¿Seguro que no está criogenizado como Walt Disney?![]()
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El show de Truman (The Truman Show, 1998)
Ya hemos empezado a calentar motores esta mañana, pero ahora comienza lo bueno.De entrada, constatar que, independientemente de ciertas valoraciones o detalles puntuales, Weir dio en la diana con esta película, un film que en su momento fue toda una premonición de lo que hemos vivido (y seguimos viviendo) desde entonces: el mundo de los reality shows, la presencia enfermiza de las cámaras y la pasión por filmarnos (o que nos filmen), una exhibición, cada vez más obscena, de nuestro día a día, en la cual muchísima gente participa voluntaria y alegremente, sin ningún pudor, un mundo en que ya no se publicita tanto la vida de los famosos, sino que uno se hace famoso por publicitar su propia vida.
Todo ello y mucho más se encuentra en el magnífico guion del film, firmado originalmente por Andrew Niccol, pero parece que ampliamente retocado por Peter Weir (como hemos estado viendo que suele hacer en todas sus películas). Como ya hemos dicho, casi podría ser un episodio de la Twilight Zone convertido en largometraje, por lo inquietante del mundo que nos retrata, un mundo distópico que se asemeja sospechosamente al nuestro (no hay tecnologías avanzadas, más allá de lo gigantesco del plató televisivo o de los aspectos éticos que implica).
Truman Burbank (atención al apellido, ideal para alguien que vive permanentemente en un plató montado en Los Angeles) es el primer humano que tiene a una corporación como “padre legal”, la que produce “El show de Truman”, rodado en un bello y apacible pueblo costero, Seahaven, recreado hasta el más mínimo detalle en un estudio de televisión de dimensiones colosales. La película se abre con el creador y director del programa (Ed Harris), un misterioso individuo, endiosado en su papel de demiurgo, que responde al sonoro nombre de Christof (de evidentes resonancias cristianas… algo que no se queda solo en el nombre), advirtiéndonos que no hay nada “falso” en Truman:
We've become bored with watching actors give us phony emotions. We are tired of pyrotechnics and special effects. While the world he inhabits is, in some respects, counterfeit, there's nothing fake about Truman himself. No scripts, no cue cards. It isn't always Shakespeare, but it's genuine. It's a life.
O sea, el protagonista (Jim Carrey, cómo no) alrededor del cual gira un negocio de enormes proporciones (se emplean miles de personas en su realización; los beneficios que genera la publicidad que aparece en el programa se deduce que son astronómicos; el número de espectadores en todo el mundo es de cientos de millones durante las 24 horas), va a ser mostrado en todas las facetas de su vida “tal cual” (bueno, todas, todas, no; ya conocemos la aversión de Weir por mostrar escenas de sexo... ¿qué hubiera hecho un Cronenberg?), al natural, sin que él tenga la más mínima noción de ser un actor. Un personaje de estas características requiere un adiestramiento que no se explicita, pero que yo creo que está implícito. Imaginaos que Truman hubiera resultado ser un auténtico muermo, un tipo aburrido, soso, antipático. ¡Qué fracaso de programa! Al contrario, ha de ser alguien capaz de mantener la atención del público a lo largo de los 365 días del año durante décadas. ¡Ha de ser un histrión a la fuerza! Y en ese aspecto, creo que la elección de Carrey es acertada, es alguien sobre quien el espectador dirige la mirada casi sin querer, le guste o no lo que ve.
Al contrario, todo el resto de figurantes es más bien anodino: su mujer, Meryl (Laura Linney), es una enfermera que repite machaconamente eslógans publicitarios dentro de su conversación (uno se pregunta por qué esto no le ha resultado extraño a Truman hasta ahora… ¿todo el mundo habla igual?);
Marlon (Noah Emmerich), su amigo del alma, con el que comparte los momentos de intimidad, las confesiones y los packs de cerveza, un tipo sensato, sereno, siempre a punto de ayudarlo, que trabaja en lo que parece una especie de supermercado;
su madre (Holland Taylor), que le aporta los recuerdos de la infancia, las fotos del pasado, los consejos “maternales”, etc. O sus compañeros de trabajo, que parecen tan aburridos y grises como él mismo.
Pero el programa necesita algo para generar el interés del público. Hace un tiempo, de hecho muchos años antes, fue la “muerte” del padre (Brian Delate) y ahora es su accidental reaparición (un elemento un tanto forzado, todo sea dicho). De fondo, hay otro incidente que ha marcado a Truman: su enamoramiento juvenil de Lauren (Natascha McElhone), por la que mantiene una pasión a escondidas, y que le alimenta un deseo: viajar a Fiji para reencontrarse con ella (o sea, dejando atrás mujer, familia, trabajo, amigos). Ese deseo de aventura, de viajar a un mundo exótico (algo muy weiriano), se ve frustrado por su temor al agua (generado por la supuesta muerte de su padre, ahogado) y por el miedo a los accidentes (de avión, de una central nuclear), que se le inoculan como gérmenes del conservadorismo que impregna su vida.
¿Qué tiene de interés una vida tan gris y monótona? ¿Tan parecida en definitiva a la de la mayoría de nosotros? ¿Por qué los espectadores se apasionan ante la cotidianeidad de un ser tan parecido a sí mismos, con sus pequeños dramas, sus pequeñas aventuras? Es como mirarse al espejo, como eso que tanto le gusta a Truman: jugar con su imagen, fantasear con ella.
Esas preguntas son las que me llevan a pensar que en realidad los personajes más interesantes del film son esos espectadores anónimos (el de la bañera; los vigilantes del parking; las dos mujeres ancianas; la clientela del bar…) y, a través de ellos, nosotros mismos. Ese juego de espejos a diferentes niveles es uno de los mayores aciertos de la película.
Pero esa aparente calma va a empezar a desmoronarse por una serie de incidentes: la ya comentada aparición, como si fuera un resucitado, del padre de Truman, y su posterior “secuestro”; una interferencia en una emisión de radio; cierto patrón fijo en las personas o vehículos que pasan por la calle; la caída de un foco del plató (detalle filmado de manera un tanto tramposa, puesto que… ¿quién monta la escena que vemos?);
un chaparrón que lo persigue por la playa; los dedos cruzados de Meryl en una foto de su boda, etc., pequeños detalles que acumulados van a provocar las sospechas de Truman, aunque Christof salve el momento recurriendo al reencuentro de padre e hijo, momento en que Weir se explaya mostrándonos el proceso de creación del programa, el dominio total de Christof sobre los elementos materiales y humanos que están en juego (un apunte: la música interpretado en la cabina de control del plató corre a cargo de su autor, Philip Glass, aunque quien firme la banda sonora será Burkhard Dallwitz).
Ese progresivo despertar de Truman a la realidad va a tener un catalizador: Lauren (en realidad, Sylvia, una de las personas a las que vemos viendo el programa, pero con una actitud muy distinta al resto).
Poco a poco, Truman ha reconstruido su imagen con recortes de revistas, guardándola como un tesoro escondido en el sótano de su casa. Finalmente, después de algunos intentos frustrados, dará el paso. Y esta vez de la manera que menos se podía esperar: a bordo de un pequeño barco. Para atraparlo y “devolverlo a la realidad”, es decir, a su falsa existencia, la población de actores, figurantes y técnicos de Seahaven se moviliza (y de paso nos da la medida del verdadero interés que tienen respecto a Truman). Weir lo filma mediante unos planos que nos recuerdan Invasion of the Body Snatchers (tanto la de Siegel como la de Kaufman).
Christof, como un dios griego desde el Olimpo, le enviará desde las alturas terribles tempestades para frenarlo, a riesgo incluso de matarlo en directo, pero Truman consigue sobrevivir y llegar al límite de su mundo: el falso horizonte que encierra el plató. Ese es, desde luego, uno de los momentos más brillantes de la película: Truman comprueba que en lugar de cielo y nubes lo que hay es una pared, y que puede “caminar sobre las aguas”, hasta alcanzar una puerta que supone la posibilidad de liberarse (algo inverso al Max de Fearless, que encontraba el camino de vuelta a la vida a través de un agujero blanco). Por cierto, ese “negro” de la puerta se aprecia claramente que es una pared pintada, no un hueco, en los planos que ve Christof desde su ordenador (una especie de tablette, que en su momento parecía algo muy moderno). Ni Christof desde las alturas (mediante una simbología claramente religiosa) podrá frenar las ansias de libertad de Truman.
Y así, con la desenvoltura practicada durante años, Truman se despide de la audiencia y se dispone a vivir… ¿anónimamente? ¿Cómo será la vida después del show? ¿Y cómo será el show sin Truman? Como dice uno de los vigilantes, habrá que ver qué otros programas “echan en la tele”.
Siguiendo con las imágenes de resonancias religiosas, fijaos en ese Truman con los brazos en cruz ante un fondo celestial
La película es de una gran riqueza argumental, genera multitud de preguntas y de líneas interpretativas diversas. La gracia de Weir es haberlas integrado en una narración coherente, de ritmo perfecto, y brillantemente realizada, con una bella fotografía de Peter Biziou, muy nítida, de colores vivos, como si de un anuncio televisivo se tratara, en donde todo se ha de ver a la perfección (por cierto, Biziou fue el director de fotografía de un film capital en la estética de los 80: Nueve semanas y medio).
¿Qué falla en The Truman Show que me impide considerarla redonda? Algunas cosas ya las he nombrado antes: el personaje y la interpretación de Natascha McElhone, poco creíble dentro y fuera del plató; el envaramiento de Ed Harris, aunque eso quizá sea más bien atribuible a Weir y su manera de entender el personaje (por cierto, qué poco sabemos de Christof, daría para otra película); la reiteración a la hora de filmar a los espectadores (aunque es evidente que es intencionada, a mí me parece demasiado repetitiva y poco atractiva); ciertos manierismos formales que no acaban de funcionar: por ejemplo, esa pretensión de que todo lo que vemos dentro del programa está filmado por cámaras es algo que no se sostiene, Weir no fue tan radical en su planteamiento como lo hubiera podido ser, en beneficio, quizá, de un ritmo de las imágenes más fluido, pero más convencional.
A pesar de estos pequeños reproches, me parece un film espléndido, que mantiene totalmente su vigencia, y que marca, sin duda, uno de los puntos culminantes de la filmografía del australiano… pero que, a mi modo de ver, se vería incluso superado por la película de la semana que viene: Master and Commander.
Última edición por mad dog earle; 29/08/2019 a las 20:23
Pues básicamente lo has dicho todo. Añado que los espectadores han visto a Truman desde pequeñito y por tanto, le tienen un especial afecto. Y por otro, Truman se ha criado en ese mundo por lo que acepta como natural muchas cosas durante mucho tiempo,...hasta que ocurren ciertos detalles que le harán cuestionarse cosas, cada vez, más importantes.
A mí me sigue pareciendo una gran película, muy innovadora en su tiempo, y tristemente, muy vigente, lo que es otro acierto de su guionista y director.
Finalizo, yo creo que lo más importante que nos transmite la película (entre otras muchas cosas) es que si es grave la manipulación a Truman, aún peor es la manipulación que lleva aparejada a la audiencia, a nosotros, que muchas veces no nos damos cuenta (el gran público) de lo que está pasando.
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Dado que voy a tener ruido toda la noche creo que no tendré problemas (salvo los crónicos de salud) para comentar EL SHOW DE TRUMAN aunque el compañero Earle ya la ha diseccionado magistralmente.
Y si no vence el sueño tal vez haga un breve comentario en "el otro rincón" de la película que vi ayer, uno de esos "clásicos" de los '80 que ha envejecido espantosamente mal.
Esta noche sin falta entregaré el postergado comentario de EL SHOW.
Con el tema de las fiestas de mi pueblo (que hoy, por fin, han terminado) y el ruido que había he preferido revisar un par de "clásicos" de los '80 que he comentado en "el otro rincón".
11. THE TRUMAN SHOW (1998, EL SHOW DE TRUMAN (UNA VIDA EN DIRECTO))
Copyright 1998 by Paramount Pictures Corp.
Compañía: Paramount Pictures presents a Scott Rudin production.
Productores: Scott Rudin, Andrew Niccol, Edward S. Feldman, Adam Schroeder y Richard Luke Rothschild.
Guión: Andrew Niccol.
Diseño de producción: Dennis Gassner.
Fotografía: Peter Biziou (en color y formato panorámico (1.85:1)).
Música original: Burkhard Dallwitz y Philip Glass.
Reparto: Jim Carrey (Truman Burbank), Laura Linney (Meryl), Noah Emmerich (Marlon), Natascha McElhone (Lauren/Sylvia), Holland Taylor (La madre de Truman), Brian Delate (El padre de Truman) y Ed Harris (Christof).
Duración: 1 h 38 m 45 s.
No creo que sea coincidencia que dos películas tan aparentemente disímiles como son BLADE RUNNER (1982) y EL SHOW DE TRUMAN (1998) – la primera más bien una distopía y la segunda más bien una utopía (más adelante veremos que ninguna es, en el fondo, lo que aparenta ser) - empiecen de una forma similar: un rótulo en el que se incluye la siguiente leyenda:
- BLADE RUNNER: Los Angeles / Noviembre de 2019
- EL SHOW DE TRUMAN: Día 10.909
Y digo lo de coincidencia porque ambas en realidad proceden de una misma fuente: la obra del autor norteamericano de ciencia ficción Philip K. Dick (1928-1982).
Y es que EL SHOW DE TRUMAN viene a ser una relectura de la primera novela en tapa dura del autor, TIME OUT OF JOINT (1959, TIEMPO DESARTICULADO (EDHASA, Clásicos Nebulae, 1988)).
En dicha novela el protagonista, Ragle Gumm, comparte alojamiento con su hermana, su cuñada y el hijo de éstos.
Su única actividad se circunscribe a rellenar y enviar todas las semanas el formulario de un concurso organizado por un periódico (“¿Dónde estará la próxima vez el hombrecito verde?”), concurso que gana indefectiblemente una y otra vez.
No voy a extenderme más en el argumento de la novela. Pero lo importante y por ello me he referido a ella es que Raggle es, en realidad, el elemento clave que usa el gobierno de los EEUU para evitar una guerra nuclear contra la URSS (aunque no se refiera a ella de manera directa) – la paranoia de la guerra nuclear (así como los escenarios postapocalípticos) forman parte de lo más característico de su obra - porque posee la capacidad de predecir los movimientos tácticos del enemigo con total precisión. Y por ello nuestro protagonista vive en un mundo diseñado en exclusiva para él, donde todo gira en torno a él y donde él se sienta seguro y protegido y así poder realizar su vital misión sin interferencias de ningún tipo. Pero Raggle está empezando a cuestionarse el mundo en el que vive.
Y hasta aquí puedo leer.
Si la similitud entre el guión (original) de Niccol (al que debemos una película tan atractiva como GATTACA (1997)) y la novela de Dick no es evidente me como ahora mismo mi sombrero de Dick Tracy…
Ojo. No estoy hablando de plagio, ni mucho menos, porque además Weir (y Niccol) hablan de muchas otras cosas que no aparecen en la novela de Dick, especialmente la imparable influencia de los medios de comunicación en la sociedad actual así como el carácter de soñador del protagonista que parece acercarlo al George Bailey (James Stewart) de QUÉ BELLO ES VIVIR (1946). O del uso y abuso de la publicidad en la televisión (extrapolable a cualquier otro medio).
Pero desde luego la línea argumental es demasiado similar como para ser una simple coincidencia y más teniendo en cuenta que la obra del prematuramente desaparecido Dick es, con toda seguridad, la más adaptada a la gran (y a la pequeña) pantalla.
De igual manera el personaje encarnado (magníficamente, lo siento, amigo Fletcher) por Jim Carrey nos recuerda al Scottie Ferguson (de nuevo James Stewart) de la obra maestra de Hitchcock (¿de qué me suena este nombre?) DE ENTRE LOS MUERTOS (1958), donde se transmuta el vértigo del protagonista en el miedo al mar (ambos relacionados con dolorosos sucesos).
Y en cuanto a la adecuación de Jim Carrey al personaje (que yo, en términos generales, califico de modélica – de nuevo remito a una película posterior del actor, la extraordinaria MAN ON THE MOON (1999) del recientemente fallecido Milos Forman, donde el actor hace una caracterización asombrosa del famoso cómico Andy Kaufman - ) ya el propio título de la película nos da una pista del por qué de su elección.
Leámoslo con lentitud: EL SHOW DE TRUMAN.
O sea, como el show de Lucille Ball o el show de Carol Burnett (por cierto, qué bonitos recuerdos me trae esta serie de mi infancia…).
Vamos, que la propia palabra lo dice. Es el show de Truman ergo El show de Carrey.
He ahí la cuestión.
Y coincido en que todos los actores están muy bien, especialmente Laura Linney como la esposa de Truman y Noah Emmerich como su mejor amigo. Y aunque a mí si me gusta Natascha McElhone (tanto como actriz como mujer – la encuentro francamente hermosa - ) coincido en que el personaje no encaja bien en la historia (y ese final con ella corriendo en busca de Truman es ciertamente chirriante). Sí estoy con mad dog earle en que el Christof (por cierto, nada sutil el nombre) encarnado por el siempre excelente Ed Harris (al que creo que volveremos a ver en la última película – hasta hora – del director objeto de la presente revisión) me parece un tanto excesivo, una especie de Dios celoso que pone a prueba a su hijo favorito y al que trata de una forma ambigua (por una parte dice protegerlo del mundo hostil en el que se ha convertido nuestro planeta - ¡qué diríamos ahora! – (apunte para tomaszapa: “Wild World” del LP de Cat Stevens “Tea for the Tillerman” (1970)) y por otra parte se aprovecha de esa falsa realidad en la que ha vivido Truman (y no lo olvidemos todos los que comparten esa fantasía con él) para hacerse inmensamente rico e inmensamente popular – no sé en realidad qué es lo que más valora Christof).
Tal vez nos puede parecer extraño o incluso inverosímil que un programa pueda mantenerse durante tantos años y con unas audiencias tan brutales. Sin embargo, como bien dice Christof al principio de la película – y una de las claves para entender la misma – es que la vida de Truman pese a ser simulada es REAL.
- Por cierto, el tema de qué (o quién) es real es uno de los tratados por Philip K. Dick a lo largo de toda su bibliografía… -
Quizás me cuestiono alguna de las ideas del guión de Niccol o de la relectura elaborada por Weir acerca de la forma en la que Truman se va dando cuenta poco a poco de las cosas, algunas de ellas, como el del personaje del padre o de su antigua novia, ciertamente traídas por los pelos.
Igualmente el personaje encarnado por Ed Harris alterna escenas magníficas (bien escritas y bien interpretadas – como cuando se dirige por primera vez a Truman como si fuese Dios hablando con uno de los profetas - ) con otras en las que el personaje se me hace demasiado cargante, con una pose de alguien por encima del bien y del mal, que no admite (ni perdona fallos) y que se cree un auténtico genio.
El final, aparentemente feliz, con Truman volviendo al mundo real (aunque en realidad nunca formó parte de él) y el reencuentro con su antiguo amor no lo es tanto si pensamos que, una vez fuera del programa que le ha convertido en una estrella a nivel mundial, su futuro es, cuando menos, incierto.
E igualmente brutal es que después de tantos años de emisión continua y formando parte Truman de la familia de los millones de seguidores de la serie, tan pronto como consigue su libertad es rápidamente olvidado como si nunca hubiese existido. Yo diría que es un final absolutamente terrible.
Sin duda, una película que no ha perdido un ápice de interés y uno de sus títulos más atractivos dentro de su etapa norteamericana.
Y todo un clásico del cine de ciencia ficción, diría yo.
Feliz noche y, por favor, no cambien de canal.
Por si no nos vemos luego: ¡buenos días, buenas tardes y buenas noches!.
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Última edición por Alcaudón; 02/09/2019 a las 01:27
Compañero Alcaudón, sólo comentar que por el camino, te se han caído las fotos![]()
Pelín exagerado, ¿no?Creo que Dick no es rival del bardo de Stratford-upon-Avon, por ejemplo.
Por lo que se refiere al resto del comentario, creo que coincidimos en general, salvo en lo que respecta a la señora McElhone (que también me resultó de lo más cargante en la adaptación de Solaris dirigida por Steven Soderbergh).![]()
Me refería al autor de ciencia ficción más adaptado a la gran pantalla.
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Poca ciencia ficción escribió Jules Verne, amigo Earle.![]()
Intuía que El show de Truman nos iba a gustar a todos. Consenso absoluto.
Ese Wild world, que ha sido decenas de veces versioneado, extraído del cuarto álbum de Cat Stevens, alcanzö el número 11 del Hot 100 en la semana del 10 de abril de 1971. El top-10 esa semana estaba plagado de enormes artistas
Ike and Tina Turner (Proud Mary), Janis Joplin (Me and Bobby McGee), Carpenters (For all we know), She´s a lady (Tom Jones)y en el top-3:
3. Joy to the world- Three dog nights
2. What´s going on- Marvin Gaye
1. Just my imagination- Temptations.
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¿Verne poca ciencia ficción? Así, de memoria, diría: "20.000 leguas de viaje submarino", "La isla misteriosa", "Viaje al centro de la Tierra", "De la Tierra a la Luna", "Dueño del mundo" y algunas más, todas ellas con numerosas versiones cinematográficas. Solo con las adaptaciones de estas, seguro que superan las de Dick. Y podríamos hablar de H.G.Wells.![]()
Me reitero en que Jules Verne escribió poca ciencia ficción. Básicamente me quedaría con el díptico DE LA TIERRA A LA LUNA / ALREDEDOR DE LA LUNA y HÉCTOR SERVADAC.
Para mí lo mejor de su obra, el tríptico LOS HIJOS DEL CAPITÁN GRANT / VEINTE MIL LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO / LA ISLA MISTERIOSA, no creo que deba considerarse una obra de ciencia ficción (desde luego la primera no lo es) dado que el submarino ya estaba inventado en aquella época.
E incluso otra de sus obras que más aprecio (y que más veces he leído) VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA es más una fantasía que una novela de ciencia ficción.
De hecho, su gran serie, los Viajes Extraordinarios, no creo que deban considerarse como extrapolaciones científicas sino como (¿simplemente?) novelas de aventuras.
Por cierto que atesoro como joyas los volúmenes editados por Aguilar dentro de su colección El lince inquieto en papel Biblia y con los grabados de las ediciones ilustradas (que no fueron nunca las primeras ediciones).
Tomo 1:
- CINCO SEMANAS EN GLOBO (1863) 1ª
- VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA (1864) 3ª
- VEINTE MIL LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO (1869-1870) 6ª
Ah, qué recuerdos me traen...![]()
Hombre, el submarino ya se había inventado, pero no uno como el Nautilus, que vuelve a aparecer en "La isla misteriosa". En todo caso, sin duda Verne (y también Wells: "La máquina del tiempo", "La guerra de los mundos", "La isla del Dr.Moreau", "El hombre invisible", etc.) han estado más adaptados al cine que no Dick (solo 34 referencias en imdb, frente a 116 de Wells y 169 de Verne). Sobre si las novelas de Verne son ciencia ficción o no, creo que muchas de ellas sí lo son, pero no me discutiré por una etiqueta, menos por una tan vaporosa como la de ciencia ficción. Que los elementos científicos de sus novelas vengan arropados por la aventura no les quita mérito, creo yo, como para formar parte de las obras pioneras de la ciencia ficción.
Wells es el padre de la ciencia ficción.
Verne sería un tío.
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Ya he dicho todo lo que tenía que decir de Jim Carrey, la cera y mi disgusto por el actor ya ha sido dado, sólo comentar que Weir no buscaba a Jim Carrey y sus muecas concretamente, y si que buscaba un actor comercial de primera fila, pero a mi pesar, ya sea por elección o por descartes, "el muecas" fue el elegido. Dicho esto prometo a no nombrar más a Carrey en la modesta reseña.
Decir que lo que encuentro más interesante del film, es la juguesca a tres bandas que Weir nos muestra y lo filma con maestría, la del público, la de los creadores de la serie, y la de los actores y Truman. En todo momento combina dichos tres elementos a la perfección, creando 0 problemas de ritmo, el film es un no parar del minuto 0 al último, creo que es el film más trepidante en cuanto a ritmo de la filmografía de Weir.
En cuanto a los actores decir que todos me parecen que estan a gran nivel, excepto. Ed Harris me parece que proyecta a la perfección todo lo que un auto impuesto Dios puede mostrar, para los críticos del personaje de Harris, decir que apenas tuvo días para trabajar y pulir al personaje, ya que su papel inicialmente debía ser interpretado por Dennis Hopper, el cual duró dos telediarios por diferencias, no se si con Weir o con todo el equipo, cosa que agradezco, ya que salvo trabajos puntuales, Hopper nunca ha sido muy de mi agrado. Destaco a Laura Linney como fantástica mujer fake de Truman y el "amigo del alma" de Truman, Noah Emmerich. Como anécdota decir que Joel McKinnon Miller, unos de los espectadores, hace el mismo papel potenciado mil veces, en la irregular pero divertida serie "Brooklyn nine nine", haciendo de los mismo,de policia pasivo devorador de pizzas, uno de los personajes (Scully) más interesante de la serie junto a su pareja de escenas, Hitchcock.
En cuanto a la reflexión que puede dar de si el film, se dice mucho sobre la crítica a los medios de comunicación, a los creadores de productos de dudosa calidad y moral, pero yo creo que el film va directo a la yugular del espectador, que sin él, tanto los creadores como el producto en si, tuviera una durada efímera y olvidable a los segundos del postvisionado, es por tanto el espectador, o sea, nosotros, quien elige por masividad lo que interesa o lo que no. Aunque eso no creo que sea una crítica negativa hacia la imbecilidad general nuestra, del espectador, a la hora de elegir lo que ver o lo que no ver, simplemente nos movemos por el voyeurismo y la necesidad de saber lo que hacen los demás, independientemente del juicio moral al que nos sometemos por ver a Truman, ya que sabemos de la injusticia hacia él por el desconocimiento del no saber de su situación, pero la aceptamos y vivimos sin problemas con ello. Claro estamos hablando de manera general, en el film, apoyado por una audiencia mundial de 30000 millones de espectadores, sin esos números el producto es, como he dicho, pasajero y olvidable, por la tanto, indirectamente el espectador es el juez del producto. A las pruebas me remito, el espectador ha decido que los programas más solventes y con más audiencia del mundo son los grandes hermanos & CO, o sea voyeurismo puro, de ahí la trillada frase de "yo no veo gran Hermano" pero las cifras dicen lo contrario, es el programa que nadie ve con más audiencia de mundo, de ahí nos lleva a la moralidad comentada del espectador, que sabe que está viendo basura, que le mueve el saber hacía los demás, y muchas veces, lo esconde y le da vergüenza admitirlo, esto en el film no aparece, eso es más nuestro.....por cierto yo no veo gran hermano.
En resumen, estamos ante quizá uno de los mejores films del director, aunque tiene el punto débil de J, el cual para mi, le hace bajar un par de escalones, no 39, pero si 2, (festival entrecruzado del humor!!!!).
Ya sabéis que yo sólo veo los documentales de La 2.
Christof, como algunos padres, cree que lo que él piensa es lo mejor para Truman, al que considera como su hijo. Por lo tanto le anula totalmente a la hora de que pueda tomar la iniciativa y decidir el rumbo de su vida como mejor le plazca.
Y si el futuro de Truman fuera del concurso es ciertamente negro (un Robinsón Crusoe que se ha pasado toda su vida en una burbuja de cristal) también es difícil saber que hará Christof a partir de ahora. ¿Creará un nuevo programa y volverá a tener audiencias millonarias o se retirará a su propia burbuja de cristal donde pueda volver a sentirse un dios?
Última edición por Alcaudón; 02/09/2019 a las 15:25