Cita Iniciado por JRA Ver mensaje
Un gato puede ser una mascota muy satisfactoria. Pero la gente no entiende que un gato no es un perro y por tanto tiene psicologías de funcionamiento distintas.
Para que un gato sea una buena mascota, es necesario destetarlo lo antes posible y separarlo de su madre gata. Entonces el gatito tratado con cariño, tiene una etapa en que se hace sociable con la gente y animales, que le rodea. Convivirá pacíficamente con todos. Como le das de comer, asume que eres su madre mientras es un cachorrito. Cuando va creciendo se hace amigo y si se le trata con cariño, se hace muy buen amigo y confía en su dueño y es una mascota muy afectuosa. A veces él caza para tí y viene con la presa en la boca para ofrecertela y hace que ser muy cuidadoso al quitarle el animal de la boca, si está vivo, ya sea un pájaro u otro. Sin maltratarlo, porque te la está ofreciendo.
Lo bueno de un gato con respecto a un perro, es que son mascotas muy limpias, sus deposiciones las entierran y puedes dejarlos solos con comida y agua y se las va arreglando. Aunque a veces se va a las casas del vecindario, porque echan de menos la compañia humana. Necesitan una puerta para gatos, para que entren y salgan libremente. Y hay que tener en cuenta, que los gatos son como autistas. Cualquier cambio en su territorio, les afecta. Siempre está explorando y asimilando las cosas que cambian. Por eso no es conveniente llevarlos de viaje. Si hay que cambiar de casa, hay que encerrarlo en ella durante al menos un mes, para que asuma su nueva situación y se adapte poco a poco. Pues un cambio brusco les lleva a estar incómodos. Si pueden escaparse lo harán para intentar volver a su antigua casa.
pues no sé qué decirte, la verdad. Mi gato la verdad es que no tuvo una infancia feliz.

Lo recogió un loco perdío de una casa, y se lo llevó a la suya, donde tenía un gato mayor que él que lo sodomizaba a diario. Aún así, el gatito cuando vino a mi casa estaba muy asustadizo y yo lo traté como un mentor. Vease esto como los entrenadores personales que se convierten en padres, mentores y demás de los entrenados.

Recuerdo que al principio hacía ademán de arañar, pero yo una vez metí mi cara para mirarlo fijamente entre sus garras delanteras, a costa de poder haber perdido un ojo, pero no sé, yo lo veía bueno y por ello lo hice. El truco es no mostrar miedo porque los animales son muy sensitivos y notan si les tienes miedo y demás.

Y el gato reaccionó muy positivamente y en pocos días se puso muy cariñoso. Recuerdo cuando aprendió a saltar, que se subía a la mesa donde tenía el teclado del ordenador y me lo tiraba al suelo. Él se ponía muy contento porque con ello me demostraba que podía saltar, pero claro, también corría el riesgo de romper mi teclado, que recuerdo que no era precisamente barato. Así que le tuve que dar unos palos en el culete. Fue su primer castigo como quien dice, pero se lo tomó a bien y a los pocos días dejó de hacer eso.

Recuerdo que además otro día le compramos un ratón de pajarería de esos blancos y se lo pusimos para que lo matara y así practicara. Al principio y debido a su inexperiencia, el ratón se cachondeaba de él, con la consiguiente consternación de los dos dueños del gatito, que echábamos humo. Así que lo encerramos con el ratón, hasta que vino mi compañero de piso, que compartía conmigo el adiestramiento del gato, y me llamó mi atención indicándome que el gato estaba atacando al ratón porque se oían ruídos extraños en la habitación donde los habíamos encerrado. Dicho y hecho, subimos las escaleras locos perdidos de alegría para ver al abrir y encender la luz, que era correcto, que el gato estaba haciéndole de todo al ratón, como mordiéndolo y tirándolo hacia arriba para luego recogerlo con la boca y volverlo a tirar, y aplastándolo con las patas delanteras.

Así estuvo hasta que lo mató y dejó de pitar, porque cada vez que lo aplastaba, el ratón hacía un ruidito como si pitara.

Recuerdo días después que el gato tenía al ratón como si fuera un osito de peluche, y lo subía a las camas y demás. Así que como me daba bastante asco, se lo corté con unas tijeras por la mitad y ya desapareció. Supongo que se lo comió enterico.

Otras veces, paseábamos los dos por la calle desde bien temprano. Y recuerdo que iba a mi lado hasta que veía a un gorrioncito de esos que se caen de los nidos y lo pillaba con la boca y lo metía en la casa para devorarlo.

La verdad es que fue muy buen gato y yo lo quería mucho, así como él me quería a mí. Cuando terminaron las clases de la universidad, me lo traje a casa de mis padres y se convirtió en uno más de la familia, y recuerdo que se llevaba muy bien con el perrito de mi hermana.