
Iniciado por
Otto+
Tremendo. Tremendo....
Con Morricone se va el penúltimo Apóstol, la penúltima divinidad de un panteón cinematográfico-musical que se aseneja a de los Dioses olímpicos de la mitología grecorromana, romano de pura cepa él. Sin duda, no había nada que se le resistiese, nada que su delicada o sofisticada escritura no ennobleciese sin perder un ápice de personalidad. Su figura siempre se ha agigantado ante mi persona; si hubiese estado alguna vez ante su presencia, me hubiese intimidado y reducido a un grano de arroz aunque no fuese ésa su intención.
Lo siento mucho por el pueblo italiano, que pierde así el último asidero a su etapa dorada cinematográfica fallecidos prácticamente todos sus colegas transalpinos y la meca del cine para la que concedió sus ensoñaciones (Tognazzi, Mastroianni, Gassman), una etapa que queda para el recuerdo y para la nostalgia, pues vendrán nuevos talentos pero nunca habrá otro como él y menos aún toda una estirpe de realizadores, intérpretes o músicos en un tiempo y lugar tan comprimido, tras una guerra desgarradora.
Fue un autor prolífico, comprometido, político, profesional, seductor (¡cuánta sensualidad y sexualidad emanan varias de sus grandes y otras no tan conocidas obras!), vanguardista, críptico, abstracto.... Creo que detestaba y rehuía de lo falso, el fariseísmo, y por eso nunca se sintió realmente en casa en Hollywood, y la prueba es lo mucho que tardó en convencerle Tarantino.
Con todo, lo más inmenso ha sido el señorío imperial que fluía a borbotones de estas dos últimas cartas suyas: la del agredecimiento por la concesión del Princesa de Asturias y la de su propio óbito, que es a su vez el triunfo de una vida que ha dedicado a los que menciona en ella. Familia, amigos.
Que su talento siga inspirando a generaciones venideras. Lo necesitamos.
Un accidente doméstico ha sido la causa de la desdicha. Eso lo sufrimos todos los mortales, anónimos y menos anónimos. De hecho, Hugo Friedhofer y Dimitri Tiomkin, también compositores, fallecieron en su tercera edad por esta causa agravada. Lo mismo que aquel actor por el que hasta el último momento estuve deseando en lo más profundo de mi ser que la Academia le reconociese por unas actitudes y un carácter bastante morriconianos: Richard Widmark.
Hay mucho que descubrir todavía dentro de su vasto, luego siempre vivo, legado.
Descansen en paz, él y Carme Contreras.