Nací en 1969. En mi campo, el de la música culta, y más tarde la docencia y estudio de la música de cine, la paridad de género ha sido (y es), prácticamente inexistente. Tanto a nivel salarial, cómo de reconocimiento de aptitudes (lo primero se deriva de lo segundo). El sentimiento de impotencia e indignación fue indescriptible, ya que estaba fuera del pueblo, en otro país y ambiente, que suponía, ingenuo de mí, mucho más avanzado en estas cuestiones, más si cabe teniendo en cuenta que éramos gente formada, culta y sensible. Sirva esto para dejar constancia de mi compromiso y nivel de concienciación con este problema. Analizado desde la perspectiva que dan los años, dicha discriminación se me antoja tan absurda e indignante cómo la del racismo: nadie en su sano juicio educado en un estado de derecho moderno y con conciencia social, debería pensar que un color de piel diferente o unos genitales distintos condicionan tu capacidad física, intelectual o tu brújula moral. Es sencillamente ridículo.
Centrandonos en el asunto que nos ocupa, lo que me enerva es la querencia de Kathleen/Disney por adjudicarse méritos que no son tales, no existe un verdadero compromiso, sino una hoja de ruta políticamente correcta de cara a la galería, con el objeto de aumentar beneficios en taquilla. Y eso, disculpeseme el lenguaje, me toca los cojones; primero porque hacer política o negocio con estos temas es algo extremadamente grave, y segundo cuando tengo oportunidad de comprobar que en realidad el tratamiento de personajes es el mismo de (casi) siempre, solo que envuelto de manera que parezca otra cosa.
Es tomar el pelo al consumidor que aplaude dicha implicación sin darse cuenta que es mera fachada. No ya Rey, cuya jugosa premisa queda desaprovechada al no tener el personaje un poso ético moral definido y limitarse a seguir instrucciones; sino por ejemplo gran parte del comando de Rogue One, al que, al mi criterio merecidamente, se le denominó cuota racial porque si analizamos el comportamiento y relevancia en la trama de dichos personajes, resulta que su función en la misma es idéntica a la que durante gran parte de la historia del cine han tenido los asiáticos o mongoles: sidekick, a menudo con funciones cómicas e incluso Deus ex Machina, cuya única función es facilitar el éxito de la misión por parte del protagonista, caucásico heterosexual.
Duele aún más cuando se constata que Lucas SI tuvo un par ( IE: DEMONIOS, el protagonista es alguien medio LELO que va a rescatar a la PRINCESA, esta le pone los puntos sobre las íes y al final acaba SACANDOLES DEL ENTUERTO TANTO a HAN COMO A EL).