[...] he revisado un film realizado sólo 10 años después,
Bande à part (1964), por Jean-Luc Godard, quizá el máximo representante de la denominada
nouvelle vague, ese movimiento cinematográfico que se creó en parte por reacción ante el cine francés que representaba por ejemplo Autant-Lara. Confieso que, a estas alturas, y después de muchos intentos, sigo sin poder hacerme con el cine de Godard. Admiro a Rohmer y a Resnais y Varda (aunque en estos dos casos es discutible su inclusión en el movimiento) y me gustan muchos films de Malle o Chabrol, directores más irregulares, incluso hace poco revisé completa la filmografía de Truffaut donde encuentro algunos films destacables (a pesar de que me parece un director muy sobrevalorado). Pero con Godard no puedo, y eso que
Bande à part no es uno de sus films panfletarios y politizados. La película nos cuenta, en una mezcla genérica entre comedia y cine negro de serie B, las desventuras de dos cretinos y una lela (con el rostro permanentemente boquiabierto de Anna Karina), dedicados a lo largo del metraje a decir y hacer auténticas memeces, que cómo no rematan con un intento de robo de lo más patético. Vista hoy (más de 50 años después) la película quizá pueda conservar cierto interés como la aproximación pop a una época y a una generación, como retrato desprejuiciado del París de inicios de los 60, sus calles, sus bares, sus gentes, servido todo ello con un notable desparpajo y sin sentido del ridículo alguno. Pero Godard ha de dejar siempre su huella, en este caso en forma de insufribles comentarios en
off, enunciados por él mismo con su irritante voz ceceante. Lo siento, pero es empezar a oír el acento zopas de Godard, pretencioso y afectado, y el film me expulsa. Me encantaría que alguien defendiera esta película, con algo más que el discutible recurso de referirse a Anna Karina, que si en
Vivre sa vie me parece que consigue resultar conmovedora, aquí me resulta bastante insoportable.