Final Fantasy XV, con el tiempo, va a ser lo más recordado del 2016, y claramente de lo mejor del año, si se elude un poco el tema expectativas utópicas y nos centramos en lo que contiene y supone al género. Es muy distinto a cualquier juego anterior de la serie pero al mismo tiempo totalmente tradicional y repleto de iconismo. Su respeto obsesivo hacia el fan y las sorpresas escondidas se alían a un caro apartado audiovisual de vanguardia y cuidado exquisito, que es capaz de mover y dar vida a un mapa gigantesco salpicado de cosas que hacer, secretos y segmentos totalmente lineales pero lógicos en la coherencia dramática sin distracciones. Asuntos polémicos como el sistema de combate, la repetición de encargos secundarios o el funcionamiento de las invocaciones se hacen mucho más firmes y aceptados en el end game, cuando la experiencia gana aún más puntos, se hace sofisticada y recuerda mucho más a lo que hizo grande a esta saga, que aquí vuelve a recargar todos sus PM para lanzarnos un hechizo encantador como echábamos tanto de menos. Acéptale sus cambios y déjate llevar, el rey del JRPG ha regresado al trono.