabo.
Y, no, no es "sólo" la presencia de Sharon Tate la que hace que tenga cierta devoción por la película. De todas formas cuando vuelva a verla (de nuevo) para la revisión espero que no haya perdido un ápice de sus méritos.
¿Glorificará Tarantino la figura de los asesinos? con la cantidad de individuos que hay por ahí con el jeto del Charles Manson en una camiseta... No nos engañemos, esto pasa en España y ya llevarían 20 años en la calle y con varias entrevistas en La Secta, perdón, La Sexta, en este caso era fácil el juego de palabras.
Mañana que llego del viaje de Grecia espero tener tiempo a la noche para verla y comentarla (aunque sea sucintamente ) al día siguiente que tengo todavía fiesta.
Me salté Callejón sin salida, básicamente por imposibilidad de encontrarla a tiempo, ya que yo no la tengo Por primera vez desde que participo en los "ciclos" me ha fallado también la biblioteca pública, donde hay muuuuuucho material fílmico y de calidad, y donde tampoco la pude encontrar.
Lo compenso con mi crítica de "El baile de los vampiros", quizás mi película favorita de Polanski (entiéndase que favorita no igual a mejor, algo que mucha gente confunde ).
Por cierto, no sé si hemos hablado de libros sobre la figura de Polanski como director, cosa que sí recuerdo que hicimos con Cronenberg. Pero, en una de mis batidas por la sección de arte de la biblioteca pública, encontré, precisamente, un libro sobre Polanski, concretamente el de Taschen, y lo tengo conmigo para ir tomando algunas notas. Es este:
Sin más, "para dentro".
Debería decir como comienzo, que siempre me han fascinado los vampiros, mi criatura maligna preferida de entre los clásicos, y sobre todo Dracula. De pequeño vi el Dracula de Jack Palance y quedé seducido por esos castillos apartados, por esos vampiros que se envolvían en capas antiquísimas, se pasaban toda la noche de farra seduciendo doncellas y durante el día de resaca, que no tenían que ir a trabajar ni coger el metro, ni hacer nada que no les viniera en gana, y si aparecía cualquiera que intentara aguarle la fiesta, siempre podía recurrir a la hipnosis "no, estos no son los androides que buscáis". Esos castillos donde nunca entra la luz del sol y donde en cualquier recoveco puede esperar cualquier sorpresa o putada, ya sea el típico criado / guardián del vampiro, ya sean doncellas vampirizadas y sedientas de sangre, o cualquier otro elemento similar.
De niño me compraron por mi cumpleaños varias cintas de vídeo de "Rambo - La serie animada" (un fiasco, lo sé) y mi episodio preferido siempre fue aquel en el que Rambo tenía que perseguir a un sospechoso tipo provisto de capa hasta un castillo lleno de trampas en Transilvania, y no, no era un vampiro pero vivía como tal.
Y de niño vi también "El baile de los vampiros", probablemente en TVE1, y recuerdo que mi padre dijo algo así como "es un bodrio, pero también es un clásico" y ante mi insistencia en que me dejaran ver una "de miedo" la acabamos viendo. Probablemente mis padres pensaron que como era una comedia, no me afectaría. Bueno, se equivocaban de plano, me aterroricé en varios momentos, especialmente las apariciones vampíricas, la persecución de Alfred por parte del hijo del conde por los pasillos, y el final, donde yo me iba poniendo cada vez más y más nervioso conforme veía que aquellos tres no escaparían del castillo. Y el final, desde luego. Un final apocalíptico donde ganan los malos, ¡toma ya! Y mis padres pensaron que al ser de risa, no me daría miedo
Con el paso de los años he visto de todo, desde clásicos de la Hammer como "Drácula Príncipe de las tinieblas" a casposidades nacionales como "El liguero mágico" y quizá sea por eso que aprecio El baile de los vampiros como una película que consigue lo que se propone: aunar comedia con terror.
Quizás no es la típica comedia fina de los británicos sino una comedia más bien bufa, pero ahí está, y la mixtura funciona. En la primera escena nos es servida, por una voz en off, la presentación de personajes, el profesor Abronsius, alias "el chiflado", con un aspecto inequívocamente "einsteniano" y su fiel ayudante, Alfred. Ya en seguida vemos que sus caracteres no podrían ser más dispares: el viejo profesor se percata enseguida de la presencia de los ajos en la sala, repelente contra los vampiros, pero Alfred está más a la joven posadera que le está dando un masaje de pies con mostaza, todo un indicador de por donde van a ir los tiros, y es que, de no ser por las hormonas en ebullición del joven Alfred, quizás la película no hubiera tenido lugar.
En apenas segundos conoceremos a todos los personajes que pueblan la pequeña taberna donde se desarrollará la primera mitad de la película: el posadero Shagal (impagable secundario), su esposa, la joven criada y las pretensiones del posadero sobre ella, a las que no es ajena la esposa, en fin, Sara, la hija de los posaderos, aficionada a bañarse a pesar de las advertencias de su padre.
No tardamos en confirmar que hay un vampiro en la localidad, ya antes de que Sara sea raptada (escena preciosa, pero a mi me encanta su coqueteo previo con Alfred, donde cada uno está hablando de una cosa sin que el otro lo sepa, maravilloso) para que el atolondrado aprendiz le de acceso al cuarto de baño donde se desarrollará la tragedia de su vampirización y secuestro.
En mi opinión, uno de los fallos más patentes que se le pueden reprochar a "El baile de los vampiros" es que los protagonistas tardan demasiado en salir de esa taberna, hay demasiadas vueltas por allí, demasiados giros con la persecución del Shagal vampirizado, y creo que a Polanski le hubiera venido mejor aplicar un poco más de economía narrativa en esa parte y saltar directamente al castillo, donde tiene lugar "la acción" de la película.
La llegada (en una especie de esquíes) de los científicos al castillo es brutal. A partir de ahí, la película queda totalmente encauzada en una serie de piezas maravillosas: el encuentro con el conde (oro puro, las charlas sobre los trabajos de Abronsius y sobre los murciélagos, las referencias veladas al vampirismo, toda la escena de la cripta con Abronsius atrapado, la seducción del vampiro homosexual, la conversación en las almenas, el baile...). Un no parar.
Destaco especialmente la brutal escena entre Alfred y Herbert, es MUY buena y la conversación con el conde en las almenas en la que este les explica sin más ambages cual va a ser el futuro de los dos huéspedes. El final en la sala de baile con el espejo (en realidad, dos salas diferentes con una puerta abierta en medio) y el carruaje es modélico.
Respecto al truco usado para simular el espejo en el que solo Alfred, Sara y el profesor se reflejan, me viene a la memoria un hallazgo visual fantástico de una película de vampiros mediocre "Vamp" sobre adolescentes que acuden a un sórdido prostíbulo como prueba para entrar en una fraternidad, resultando el club un antro regentado de vampiros que se alimenta de la clientela. En dicha película se ve a una vampira maquillándose al espejo (algo imposible, dado que no se reflejan) para a continuación mostrarnos que en realidad hay dos vampiras sentadas frente a frente maquillándose la una a la otra. Un momento mágico que me trajo a la cabeza la escena del espejo en el salón de baile.
Parece ser que Polanski y su guionista, Brach, esquiaban de vacaciones, cuando Brach le comentó que en las salas de cine de París, la gente se reía de las películas de vampiros. Polanski le pregunto porque no hacer una película con la que reírse, en vez de una película de la que el público se riera: se obtuvo producción americana (el productor se reservó los derechos de distribución y montaje final para América, con un título diferente y un prólogo animado). La presencia de Tate en el papel de Sara también fue una imposición del productor (supongo que Polanski no lamentó ese hecho con el tiempo ).
En el plano actoral, el propio director se reserva un papel que en mi opinión le va como anillo al dedo, el joven atolondrado, inexperto y loco de amor, que no ve lo que tiene delante y que, como diríamos por aquí "no sabe ni por donde le da el aire": él se ha enamorado de Sara, y todo lo demás (la existencia de vampiros, su carrera profesional, su tutor Abronsius, la posibilidad de la muerte o de algo peor que la muerte) son cosas relegadas al plano de lo superfluo. McGowan está magnífico en el rol de sabio chiflado y despistado. Tate, soberbia, una presencia más angelical que terrenal. Pero mis palabras se van para Ferdy Mayne, que también pone su voz al narrador: desde que le ves lo sabes, ÉL ES UN VAMPIRO. Cada gesto, cada pequeña entonación o alzar de cejas, muestran al aristócrata inmortal, sediento de sangre, satanista, capaz de ser lo más culto y lo refinado y al instante, una bestia rabiosa, en la mejor tradición de Christopher Lee. ¡Que Drácula nos hubiera dado Mayne de haber tenido oportunidad! ¡Y qué diálogos, le dan los mejores diálogos! Ya sea su despreciativa bienvenida a los intrusos "De modo que así es como los gusanos se introducen en mi castillo", sus bromas privadas "Soy ave nocturna, no valgo gran cosa durante el día", o una pequeña y melancólica perla, recuerdo de juventud, de vida "Las ciencias naturales me habían interesado grandemente... cuando fui joven". O la cruel complacencia que muestra en las almenas de su castillo, cuando ya todas las máscaras han caído "Será un placer para mi llenar las lagunas de su entendimiento, cuando haya logrado elevarse a mi nivel espiritual". Maravilloso.
Hay quien ve en esta película un remedo de "El beso del vampiro", producción vampírica menor de la Hammer. Especialmente tales parecidos se dan en el dibujo de los vampiros como aristócratas decadentes que además, conforman una secta satanista que atrae nuevos miembros a su culto, y a su raza vampírica, aunque luego lo que tiene lugar en esa película tiene más que ver con "Extraño suceso" de Fisher (la historia de la persona desaparecida que nadie recuerda o admite que existió) que con lo que aquí se ve.
Por último, ya para terminar, me siento atraído por la fisiología de los vampiros de Polanski, que parecen físcamente normales en sus primeras apariciones, pero luego en la escena final se muestran helados y muertos. ¿Es esta diferencia física, como los vampiros de la serie "Buffy cazavampiros" que cambían físicamente su rostro humano por otro vampiro? ¿O es simple ilusión cuando vemos que parecen personas vivas, y su apariencia física es otra? También podemos hablar de Sara, a la que vemos claramente reflejada en el espejo para aparecer como vampira poco después. Podemos hacernos una idea del ciclo vital del vampiro, la conversión tendría entonces mucho después de la mordedura, pues otra cosa no tendría sentido. Lo cual tampoco sería extraño en esta película
Como ya he dicho, es mi favorita de Polanski, y me despido con tres piezas que adoro de la banda sonora de Komeda, iduales para sumergirse en los mundos de Poe, Lovecraft, Hodgson, Bierce, Machen, Dunsany, o cualquier otro de esa "panda":
Última edición por Charles Lee Ra; 16/12/2018 a las 21:17
Estáis poniendo el listón bien alto con vuestros comentarios, queridos compañeros. Voy a tener que dar el do de pecho...
Eso sí, mi revisión de la película tendrá que esperar un poco ya que acabo de llegar a casa después de un extenuante viaje (doble) en avión. Espero tener oportunidad mañana de verla y de comentarla el martes.
Espero que el amigo mad dog earle tenga un poco de manga ancha...
Sí, ya cité algunos en el primer post y luego hemos hecho referencia en especial a uno de ellos, muy reciente, el de Joaquín Vallet de Cátedra,"Roman Polanski"(que como más lo leo menos me gusta). Además, junto a este que citas, que no conocía, tenemos una biografía firmada por Christopher Sandford,“Polanski. Biografía” (mal escrita y peor traducida), un excelente libro de memorias del propio Polanski, “Memorias” (que aunque tiene un pequeño prólogo bastante reciente, creo que no incluye comentarios más allá de mediados de los ochenta) u otro de gran formato, con muchas fotografías:"Roman Polanski. Una retrospectiva", de James Greenberg.
Intentaré primero EL BAILE... y si tengo tiempo (y ganas) CALLEJÓN...
Si es por ganas... Yo la miré por estricta obligación, por lo que me gustaría que alguien la defendiera.
DANCE OF THE VAMPIRES (1967, EL BAILE DE LOS VAMPIROS)
Estudio: Cadre Films y Filmways Ltd. / Metro-Goldwyn-Mayer, Inc.
Productor: Gene Gutowski.
Guión original: Gérard Brach y Roman Polanski.
Diseño de producción: Wilfred Shingleton.
Fotografía: Douglas Slocombe (en Metrocolor y Panavision).
Música: Krzysztof Komeda.
Reparto: Jack MacGowran (el profesor Abronsius), Roman Polanski (Alfred, su asistente), Alfie Bass (Shagal, el posadero), Jessie Robins (Rebecca, su mujer), Sharon Tate (Sarah, la hija), Ferdy Mayne (el conde von Krolock (y narrador)), Iain Quarrier (Herbert, su hijo), Terry Downes (Koukol, el jorobado), Fiona Lewis (la doncella).
Duración: 108 minutos.
Inicio de rodaje: enero de 1966.
Estreno: 13 de noviembre de 1967.
Unas pinceladas breves con las que añadir algo al magnífico trabajo de mis queridos compañeros de fatigas.
He de reconocer que hacía tiempo que no veía en la paz de mi santísimo hogar esta película (que yo siempre había pensado que se titulaba THE FEARLESS VAMPIRE KILLERS – que es cómo aparece en el DVD que ha servido de base para el comentario (Warner Bros. Entertainment, Inc., 2004) y que por cierto sólo dura 103 minutos – ) por lo que tenía cierto recelo de si el paso del tiempo había atemperado el impacto que me produjo cuando era joven (so much younger than today). Y si bien es cierto que me sigue pareciendo una película francamente entretenida, con algunos excelentes “gags” y un reparto en estado de gracia, también es cierto que el tiempo ha desgastado su pulida superficie y ha dejado asomar algunas grietas que antes o no veía o simplemente las pasaba por encima.
No deja de ser además curioso que el propio Polanski la considere como su película favorita, tal vez porque durante su rodaje conoció a la etérea (y a la vez voluptuosa) Sharon Tate (1943-1969), un tipo de mujer que aunque parece distanciarse de la Catherine Deneuve de REPULSIÓN o de la Mia Farrow de LA SEMILLA DEL DIABLO (y que forman parte de lo que yo llamaría “trilogía del terror”) - mujeres de físico menos rotundo que la futura esposa del director - también es cierto que muestra la misma dulzura en su mirada y en la forma de ser y que las aúna a todas en un concepto del género femenino que parecía ser el ideal de Polanski en esa época.
Se ha mencionado varias veces ya ese voyerismo típico del director y que parece recrearse en las anatomías (perfectas, lo cortés no quita lo valiente) de Sharon Tate y Fiona Lewis (1946) (la doncella de la posada) y su tendencia a cierta brocha gorda en su plasmación en la gran pantalla, pero también es cierto que esa visión procede básicamente del personaje encarnado por Polanski, un petimetre de pocas luces (y como bien habéis dicho diáfanamente parecido en sus ropajes al Hutter de la inmarcesible NOSFERATU de Murnau) y que desmerece ese título de “fearless vampire killer” que se le atribuyó en su estreno en las Colonias, que se enamorará a primera vista de Shara (la Tate), la hija del posadero y a la que intentará salvar (con sus escasas – y timoratas – fuerzas) de las garras del villano de turno, que en este caso resulta que es todo un Señor Vampiro.
Un vampiro como bien decís magníficamente interpretado por Ferdy Maine (1916-1998) – y al que podremos ver en la hammeriana THE VAMPIRE LOVERS (1970) de Roy Ward Baker, primera toma de posición de la productora británica en el incipiente cine erótico/festivo – y que tiene, sin lugar a dudas, los mejores diálogos de la película.
Claro que los mejores “gags” visuales los borda el posadero viejo verde de Shagal, un inconmensurable Alfie Bass (1916-1987), que finalmente logrará el sueño de su vida: abandonar a su monstruosa mujer Rebecca (Jessie Robins (1909-1979)) – la tía de Ringo Starr en MAGICAL MYSTERY TOUR (1967), el primer gran fracaso en la meteórica carrera de (quién si no) The Beatles - ) y de paso tener como compañera para toda la eternidad a la doncella por la que bebía los vientos. Un vampiro judío que (lógicamente) no teme a la cruz con la que se le enfrenta y que siempre está de buen humor, procurando no molestar a nadie con su presencia.
Y, por encima de todos ellos, el profesor Abronsius (siempre había creído que su nombre era Ambrosius, fíjate por dónde), un Jack MacGowran (1918-1973), cruce entre Mark Twain y Albert Einstein, que borda su personaje de despistado y (dos veces) congelado estudioso del tema del vampirismo (su segundo volumen sobre el susodicho asunto, ahora mismo en la imprenta ) y que contra viento y marea intentará acabar con el reinado del terror impuesto por el conde von Krolock (como bien apuntáis de nuevo “inspirado” en el conde Orlok de la citada obra maestra de Murnau).
Por primera vez en su carrera el director de origen francés usó el color (un Metrocolor menos estable que el Technicolor de tres bandas de los años dorados de Hollywood) y el formato Scope (en este caso 35mm Panavision) y junto con el director de fotografía, el veterano Douglas Slocombe (1913-2016 (¡!) (que intervino en algunas de las mejores comedias de la Ealing británica) y el trabajo de Wilfred (Wilfrid en los títulos de crédito) Shingleton (1914-1983) en el diseño de producción, elaborarían una puesta en escena que alterna la cámara en mano y los primeros (primerísimos planos, especialmente en los que aparece Sharon Tate) con otros donde se recrea uno la vista en esos paisajes nevados que tanto parecían ser del agrado del director.
El diseño del interior del castillo, dando una sensación de espacios enormes (que parecen contradecir sus dimensiones vistas desde fuera), contrasta con los mucho más abigarrados que suelen estilarse en las producciones plenamente decantadas al terror, especialmente en el caso de la más importante (y famosa) Hammer Film Productions Ltd.
Y la mención a la mítica Hammer no es baladí pues recientemente la productora británica había vuelto a reactivar el mito del vampiro con la espléndida DRACULA, PRINCE OF DARKNESS (1966, DRÁCULA, PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS) del desterrado Terry Fisher (tras sus tropiezos con piezas tan hermosas como THE TWO FACES OF DR. JEKYLL (1960, LAS DOS CARAS DEL DR. JEKYLL) o THE CURSE OF THE WEREWOLF (1961, LA MALDICIÓN DEL HOMBRE LOBO)) gracias a que, por fin, Christopher Lee había dado su brazo a torcer para volver a encarnar al conde más famoso de la historia (obviando al de Montecristo, bien sûr) después de su magistral “performance” en DRACULA (1958, DRÁCULA).
Y si el aristocrático conde encarnado por Mayne aporta una dignidad atemporal al personaje, su hijo, Herbert (un Iain Quarrier (1941) que siempre me ha recordado a David Hemmings (el de BLOW-UP y ROJO OSCURO), antes de que asomen sus dientes), que siente una “natural” atracción por el “viril” Alfred, muestra su lado más salvaje y la auténtica naturaleza del vampiro (además de que protagoniza mi “gag” favorito cuando Alfred, al intentar huir, no hace más que toparse con él, habiendo dado una vuelta completa al recinto – todo un homenaje al “slapstick” del mejor cine mudo - ).
Y si en las películas de la Hammer (y de la Amicus y cía.) el bien siempre acababa triunfando sobre el mal (aunque éste volviera una y otra vez) aquí el final es ciertamente todo lo contrario. Como la voz de ese narrador (que sólo al final sabremos que pertenece a la del mismísimo conde) que con notable sorna nos cuenta cómo nuestros intrépidos cazadores de vampiros acabarán (por su estupidez) convertidos en una auténtica plaga en el pleno sentido bíblico de la palabra.
Claro que, en el fondo, ¿de verdad acaba mal?
Después de todo, el profesor Abronsius conseguirá al final su sueño de poder compartir con el conde su extensa biblioteca y charlar durante toda la eternidad con alguien que aprecia su trabajo.
Y el tontaina de Alfred conseguirá, a su vez, a la mujer de sus sueños, con la que poder vivir un romance que no tendrá fin.
Así que, tampoco esta mal, ¿no?
Una historia que finaliza como comienza, con los protagonistas a bordo de un trineo. Si al principio parecen ser el arma del Todopoderoso para acabar con el imperio de los vampiros, al final acabarán siendo la causa (involuntaria) de la destrucción del mismo mundo que decían proteger. Desde luego, que tiene mala leche el final.
Y antes de que se me olvide reseñar especialmente la espléndida banda sonora del aquí llamado Christopher Komeda (1931-1969) que mezcla hábilmente los tonos bufos y los terroríficos, notablemente los coros que aportan una sensación de extrañismo consultancial con el mundo aparte en el que viven los vampiros, criaturas que una vez al año salen de sus tumbas, con sus vestidos andrajosos, para bailar como si fuesen criaturas mecánicas, sin vida (ni siquiera la inmortal).
Curioso que Tate y Komeda, dos personas tan importantes para Polanski fallecieran (por causas completamente distintas) el mismo año.
El año en que The Beatles nos ofrecerían su canto de cisne con el maravilloso “Abbey Road”. Los mismos Beatles que el año anterior elaboraron el caleidoscópico “The Beatles”, varios de cuyos temas servirían de combustible para la desquiciada mente de Charles Manson en su espeluznante matanza que destruiría en buena medida la paz espiritual del director y que provocarían, sin duda, un cambio de posición en su discurso fílmico.
Y como no quiero acabar con algo sórdido y triste, decir que sinceramente pienso que EL BAILE DE LOS VAMPIROS es la más lograda fusión entre la comedia y el terror (EL JOVENCITO FRANKENSTEIN aparte) que recuerdo. Intentos que ya había hecho Roger Corman antes que él (con títulos como HISTORIAS DE TERROR y EL CUERVO) pero que Polanski destiló de una forma más pura y mejor dejándonos una obra fresca y que todavía mantiene buena parte de su encanto.
Y yo diría que no es poco para los tiempos que corren.
Felices sueños.
Última edición por Alcaudón; 19/12/2018 a las 01:25
Si se mira desde un punto de vista global, de la humanidad, SI, se acaba mal, si se mira ya de manera más individual, o sea el de Alfred, es un final soñado, se va a pasar la eternidad foll.....con el personaje de Sharon Tate!!! "Mejor imposible"!!!!
Bueno, esa es una posible interpretación optimista (para Alfred... aunque una eternidad foll... con la misma persona no sé si es una perspectiva muy atractiva), pero ¿y si lo que le depara la eternidad es tener que soportar el acoso del "encantador" Herbert? Porque lo que queda claro es que estos vampiros son muy señores, y sitúan a cada uno en su sitio, según la escala social. Por eso a Shagal le toca dormir en la caballeriza (aunque se acabe colando en el ataúd de Herbert). O sea que quizá el destino del vampiro Alfred fuese ser el juguete sexual de Herbert, hasta que se cansase y quizá el pequeño vampiro tuviera que buscar dónde hincar el diente por las posadas de la nevada Transilvania.
Si es que el amigo Fletcher es un obSEXO...
Disiento, sin embargo, de tu apreciación, querido mad dog earle. Aunque como no creyente una vida eterna se me antoja totalmente incomprensible, en el caso del profesor no parece un mal destino dedicarse a tus aficiones favoritas y en el caso de Albert pasar su no-vida en compañía de Sarah (¿o de Herbert? ) tampoco es un mal plan. Aunque yo creo que la existencia de un vampiro tiene que ser absolutamente aburrida y encima sólo puedes salir de noche. Y la dieta es ciertamente monótona. Y dormir en un ataúd tampoco debe de ser lo más cómodo del mundo. Y si además como parece intuirse por el final todos acaban por convertirse en bebedores de sangre, ¿de dónde sacarían las víctimas?
Mucho me temo que, incluso si me prometiesen una eternidad viendo mis películas favoritas (o cualquier otra actividad que me satisfaga en grado sumo), acabaría hasta el moño y pidiendo la hora... Por eso los vampiros más concienciados viven su "vida" como una condena, por muchas Tates a las que hinquen el diente.
¿Sabes la cantidad de obsesiones y entretenimientos que una persona puede acumular en una vida mortal?
Todavía no he cumplido los cuarenta años, y ya he cultivado: la lectura (no he leído, ni de coña, todo lo que quisiera), el cine (no he visto, ni de coña...) la música (ya sabéis), la astronomía, la fotografía, el modelismo, la acuarofilia y la pasión por los cómics. Todas esas cosas son algo que he experimentado y sigo experimentando con las lógicas reservas de tiempo, dinero y espacio (sobre todo, espacio, ¡que no me queda! ).
Si me dieran un castillo en Transilvania para guardar mi colección, y encima tengo fondos para aumentarla y cultivarla, y tiempo para mantenerla... pues me pasaría 10 años tan solo ordenándola de una u otra forma en las estanterías
Una de las cosas que más me mortifica es que soy de letras, y un absoluto cenutrio en cuanto a lo que suponen las matemáticas y las ciencias como la física. Algo que detesto porque me hubiera gustado saber más de programación, mecánica, electrónica... pero reconozco que es ya tarde para mi, me da mucha pereza meterme a ello, a nivel hobby, por lo que lo he desechado. ¡Si en vez de los 50 años que (siendo reservado) me quedan de vida, me quedase un tiempo incalculable, tendría tiempo para todo!
La inmortalidad, sea vampírica o no, casi siempre es presentada como maldición. EL propio conde Von Krolock recuerda con cierta melancolía los días de juventud. Los vampiros se aburren en sus torres y castillos, y se dedican a cultivar harenes infinitios, intentar conquistar el mundo, formar sociedades secretas malignas, adorar al demonio y cosas parecidas para evadirse.
Pero el punto, es que nosotros no podemos (de ninguna manera) hablar de la inmortalidad con propiedad. Podemos filosofar sobre lo divino y lo humano, pero no tenemos el nivel espiritual que nos daría la vista panorámica suficiente para opinar con conocimiento. Podemos sospechar que, tras unos cuantos siglos de experiencias, el aburrimiento sería mortal. Pero en nuestro lecho de muerte, si nos dieran a firmar por la inmortalidad, ¿quien soportaría la tentación?
Uno de los mejores ejemplos de inmortalidad vampírica que he visto es el de la película italiana "Hanno cambiato faccia" donde un joven directivo de una empresa de automóviles es invitado a cenar a la residencia de campo del dueño de su empresa, el ingeniero Nosferatu (yo no iría a cenar a casa de ese tío ni aunque me pusieran trufa blanca en la mesa ). Resulta que el ingeniero es un vampiro que se dedica a crear una red (telaraña sería un término apropiado) para dominar amplios sectores de la sociedad humana: elige, cuando son bebés tan solo, a hombres y mujeres, a los que, cuando son adultos, "adoctrina" y pone al frente de sus muchas empresas. Así, él elige a los políticos, a los directores de grandes empresas, a los altos cargos del clero, a los que mandan en los medios de comunicación, a los artistas... cuando esas personas envejecen o mueren, los cambia por otras nuevas, en un proceso continuo. Me pareció una idea muy interesante (y más productiva que limitarte a ver como crecen las telarañas en tu castillo).
...
Todo éso me resulta extrañamente familiar.
Precisamente hablaba hace poco de la maldición de la inmortalidad vampírica en dos películas muy parecidas, pero muy distintas: Drácula (1979) y Drácula (1992). Uno y otro vampiro tienen en común el saber que la vida del vampiro, más allá del glamour y las ventajas aparentes, es una vida triste y solitaria, donde te cazan como a una alimaña y donde ves desaparecer o cambiar todo y a todos a tu alrededor. El final de esta "baile de los vampiros" (a ver si la puedo revisar) es un poco el mismo del Nosferatu de Herzog, donde el mal también triunfa. Y es que en la vida real, al final, siempre ganan los malos, me temo. A ver si puedo ver también Sólo los amantes sobreviven, que también tira un poco para la misma dirección.
Última edición por Jane Olsen; 30/12/2018 a las 12:10
"There is an inmense joy when you suddenly discover beauty in something that has been around you for ages".
"Waving the flag with one hand and picking pockets with the other: that's your patriotism. Well, you can have it." Alfred Hitchcock's Notorious.
"Listen to them... Children of the night! What music they make..!"
Pues fíjate que en los dos casos que has citado, aún hay algo por lo que vivir (o no-vivir, estamos hablando de vampiros). Son seres acosados, pero privilegiados en algunos aspectos, tienen poder. Para mi los vampiros peor parados son los de "El ansia" de Tony Scott, que tras robar unos pocos siglos de vida, envejecen todo ese tiempo de golpe y quedan confinados a un ataúd del que no pueden salir: inmortales y eternamente sedientos. Comparado con ese destino, la inmortalidad de Dracula, o de los vampiros de Polanski, se hace más deseable. En la de Scott inspiran pena y miedo por lo que les espera