EL ÚLTIMO GRAN ROMÁNTICO DEL CINE CLÁSICO NORTEAMERICANO
O
REVISANDO LA FILMOGRAFÍA DE NICHOLAS RAY / PARTE XVII:
PARTY GIRL (1958, CHICAGO, AÑO 30)
Estudio: Euterpe, Inc. / Metro-Goldwyn-Mayer Corp. / Loew’s Inc.
Productor: Joe Pasternak.
Guión: George Wells, a partir de una historia de Leo Katcher.
Dirección artística: William A. Horning y Randall Duell.
Fotografía: Robert Bronner (en
Metrocolor y
CinemaScope).
Asesor de color: Charles K. Hagedon.
Música: Jeff Alexander.
Reparto: Robert Taylor (Thomas Farrell), Cyd Charisse (Vicki Gaye), Lee J. Cobb (Rico Angelo), John Ireland (Louis Canetto), Ken Smith (Jeffrey Stewart), Claire Kelly (Genevieve Farrell), Corey Allen (Cookie Lamont).
Duración: 95 minutos.
Inicio de rodaje: marzo de 1958.
Estreno: 28 de octubre de 1958.
Aunque las décadas de oro del cine negro fueron los años ‘30 y ‘40, todavía en los ‘50 se rodaron algunas excelentes películas potenciadas además, en algunos casos, por el uso del color y la aparición de los grandes formatos de exhibición.
El declive del sistema de estudios no impidió la elaboración de piezas tan atractivas como (por orden riguroso de estreno) NIAGARA (1953, NIÁGARA) de Henry Hathaway, ANGEL FACE (1953, CARA DE ÁNGEL) de Otto Preminger, PICKUP ON SOUTH STREET (1953, MANOS PELIGROSAS) de Samuel Fuller, THE BIG HEAT (1953, LOS SOBORNADOS) de Fritz Lang, THE BIG COMBO (1955, AGENTE ESPECIAL) de Joseph H. Lewis, THE PHENIX CITY STORY (1955, EL IMPERIO DEL TERROR) de Phil Karlson, SLIGHTLY SCARLET (1956, LIGERAMENTE ESCARLATA) de Allan Dwan, WHILE THE CITY SLEEPS (1956, MIENTRAS NUEVA YORK DUERME) de Fritz Lang, THE KILLING (1956, ATRACO PERFECTO de Stanley Kubrick, BEYOND A REASONABLE DOUBT (1956, MÁS ALLÁ DE LA DUDA) de Fritz Lang, TOUCH OF EVIL (1958, SED DE MAL) de Orson Welles y…
… PARTY GIRL (1958, CHICAGO, AÑO 30) de Nicholas Ray.
PARTY GIRL (un título no especialmente bien escogido dado el mayor protagonismo del personaje encarnado por el galán Robert Taylor frente a la “chica de compañía” que interpreta la hermosa Cyd Charisse – por cierto que el título que se le otorgó en nuestro país tampoco es correcto puesto que la acción no transcurre en 1930 sino “a principios de los años 30” como reza el cartel inicial de la película - ) está considerada con toda justicia una de las grandes obras de Nicholas Ray, una más que notable mezcla de géneros (cine negro, melodrama, musical) y donde la paleta cromática del director (ese “rojo Ray”, a imitación del tan alabado “rojo Minnelli”) juega una importancia decisiva tanto en el diseño de los interiores donde transcurre la acción como, especialmente, en el vestuario de los personajes, notablemente su protagonista femenina y su vestuario que alterna entre el rojo, el rosa y el naranja, a tono con los momentos más dramáticos (o emotivos) de la cinta.
Los protagonistas de la misma, Robert Taylor y Cyd Charisse finiquitaron aquí su prolongada estancia en la casa del león rugiente.
Robert Taylor estrenó ese mismo año tres excelentes películas que serían su canto de cisne en la productora: SADDLE THE WIND (1958, MÁS RÁPIDO QUE EL VIENTO), THE LAW AND JAKE WADE (1958, DESAFÍO EN LA CIUDAD MUERTA) y la hoy comentada. Sin lugar a dudas, los ‘50 fueron los mejores años en la carrera del actor.
Por su parte, Cyd Charisse había protagonizado alguno de los mejores musicales de la MGM junto a Gene Kelly o Fred Astaire como SINGIN’ IN THE RAIN (1952, CANTANDO BAJO LA LLUVIA), THE BAND WAGON (1953, MELODÍAS DE BROADWAY 1955), BRIGADOON (1954, ídem), IT’S ALWAYS FAIR WEATHER (1955, SIEMPRE HACE BUEN TIEMPO) o SILK STOCKINGS (1957, LA BELLA DE MOSCÚ).
Como decíamos la acción transcurre a principios de los años ‘30 (luego podremos precisar más la fecha exacta del inicio de la misma).
Estamos en un “night club” de Chicago, el “Golden Rooster”.
Mientras salen en pantalla los títulos de crédito y suena la canción “Party Girl” (interpretada por Tony Martin, el marido de Cyd Charisse) un ramillete de hermosas mujeres desfilan delante de un nutrido público (vestidos dorados frente a un fondo rojo) donde podemos observar al dueño del local y al mafioso Louis Canetto (John Ireland) y sus adláteres que apuntan los nombres de las mismas. Canetto parece tener un especial interés en Vicki Gaye (Cyd Charisse).
Al finalizar el número el dueño invita a sus coristas a una fiesta del capo Angelo Rico (Lee J. Cobb, una más que evidente traslación a la gran pantalla del mítico Al Capone – curiosamente, en la fundacional LITTLE CAESAR (1930, HAMPA DORADA), el personaje encarnado por Edward G. Robinson se llamaba Rico Bandello...) con el incentivo de ganar 100 dólares sólo por dejarse caer en la misma.
En el camerino Vicki comparte confidencias con su compañera de piso Joy (Myrna Hansen). Esta última lleva semanas sin saber nada de su novio mientras que la primera le cuenta cual es su filosofía de la vida con respecto a los hombres (algo que cambiará drásticamente bien pronto…).
A la entrada de la fiesta de Rico las chicas son agasajadas con pitilleras doradas.
Por fin vemos al anfitrión, encarnado por el gran Lee J. Cobb, una actor siempre excesivo pero igualmente convincente. Rico mira tristemente el retrato de alguien que no vemos en un principio. Un desconsolado Rico (como el personaje encarnado por Walter Brennan en THE WESTERNER (1940, EL FORASTERO) que idolatraba hasta la locura a la famosa Lilly Langtry) apenas hace caso a nadie.
Vicki, que ha accedido a venir a la fiesta, viste de un rojo profundo.
Al acceder al tocador las chicas desechan las pitilleras y sacan el contenido de las mismas: los 100 dólares prometidos (toda una suma en aquellos años). Ahí nos enteramos de que la mujer del retrato es la famosa (y malograda) Jean Harlow que ese mismo día se casaba [aquí podemos precisar más el año en que se inicia la acción, 1932 o 1933, cuando la estrella se casó por segunda y tercera vez, respectivamente]. Rico da la fiesta para olvidarla.
La mano derecha de Rico, Louis (el siempre desaprovechado John Ireland), encaprichado de Vicki y convencido de que ésta le da suerte la tiene a su lado mientras juega a los dados.
Es en ese momento cuando Vicki se gira y percibe la presencia de Thomas Farrell (un impecable Robert Taylor, el galán por autonomasia de la MGM) quien permanece medio oculto por el sillón en que se sienta y que está rodeado de “peces gordos”. Un primer momento mágico.
Louis sigue ganando al juego y recompensa a Vicki con 400 dólares por la suerte que le está dando.
En ese momento suenan unos disparos. Un atribulado Rico ha vaciado su revólver sobre el retrato de la actriz en un fútil gesto (aquí veremos por fin el rostro de la Harlow).
Farrell le recrimina la acción.
Vicki se acerca insinuante hacia Farrell. Y, por fin, establecen “contacto visual”. Vicki le pregunta si quiere llevarla a casa, a lo que el interrogado responde negativamente. Ella, en realidad, lo quiere es quitarse de encima a Louis. Pese a las reticencias iniciales, Farrell accede finalmente a acompañarla. Es en ese segundo momento mágico cuando ella se percibe de su cojera.
Aunque Louis trata de interponerse cede rápidamente el sitio a Farrell con un gesto de temor.
Ella le invitará a subir a su piso y tomarse un “cacao” (algo que sorprende al suspicaz Farrell). Es allí donde empezará a fraguarse esa historia de amor “bigger than life” tan típica del mejor cine de Ray cuando ambos se sinceran sobre sus vidas privadas. Y también sabremos que Canetto le tiene miedo a Farrell porque éste es su abogado defensor y está acusado de asesinato.
Pero todo acabará bruscamente al encontrar el cadáver de Joy, su compañera, que se ha cortado las venas en la bañera (de nuevo el rojo como elemento transgresor).
Farrell llevará a Vicki a su apartamento. Cuando ella agotada se queda dormida en el sofá veremos un tercer momento mágico: en el momento que Farrell la arropa con el abrigo de pieles vemos como su rostro se emociona al contemplar el hermoso cuerpo de la mujer, una visión negada para él durante demasiado tiempo…
A la mañana siguiente Farrell le pide (o mejor, le exige) a Rico que le proporcione un buen trabajo en el “night club” y que no mencione su nombre para nada. Un Farrell que pese a llevar los asuntos de Rico y defender a sus hombres le desprecia profundamente.
Si hablábamos de películas con juicios sin lugar a dudas el que se celebra en esa película es uno de los mejores. Y es que la defensa tan bien calculada de Farrell que sabe pulsar la tecla sensible de los jurados logrará la exculpación de Canetto pese a las evidencias más que claras de su culpabilidad. La habilidad de Farrell acentuando su cojera, ofreciendo su bastón al miembro más veterano del jurado y la narración sobre el reloj dan idea no sólo de la inteligencia del abogado sino también de la maestría de Ray en la puesta en escena y del impecable trabajo de Robert Taylor, en uno de sus mejores papeles en el ocaso de su carrera. Toda una lección de sabiduría.
Como el comentario está ya alcanzando proporciones bíblicas intentaré hacer como Alejandro Magno y el famoso nudo gordiano.
Los números musicales (bailados, no cantados – a Cyd Charisse siempre la doblaron en sus películas musicales - ) permiten el lucimiento de la protagonista, “las piernas más bellas de Hollywood”. En el primero el rosa profundo, tanto en el decorado como en el vestido (cada vez más escueto) de Vicki, imprega toda la pantalla y es un símbolo de la atracción más evidente que uno siente por el otro y que pronto se convertirá en un apasionado romance.
Será entonces cuando Farrell le cuente a Vicki la causa de su cojera y los motivos que le llevaron a ser el abogado personal de Rico. Una manera rápida de ganar dinero y posición aunque para ello haya tenido que tirar por la borda sus principios. También le comenta que se casó con una corista como ella (bueno, no como ella) pero que tan pronto como consiguió lo que quería le abandonó pues no soportaba tener a su lado a un “tullido”.
[La escena de la visita de la mujer de Farrell al camerino de Vicki fue eliminada de las copias estrenadas en nuestro país]
La historia de amor no hace más que afianzarse con el tiempo y, al contrario que en otras ocasiones en el caso de Ray, tendrá un final feliz.
Un Farrell al que se le ofrece la posibilidad de que le curen la pierna en Estocolmo, aunque ello suponga la separación de su amada durante más de un año.
Felizmente el tratamiento es eficaz y Farrell vuelve al continente casi completamente restablecido y es entonces cuando toma la decisión de abandonar a Rico y la vida que ello llevaba aparejada.
Sin embargo, Rico no está por la labor. Quiere que defienda a un “colega” suyo, Cookie (un Corey Allen que ya había trabajo con Ray en la mítica REBELDE SIN CAUSA). Un psicópata asesino con ínfulas de mafioso de alto “standing”. Vamos, un niñato de mierda. Farrell se niega en un principio porque ya tiene tomada su decisión pero Rico amenaza con hacerle daño a él (lo cual acepta sin pestañear) y más tarde a Vicki, lo cual hace finalmente que cambie de decisión.
El soborno del jurado permite la excarcelación de Cookie quien amenaza con matar al fiscal del distrito (el siempre eficaz Ken Smith). Siendo ahora más una molestia que un aliado, Rico elimina a Cookie y a su banda (y casi, de paso, a Farrell que intentaba razonar con él).
Farrell es detenido como testigo directo de la matanza pero se niega a testificar contra Rico. Piensa que el silencio puede salvar la vida de su amada.
Aquí se intercala un número musical – exigencias del productor y para dar el gusto a la co-protagonista – donde Vicki aparece vestida con una piel de leopardo (y el fondo dorado). En el camerino es visitada por el insistente Louis que trata de propasarse con ella.
Ese incidente acabará por inclinar la balanza a favor de la “delación” de Farrell al fiscal para garantizar la seguridad de Vicki, la única persona que le importa en el mundo.
Pese a todo los hombres de Rico logran capturar a Vicki antes de que ésta se encuentre a salvo en un lugar protegido y a partir de entonces Farrell se dedicará a buscar al primero aún a cuesta de su vida.
Finalmente el encuentro cara a cara entre el abogado y el mafioso se celebrará en un almacén abandonado. Rico coge un farolillo de papel (rojo brillante) y vierte sobre él una pequeña cantidad de ácido. Un ejemplo de lo que va a hacer sobre el rostro de Vicki.
La traen ante la presencia de Farrell con el rostro tapado y éste observa angustiado mientras le van quitando lentamente los vendajes y finalmente vemos que sigue siendo tan hermosa como siempre. El rostro aliaviado de Farrell nos cuenta toda la angustia de la incertidumbre.
En otra espléndida escena (por cierto, con el doblaje en castellano se tergiversa totalmente la misma) Farrell, usando la misma estrategia que ante el jurado en el caso Canetto, casi acaba por convencer a Rico de que cambie de actitud. Todo un prodigio tanto en los diálogos como en la actuación de Taylor y Cobb y, por supuesto, del que se sienta en la silla del director.
Pero en ese momento llueven los disparos de la policía y ese momento mágico desaparece, como lágrimas en la lluvia…
La muerte de Rico, primero por el ácido con el que había amenazado a Vicki y luego acribillado a balazos es el final de algo…
… pero también el principio de una historia de amor que viene a llamar una vez más la atención sobre el rótulo que encabeza estos modestos comentarios...
… Nicholas Ray, el último gran romántico del cine clásico norteamericano.
P. D.
Edición de la que ha partido el visionado:
Versus Entertainment (2010).
P. P. D.
Debido a problemas operacionales (vamos que tengo que pasar por el quirófano – nada grave, tranquilos
- ) estaré un tiempo ausente de los foros). Por ello las siguientes entregas de la revisión de Nicholas Ray deberán esperar su momento. Me hubiera gustado comentar, al menos, LOS DIENTES DEL DIABLO que Ray consideraba su película favorita pero…
Y perdonad por el rollazo. No quería que sonara como el canto del cisne pero quería dejar el pabellón bien alto...
De cualquier forma os seguiré leyendo y aunque no pueda hacer contribuciones prolongadas debido al postoperatorio espero seguir disfrutando de vuestras reseñas.
Feliz tarde a tod@s.