Con varias décadas de retraso, el gran público puede al fin descubrir una pequeña obra maestra de Alfred Hitchcock (1899-1980), «The Lodger» (1927), sepultada en el «olvido» por la colosal filmografía de uno de los grandes gigantes del arte del siglo XX.
«The Lodger» no era una película desconocida de los especialistas. Incluso se ha presentado en festivales y salas de ensayo, en proyecciones minoritarias. Pero no había tenido una difusión comercial, desde el éxito de su lanzamiento londinense, víctima de su condición de película muda. Ha comenzado a presentarse en una pequeña cadena de salas para cinéfilos apasionados, que podrán descubrir una joya memorable.
«The Lodger» es una de las doce películas mudas de la primera etapa británica de su autor, influenciado de manera determinante por Murnau y Fritz Lang, tras un «viaje iniciático» a un Berlín de leyenda. Y desvela, por vez primera, varios de los grandes temas a los que Hitchcock volverá de manera recurrente: el inocente perseguido, la sexualidad fetichista, la ambigüedad moral, los homenajes al expresionismo alemán y el gran arte universal.
Godard llegó a escribir que Hitchcock fue el más grande creador de formas artísticas del siglo XX. Más grande que Picasso, por citar solo una de las referencias obligadas. «The Lodger» confirma, al menos, que Hitchcock continúa creciendo y creciendo de manera majestuosa. Muy a pesar de la gigantesca bibliografía existente sobre su obra, «The Lodger» nos recuerda que continúan existiendo grandes «filones» inexplorados, parcialmente, de ese inmenso legado cinematográfico.
Fue el mismo Hitchcock quien contó a François Truffaut, en su legendario libro de entrevistas, hasta qué punto «The Lodger» ocupaba un puesto esencial en su filmografía, como obra «bisagra» donde el cineasta alumbra, por vez primera, una forma personal de creación, muy influenciada por el Murnau de «Der letze Man (El último hombre)» y la «Metrópolis» de Lang, dos gigantescas obras seminales.
Muy al contrario que sus grandes maestros, Hitchcock, pudo comenzar en Hollywood una nueva y definitiva carrera, la más conocida y gloriosa de su obra. En bastante medida, Murnau y Lang fueron víctimas de la ascensión del nazismo y la Segunda Guerra Mundial, que puso prematuro fin a sus más prometedoras ambiciones. Murnau murió en Hollywood en 1931: quedaba atrás su obra genuina. Lang todavía filmó grandes películas en Hollywood. Pero su etapa expresionista era y continúa siendo mucho más esencial.
Hitchcock, por el contrario, filmó en Hollywood las legendarias películas que lo hicieron célebre. Esa celebridad eclipsó, durante muchas décadas, pequeñas obras maestras que nos hablan de las raíces y la germinación de su obra. Entre esas películas, perdidas, olvidadas y «malditas», de alguna manera, «The Lodger» ocupa un puesto muy especial: el Hitchcock genuino está naciendo con esa película muda. Su descubrimiento es un encanto gozoso.
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