SINOPSIS:
Rodada durante la ofensiva israelí que asoló la franja de Gaza en julio y agosto de 2014, la película sigue a diez niños que nos cuentan cómo es su día a día bajo las bombas. '2014. Nacido en Gaza' termina una vez pasados tres meses desde el final de la ofensiva israelí, cuando volvemos a ver qué ha sido de estos niños. De qué forma luchan por superar el horror sufrido y recuperar cierta normalidad en sus vidas. Ellos son portavoces de los 507 niños muertos y más de 3.000 heridos que dejó la ofensiva israelí conocida como "Margen defensivo".
CRÍTICA:
¿Por qué a ellos?
Conflicto le llaman algunos, directamente genocidio, otros. Sin entrar en debate de lo que pasa en Israel y Palestina, en lo que coinciden y coincidiremos la mayoría y siempre se repite, a veces más como frase hecha que algo a lo que buscar real solución, es que en toda guerra, los más afectados y sobretodo los más inocentes, son los niños. Hernán Zin nos acerca a estos, no siendo niños que cuentan cosas vagas, sino con relatos maduros, de súplicas de ayuda, bien de palabra o con la mirada, desde la desesperanza. Lo traslada de forma notable en un documental muy crudo, duro, brutal y desgarrador. Diría no apto para estómagos sensibles pero realmente de visionado casi obligado aunque sea para recordar a esos niños, que colmaron los titulares este verano y de los que nunca más se supo.
10 niños y niñas son concretamente los protagonistas del documental, a los que este "conflicto" los ha dejado en casi todos los casos, sin un techo donde pasar el invierno, sin trabajo, sin muchos de sus amigos y familiares, con tener que rehacer sus vidas desde 0 sin garantías de que en unos meses, en unos años, no vuelva a suceder lo mismo. La desesperanza de la falta de futuro se mezcla con intentar sobrevivir al presente, con cuidados médicos que les urgen y a los que no pueden acceder, con un entorno del que no pueden escapar y les recuerda en todo momento el terror vivido, el cual, si con suerte logran desplazar de sus mentes de día, les asalta en pesadillas de noche en un bucle que en algunos casos puede hasta llevar al suicidio. Hijos de pescadores, agricultores, conductores de ambulancia; bombardeados en la escuela, en sus casas, en la playa, incluso en edificios de la ONU, a priori, seguros.
En ningún momento Hernán Zin cae en el morbo ni la exposición de cadáveres, sangre o desmembramientos. No le hace falta, dado que en esta vez no se cumple aquello de que vale más una imagen que mil palabras y el relato de los niños resulta más crudo que el verlo, a lo que se suma la mencionada impotencia por la falta de solución, incluso de los supuestamente suyos, más allá de que alguien los saque de allí, los lleve a nuestro "primer mundo" y que la distancia y el olvido sirvan de bálsamo para unas heridas que jamás se cerrarán. Tanto la fotografía como la BSO son notables y junto a sus acertados planos, ayuda a empatizar más si cabe con lo que nos cuenta y a ponerte en su lugar, al igual que su bien utilizado slow-motion, aunque en algunos momentos esté al límite de abusar de ello. Y cuando da la sensación de que lo que quiere contar ya lo ha hecho y podría caer en la redundancia de continuar, te asaltan una bellísima escena final y los títulos de crédito, teniendo el metraje exacto para lograr su objetivo.
Nota: 6'7
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