Los paisajes, los decorados, imponen un cierto estilo a una pe-
lícula. Cuando Rohmer y yo fuimos a la región de Annecy, en
busca de sitios para el rodaje de "Le Genou de Claire", me expuso su
deseo de que la imagen tuviera un estilo “Gauguin”. Quería que
las montañas aparecieran lisas y azules sobre el lago, quería colo-
res uniformes. Lo que nos hizo pensar en Gauguin fueron las su-
perficies planas, verticales u horizontales, sin perspectivas, de colo-
res puros, que existían realmente en aquel lugar (Talloires). Para
armonizar el efecto pictórico deseado, se diseñó el vestuario en
consecuencia. Los intérpretes llevan ropas de colores uniformes,
De haber telas estampadas, eran sólo con flores, como en Gau-
guin. Por supuesto, no era más que un punto de partida, una sim-
ple referencia; no quisimos atarnos a una idea preconcebida, Pero
no cabe duda de que la alusión a Gauguin —tan lejos de Tahití—
dio un estilo propio a esta película.
Al igual que en "La Collectionnense", volvimos a plantearnos la
cuestión de cuáles serían las mejores horas para la luz. Lo cierto es
que la luz no es la misma en todas partes; en un paisaje medite-
rráneo domina el blanco, mientras que en la Alta Saboya, donde
rodamos "Le Genou de Claire", domina el verde y el verde absorbe
más luz; ahí radicó mi mayor dificultad en esta película. En exte-
riores, la luz no llegaba al rostro más que por el lado derecho, de
manera que el otro quedaba demasiado oscuro, pues el verde de
los árboles lo absorbía todo y no reflejaba nada. No me quedaba
más remedio que iluminar para compensar. De haber expuesto
para la sombra, los verdes del fondo hubiesen quedado desvaídos,
sobreexpuestos.
Para compensar la sombra de los rostros de los actores que
conversan bajo los árboles, utilicé por primera vez los mini-brutos,
reflectores de nueve lámparas portátiles muy ligeros en compara-
ción con los arcos que se utilizaban antes, o las pantallas plateadas
para rebotar el sol. Poseen ventajas considerables: su duración es
larga, no hay que cambiar el carbón del arco voltaico constante-
mente y resultan de fácil manejo. Dan una luz potente pero menos
cruda que la de los arcos, sobre todo si se cubren con un material
de difusión para suavizarla. No olvidemos que debía tenerse la im-
presión de que los personajes se hallaban efectivamente bajo la
sombra de un árbol.
El paisaje era más hermoso de lo que la película permite supo-
ner, su variación y exuberancia resultaban extraordinarias: un au-
téntico paraíso para el fotógrafo amateur. Pero lo que precisa-
mente Rohmer deseaba evitar, y yo estuve de acuerdo con él, fue
una abundancia de bonitos panoramas, la tentación de hacer
una colección de tarjetas postales. Así que nos limitamos práctica-
mente a dos paisajes. Procuramos incluso que el fondo no fuese
llamativo en exceso, pues los personajes tenían que ser casi siempre
más importantes, La variedad residía en que estos dos únicos pai-
sajes se ven en la película a diferentes horas y con distinta luz.
En "Le Genou de Claire" intenté restituir la luz del verano.
¿Cómo se sabe que el sol brilla? Porque se ven las sombras; así
pues, sí se quiere indicar que un paisaje está bañado por una luz so-
lar intensa, se puede situar a los actores bajo la sombra de los ár
boles y el fondo quedará iluminado por el sol en ligera sobreexpo-
sición. De compensar la sombra iluminando de modo exagerado a
los actores, el resultado podría ser excesivamente plano y poco na-
tural en la pantalla. Es difícil indicar al lector estudiante de cine-
matografía en qué proporción deben compensarse con luz artificial
las zonas en sombra, No sirven las reglas, es fundamentalmente
una cuestión de gusto, que varía en cada película según las exigen-
cias de estilo que cada tema impone.
Rohmer rueda rápidamente, pero no constantemente. La
mayor parte de los directores llegan por la mañana preparan un
plano (si no lo hicieron ya el día anterior antes de marcharse) y se
puede rodar ya una hora más tarde, para aprovechar hasta el úl.
timo minuto de la jornada. Rohmer, no: puede llegar por la ma-
ñana y no proponer nada concreto hasta el mediodía. Aunque dé
la impresión de que va a la deriva, cuando sale de su reflexión
rueda con sorprendente rapidez, Puede filmar hasta diez minutos
útiles en un día (la media habitual es de tres minutos que es ya
más que aceptable) y luego despedir al equipo antes de la hora fi
jada en el plan de rodaje. Tiene un ritmo de trabajo muy sinco-
pado: a veces se ausenta del rodaje, sin avisar a nadie, o desapa-
rece en la naturaleza para correr
Al principio, lo admito, me sentí confundido.
Pero empecé a acostumbrarme a tan
curiosas tácticas, a veces se pierden días enteros; cunde entonces
el pánico entre el equipo de producción, se piensa que habrá re-
traso en el plan de rodaje. Pero, en realidad, Rohmer no hace
sino, probablemente, esperar una atmósfera ideal, para la luz o
para los intérpretes, y en un solo día recupera todo el tiempo per-
dido.
Rohmer está abierto a todo tipo de sugerencias, siempre y
cuando no toquen una cuestión de fondo. En tal caso es inflexible,
Le gusta utilizar gente nueva, que aporte frescura y entusiasmo,
Habla mucho, en realidad piensa en voz alta, explica a todo aquel
que quiera oírle lo que está tratando de hacer. Una de mis tareas,
pues, consistía en escucharle. Rohmer tiene una auténtica necesi-
dad de comunicación. Cuenta también con que el equipo esté a la
entera disposición de la película, viva totalmente dedicado a ella.
Muestra celos si se van a ver otras películas durante el rodaje, o se
habla de otras películas que no sean la que se rueda; en otras pala-
bras, su actitud es exactamente opuesta a la de Buñuel, quien pro-
híbe al equipo hablar durante las horas de las comidas de la pe-
lícula que están haciendo. Rohmer suspende durante un rodaje to-
das las funciones normales: no come, no duerme, no atiende a su
familia ni a sus amigos. En estado casi de trance creativo, sus fuer-
zas están enteramente dedicadas a la obra que está realizando. La
energía y actividad que despliega son sobrehumanas. Como no
tiene ayudantes, ni script, lleva cuenta de todo personalmente y se
encarga hasta de gestiones y recados nimios: llega al extremo de
barrer el piso del decorado al terminar la jornada y de preparar el
té a las cinco para el equipo. Como es natural, una dedicación e in-
tensidad semejantes en el trabajo son recompensadas por un fervor
unánime en todos sus colaboradores. Quienes han trabajado en
una película con Rohmer, conservan un recuerdo imperecedero de
la experiencia.