Otra que se me ocurre ahora es otro clásico que me encanta: Vampyr, de Dreyer, se rodó en un intervalo de tiempo bastante largo y con dificultades económicas. La pasta la puso un aristócrata excéntrico al que le gustaba el cine y que tuvo más de un disgusto con la ocurrencia peculiar que tuvo: se hizo amigo de Dreyer y se ofreció a financiarle la película a cambio de ser él el prota. Y ahí lo tenéis. La película, además, fue un desastre de crítica y público cuando se estrenó, aunque hoy es un clásico que sorprende por sus oníricas imágenes de una inquietante belleza:
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