EL ÚLTIMO GRAN ROMÁNTICO DEL CINE CLÁSICO NORTEAMERICANO
O
REVISANDO LA FILMOGRAFÍA DE NICHOLAS RAY / PARTE XX (Y ÚLTIMA (¿?))
55 DAYS AT PEKING (1963, 55 DÍAS EN PEKÍN)
Estudio: Samuel Bronston Productions, Inc. / Allied Artists Pictures Corp. y The Rank Organisation.
Productor: Samuel Bronston.
Guión: Philip Yordan y Bernard Gordon.
Diálogos adicionales: Robert Hamer.
Decorados, diseño de producción y vestuario: Veniero Colasanti y John Moore.
Fotografía: Jack Hildyard (en
Technicolor y
Technirama (exhibida en
Super Technirama 70)).
Música: Dimitri Tiomkin.
Reparto: Charlton Heston (Mayor Matt Lewis), Ava Gardner (Baronesa Natalie Ivanoff), David Niven (Sir Arthur Robertson), Flora Robson (Emperatriz Cixí), John Ireland (Sargento Harry), Harry Andrews (Padre de Bearn), Leo Genn (General Jung-Lu), Robert Helpmann (Príncipe Tuan).
Duración: 162 minutos.
Estreno: 29 de mayo de 1963.
Incluye: Overture – Intermission – Playout Music (con la canción "So Little Time", compuesta por Dimitri Tiomkin (música) y Paul Francis Webster e interpretada por Andy Williams - y nominada a los Oscars de 1964 (al igual que la banda sonora del gran Tiomkin) -).
Cuarta de las seis superproducciones que el magnate Samuel Bronston (1908-1994) llevaría a cabo en la Península Ibérica (recordemos: JOHN PAUL JONES (1959, EL CAPITÁN JONES), KING OF KINGS (1961, REY DE REYES), EL CID (1961, ídem), la película hoy comentada, THE FALL OF THE ROMAN EMPIRE (1964, LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO) y CIRCUS WORLD (1964, EL FABULOSO MUNDO DEL CIRCO)) y canto del cisne (aunque no en sentido estricto pues todavía realizaría alguna película más) del gran Nicholas Ray que, imitando al maestro Hitchcock, tiene un pequeño cameo como el ministro norteamericano.
Película que podemos englobar (al igual que varias de las arriba mencionadas) en el cine de aventuras (o también en el cine histórico, con todas las licencias lógicas de una obra de estas proporciones) y que independientemente de que fuera o no dirigida en su mayor parte por Nicholas Ray o por Guy Green (un director del agrado de su estrella principal, Charlton Heston), lo cierto es que 55 DÍAS EN PEKÍN es otra de esas películas (como me sucedía con REY DE REYES) que me daba pereza revisar dada su duración y la supeditación (aunque menor de lo que pudiera pensarse) del espectáculo colosal exigido por Bronston sobre las historias individuales de sus protagonistas - sin duda más afines al itinerario vital de un director ya en retirada – pero cuyo visionado esta tarde me ha proporcionado una más que agradable estancia delante del televisor y para nada se me ha hecho larga. Algunas de las producciones actuales deberían de tomar nota al respecto…
Estamos en Pekín, China, en el verano de 1900.
Un país donde las lluvias se han retrasado lo que ha producido la pérdida de las cosechas y ha abocado a 100 millones de chinos al hambre.
Un país sometido por 11 potencias coloniales – Imperio Alemán, Imperio Austro-Húngaro, Bélgica, España (¡!), Francia, Italia, EEUU, Japón, Países Bajos, Reino Unido e Imperio Ruso– que controlan 13 de las 18 provincias chinas.
Un país donde el descontento por la presencia de tropas extranjeras y el reparto de sus ciudades más prósperas ha provocado el levantamiento de los bóxers (1899-1901) quienes (como en las películas americanas donde los indígenas son los malvados) se dedican a matar a todo europeo o religioso que se encuentre en su camino.
Una revuelta fomentada por el príncipe Tuan (un Robert Helpmann con las pintas de Ming, el Cruel (ya sabéis, el de “Flash Gordon” - el cómic, no la película - y con la voz de Alfredo Landa (¡!)) frente a la política más apaciguadora del general Jung-Lu (el siempre competente Leo Genn – inolvidable en su papel de Petronius en la muy reivindicable QUO VADIS (1951, ídem) - ). Ambos siempre a la sombra de la emperatriz viuda (una excelente Flora Robson).
Como decíamos Ray (o Green o qué más da) logra aunar los grandes espectáculos de masas y los colosales decorados (espléndidos, por cierto) y la historia personal de los principales protagonistas de la historia: el mayor Lewis (un como siempre soberbio Charlton Heston); la baronesa Natalie (como decíamos una ya en decadencia Ava Gardner pero todavía reteniendo esa belleza arrebatadora que le otorgó la madre naturaleza) y el diplomático Robertson (un, como siempre, impecable David Niven).
Aquí tiene Ray por última vez oportunidad de introducir otra de esas historias de amor “bigger than life” marca de la casa (y que como he repetido varias veces ya forman parte de lo mejor de su obra) entre el brusco Lewis y la bella aristócrata rusa (una buena forma de rebajar la tensión entre ambas potencias – estamos en plenos años ‘60 y la crisis de los misiles - …). Una historia de amor con un final trágico como suele ser habitual (aunque no siempre – véase JOHNNY GUITAR o REBELDE SIN CAUSA - ) en la obra del director norteamericano.
Un Lewis que aprenderá dos cosas que le cambiarán por completo la vida: a amar a una mujer con total sinceridad y a encargarse del cuidado de la hija mestiza de uno de sus hombres. Una madurez vital que alcanzará el soldado después de que la primera muera al intentar conseguir medicinas y alimentos para los heridos y la segunda quede desamparada, una niña medio blanca / medio china, que no pertenece ni a uno ni a otro mundo.
También la amistad que se va cimentando entre Lewis y Robertson acabará por romper las barreras de clase y de educación entre ambos y acabarán por forjar un vínculo indestructible.
Y no olvidemos el espectáculo que demandaba el productor y que sirve de nexo de unión de una historia que ciertamente desprende un tono claramente colonialista pero que a la vez da voz propia al pueblo chino (especialmente en la boca de la emperatriz) sobre la voracidad de los conquistadores y su afán de lucro a costa del trabajo y de la vida de los pobladores originarios del país.
No es un mal final para una carrera como la de Nicholas Ray. Podía haber sido mejor. Pero también peor.
Y no quisiera marcharme sin indicar la presencia en el nutrido reparto de actores como Paul Lukas (ganador de un Oscar en 1944 por la espléndida WATCH ON THE RHINE) o Robert Urquhart (el compañero de fatigas del mismísimo Frankenstein en THE CURSE OF FRANKENSTEIN (1957, LA MALDICIÓN DE FRANKENSTEIN) – ay, esa querencia por el fantástico…).
Ah, y el Robert Hamer que aparece acreditado como dialoguista adicional es el mismo director de la magistral comedia KIND HEARTS AND CORONETS (1949, OCHO SENTENCIAS DE MUERTE). Que conste en acta.
Feliz tarde/noche a todas/todos las/los mujeres/hombres de buena voluntad.
P. D. La edición en
BD de la mano de Divisa (2016) presenta una excelente calidad tanto de imagen como de sonido pero al igual que ocurría con REY DE REYES los subtítulos están ligeramente desincronizados lo cual me ha obligado a ver la película doblada. Por cierto, un magnífico doblaje como era habitual en aquellos años todo hay que decirlo.
P. P. D. Ha sido un placer y toda una experiencia única (al menos en mi caso) el poder comentar la filmografía completa de un director al que admiro tanto (y ahora aún más) como es Nicholas Ray. Ha sido un largo viaje y espero que si a alguno de vosotros que todavía no lo conocéis os ha entrado el gusanillo por conocer su obra mi misión habrá tenido éxito.
Y, por supuesto, dedicar todo este trabajo a mi compañero de fatigas (y fustigante cinéfilo)
mad dog earle que fue al que se le ocurrió la idea. Sin él este proyecto nunca hubiera sido posible.
Va por ti, amigo.