Siempre recordaré mi estupefacción cuando, allá por los noventa, en mi videoclub de confianza ("Diablito" se llamaba, a más señas) indiqué muy educadamente al dependiente del mostrador que igual tener Urotsukidoji en la sección infantil no era la idea más sensata y que le podía traer alguna reclamación importante..., por las violaciones y eso.
