Vivir su vida (
Vivre sa vie, de 1962)
Como no solo de Hitchcock, Weir y Antonioni vive el cinéfilo, he aprovechado un hueco en la apretadísima agenda de revisiones en la que estamos embarcados algunos de los habituales de este hilo para revisar uno de los films que más aprecio (de hecho, uno de los pocos) de un director polémico, diverso y a menudo de difícil digestión: Jean-Luc Godard (aún activo a sus 88 años).
Vivir su vida retrata, en doce capítulos, a Nana (una subyugante Anna Karina). Y lo de retratar cobra todo el sentido, porque no solo se trata de un film que gira totalmente alrededor de su personaje, sino que en buena medida es un documento sobre la actriz. Si se quiere, forzando el paralelismo (aunque es el propio Godard quien lo plantea dentro del film), es como ese otro escalofriante retrato de una actriz, Maria Falconetti, que es
La passion de Jeanne d’Arc, de Carl Theodor Dreyer.
Nana no es una joven iluminada que habla con Dios ni muere quemada en la hoguera, sino que (los tiempos cambian y obligan a encontrar otro tipo de héroes o santos) es una prostituta. Poco a poco, veremos cómo pasa de ser una joven dependienta en una tienda de discos con vocación de actriz a dedicarse a la prostitución y a caer, finalmente, abatida por disparos cruzados en una reyerta entre proxenetas. Por momentos, Godard parece querer realizar una encuesta sobre la prostitución, proporcionándonos todo tipo de datos mediante una voz en off. También nos deja respirar (algo habitual en su cine de esa época) el aire de las calles de París, de sus cafés. En uno de ellos, alrededor de una mesa de billar, nos ofrece una de las mejores secuencias, con una Ana Karina fascinante bailando al ritmo de un
swing que suena en el
juke box del local.
Como se trata de Godard, no puede evitar meternos con calzador un poco creíble diálogo filosófico entre Nana y un supuesto filósofo (interpretado por Brice Parain, filósofo y ensayista). A pesar de que también oímos la ceceante voz en off de Godard por unos instantes (lo cual hace temer lo peor), es uno de sus títulos menos pretencioso y pedante, lo que se agradece. Si uno quiere iniciarse en Godard, este film, junto a
À bout de souffle, me parece una buena opción.