Una noche, en el salón vacío y en penumbra, mientras suena de fondo la música y las risas provenientes de un teatro cercano, Jack seduce a Nelly y hacen el amor. Antes Jack ha contado a Nelly que en su día mató a una mujer con hijos, y le pide, dándole una pistola, que lo lleve a la comisaría. El efecto que provoca la confesión en la muchacha es inmediato, y se entrega al actor, que se muestra como un hombre débil, emocionalmente inestable. Consumado el acto, Nelly descubre que su madre los ha estado observando, entre los maniquíes. Explota una discusión violenta, en que la madre reproduce todas las frases que Jack ha utilizado para seducirla, lo cual hace patente que esa es la táctica habitual del actor. Jack se marcha y al cabo de pocos minutos oímos el ruido de un disparo: se ha suicidado de un tiro en la cara a las puertas del teatro. Madre e hija salen al exterior y encuentran su cuerpo echado en la calle, cubierto de papeles de diario.
Asistimos a una autoconfesión de Jenny ante un espejo (algo que se repetirá en multitud de ocasiones en el cine de Bergman).
Mientras, Nelly vaga por las calles hasta llegar justo debajo de la vía del tren. Una breve panorámica descendente nos muestra que se ha detenido justo al borde del agua. Parece que Bergman nos venga a decir que a Nelly se le plantea una disyuntiva: coger el tren y abandonar la ciudad o tirarse a las aguas y finalizar su vida.
Saltaremos de nuevo al pueblo, donde Ingeborg se interroga sobre si su interés por Nelly es mero egoísmo. Poco después aparece Nelly que ha regresado. También ha vuelto Ulf, con lo que el film finaliza con la pareja paseando tranquilamente por el pueblo, Ingeborg feliz y recuperada (incluso parece que también de su enfermedad) y la calma instalada de nuevo sobre el pueblo. Resuenan unas palabras que ha dicho Ingeborg: tenemos que continuar. La voz en off despide la película que finaliza tal como empezó: con un plano general del pueblo.