En principio se plantean tres líneas de interpretación. La primera, la "realista" (una pareja está aislada en una casa, llega una visita inesperada y empiezan a pasar cosas) funciona muy bien pese (o gracias a) lo extravagante de la narración, pero solo hasta el momento en que llegan los extraños por segunda vez. La segunda, la simbólica, parece sugerir que se trata de una reflexión sobre las dificultades del proceso creativo, sobre el conflicto del artista que debe poner lo mejor de sí mismo en algo tras un enorme esfuerzo de introspección y luego abrirse y entregárselo al mundo, o incluso sobre la dicotomía entre "debo aislarme para poder crear, pero si me aíslo no tengo temas nuevos para escribir". Problema: cuando aparece la tercera vía de interpretación, la alegórica, el subtexto religioso es TAN evidente y está tan lleno de momentos metidos SOLO para poder ser interpretada de ese modo (la costilla, la "manzana"...) que anula por completo las otras dos. Al final de la película, la interpretación realista deja de ser válida porque nada de lo que ocurre tiene sentido, y la simbólica se empobrece porque el desenlace va por otro lado. Solo queda la alegórica. Y convertir una película que prometía ser tan rica en una mera recreación bíblica... es como una adivinanza que una vez resuelta deja de tener gracia. Cine pseudointelectual elevado a la enésima potencia, con mil recursos brillantes puestos al servicio de un juego de referencias que podría hacer cualquier director de medio pelo que haya ido a un colegio de monjas sin necesidad del enorme talento de Aronofsky.