La película arranca con el tictac de un reloj, como si desde el primer segundo Bergman quisiera dejar claro que el tiempo va a ser el elemento central del film. Durante la noche previa a la partida, Isak tiene un sueño escalofriante, que ya comentamos hace unos días. Unas imágenes muy contrastadas (Gunnar Fischer otra vez detrás de la cámara), quemadas, recrean la calle de una ciudad desierta. En una pared hay un enorme reloj sin manecillas (lo que fácilmente nos hace recordar
Rumble Fish, de Coppola).