Picnic en Hanging Rock (Picnic at Hanging Rock, 1975)
Con Picnic en Hanging Rock Peter Weir consiguió, con solo 30 años, una película que se acerca, si es que no lo es, a la consideración de obra maestra. Con guion de Cliff Green, Weir adapta una magnífica obra de Joan Lindsay (1896-1984), escritora australiana conocida sobre todo por esta novela.
El 14 de febrero de 1900, día de San Valentín, las alumnas del Colegio Appleyard, un internado para señoritas de clase alta en la provincia australiana de Victoria, próximo a Melbourne, salen de excursión a Hanging Rock, un conjunto rocoso de origen volcánico, de aspecto sombrío y formas caprichosas. Allí, después de celebrar, con tarta incluida, la festividad, y mientras la mayoría de alumnas, el cochero y las dos profesoras que las acompañan duermen la siesta, cuatro chicas, Miranda, Irma, Marion y la protestona Edith se dirigen a explorar la montaña.
Solo una de ellas regresará, completamente histérica: Edith, la menos favorecida físicamente. Una de las profesoras, Miss McCraw, y las tres restantes chicas desaparecen. A pesar de todos los esfuerzos, de las batidas de policía y lugareños, solo una de ellas, Irma, aparecerá al cabo de unos días, sin que nunca se llegue a saber qué ha sido de las restantes desaparecidas ni qué es lo que ha sucedido.
Este argumento, misterioso, enigmático, fascinante, está extraído casi al pie de la letra de la novela de Lindsay. Tanto la novela, como su traslación a la pantalla, juegan con la ambigüedad de generar la duda sobre si se trata de un hecho real o no, aunque lo cierto es que estamos ante una obra de ficción. Además de ser notablemente fiel a la letra de la novela, Weir aporta un plus plenamente cinematográfico: la atmósfera visual y sensorial. Esa atmósfera, la densidad que adquieren las imágenes, se refuerza gracias a un excelente tratamiento de la banda sonora, a base de una música que a veces suena casi como rock sinfónico, con sonido de sintetizadores, en otros momentos tiene un corte más clásico, con música de piano, y en los momentos clave, como si de un encantamiento se tratara, hace su aparición el sonido de una flauta de pan (que, por cierto, sirve para alimentar una interpretación un tanto excesiva en el libro de Zubiaur). Pero no solo la música genera esa atmósfera, sino que toda una serie de sonidos profundos, oscuros, como si surgieran de las mismas rocas ennegrecidas de Hanging Rock, nos mantienen en estado de tensión. Es como si la montaña respirara, como si se tratara de un enorme ser monstruoso. Aquí Weir se adelanta a ciertos usos del sonido que poco tiempo después David Lynch convertirá en marca de fábrica.
Esa banda sonora, espléndida, es el complemento perfecto de la fotografía de Russell Boyd, en especial del tratamiento visual de las localizaciones en la montaña y sus alrededores. El inicio del film, con un plano general de Hanging Rock, con la niebla concentrada en su falda, ya es premonitorio de que en ese lugar vamos a trasportarnos a otro mundo, lejos del disciplinado funcionamiento del Colegio Appleyard.
Sus alumnas, en edad de despertarse al sexo, de dejar atrás la infancia, experimentarán unas emociones singulares durante la jornada del 14 de febrero. Weir filma con gran sensualidad ese picnic de infaustas consecuencias.
Y posteriormente el deambular por entre las rocas de las intrépidas muchachas, descalzas y sin medias:
Pero si algo nos atrae y nos fascina es una de las muchachas en particular, Miranda (Anne-Louise Lambert).
Miranda es, como se reitera en el film, bella y libre como un cisne. El magnetismo que irradia enamora incluso a sus compañeras, en especial a la joven Sara, con la que comparte habitación, a la que aconseja que no se ate en exceso a ella, puesto que pronto ya no estará con ella (palabras enigmáticas que poco después cobrarán un sentido especial), momento que Weir filma con un alambicado juego de espejos.
Pero Miranda también fascinará al joven Michael (Dominic Guard), muchachito inglés de visita al continente australiano, que se aloja en casa de su tío, el coronel Fitzhubert. Michael será la última persona en ver a las chicas esa tarde de picnic, y después, en compañía de Albert (John Jarratt), el encargado de los caballos en la finca de su tío, llevará a cabo por su cuenta la búsqueda de las desaparecidas, coronada con éxito, pero solo parcial, ya que solo aparecerá Irma, inconsciente y sin memoria de nada de lo sucedido.
Toda la rígida disciplina de la escuela, ese corsé ideológico y de conducta que aprieta a las muchachas como los corsés con que ciñen sus cinturas (y que habrá desaparecido del cuerpo de Irma cuando aparezca), está dirigido por Mrs. Appleyard, una viuda con tendencia al alcoholismo (algo más reiterado en la novela), que focaliza sus tendencias más crueles y sádicas en la pequeña Sara,
hasta el punto que la chica acabará muriendo, en lo que parece un suicidio, pero que bien podría ser un asesinato. En todo caso, Mrs. Appleyard no podrá soportar la ruina de la escuela, como consecuencia de la fama negativa generada por las desapariciones y la consiguiente deserción de las alumnas, ni quizá la mala conciencia respecto a Sara, y se despeñará en Hanging Rock (algo que en la novela se describe con precisión, pero que en la película se narra por medio de un rótulo final).
La película está repleta de momentos brillantes, siempre con un tratamiento visual tremendamente atractivo, como cuando una Irma ya recuperada visita a sus antiguas compañeras vestida con un vibrante vestido rojo, provocando la histeria de las muchachas.
Momento que nos servirá también para ver el tipo de tortura a que se somete a Sara, para corregir su tendencia a caminar inclinada:
O los paseos laberínticos de las muchachas por entre las rocas, como si se movieran por el interior de un organismo vivo, lleno de cavidades y enormes rocas de aspecto fálico.
No me alargo más. En todo caso, un par de informaciones adicionales. Para quien quiera comparar el film de Weir con otra adaptación de la novela (más extensa pero menos fiel en algunos aspectos), hay una serie de televisión australiana, protagonizada por Natalie Dormer como Mrs.Appleyard, El misterio de Hanging Rock.
Y un descubrimiento sorprendente: John Jarrat que interpreta a Albert, el caballerizo,
es el mismo actor, ni más ni menos, que el que encarna a Mick Taylor, el terrorífico serial killer de Wolf Creek, convertida ya en saga y en serie televisiva.
A estas alturas, supongo que ya debe haber viajes turísticos que combinen una excursión a Hanging Rock con una visita a Wolf Creek (que recordemos es un cráter de volcán).
La semana que viene seguiremos con ese tono misterioso y esotérico, con la espléndida La última ola.