acabé comprendiendo y empatizando con Abby. Cuando se ejecuta el relevo forzado estaba encabronado. No quería ayudarla, si bien no la llevaba a la muerte gratuita (sé que hay quien aprovechó ese momento para hacerlo). Llevaba demasiadas horas dando cruel muerte a sus amigos, rastreándola con ojos inyectados en sangre porque mi objetivo era, desengañémonos, desmembrarla lentamente. Pero hete aquí que el juego me dice primero que NO, y segundo que tampoco. Que la conozca. Y lo hice. Y ese rechazo inicial devino en incomodidad. Y esa incomodidad en cierta neutralidad. Y esa neutralidad en mínima aceptación. Y esa aceptación en atisbos de empatía. Y cuando llegamos con ella al teatro, justo cuando se forzó el hiato, sigo con ella. No vuelvo con Ellie. ¿Por qué cojones no vuelvo con Ellie? Porque tengo que cazarla. Ese es ahora mi objetivo. Y cuando la enfrento me percato de que es una máquina de matar, casi inhumana, y letal hasta la médula. Y cuando al fin la tengo a mi merced me sorprendo deseando que todo hubiera sido diferente. Y mientras me obligan a golpearla siento que me cuesta ejecutar lo que se me pide. Y pulsar el botón duele. Y cuando funde a negro siento que esa Abby ya no es aquella que me lo quitó todo. Ahora me lo da todo.