pues no sé qué decirte, la verdad. Mi gato la verdad es que no tuvo una infancia feliz.
Lo recogió un loco perdío de una casa, y se lo llevó a la suya, donde tenía un gato mayor que él que lo sodomizaba a diario. Aún así, el gatito cuando vino a mi casa estaba muy asustadizo y yo lo traté como un mentor. Vease esto como los entrenadores personales que se convierten en padres, mentores y demás de los entrenados.
Recuerdo que al principio hacía ademán de arañar, pero yo una vez metí mi cara para mirarlo fijamente entre sus garras delanteras, a costa de poder haber perdido un ojo, pero no sé, yo lo veía bueno y por ello lo hice. El truco es no mostrar miedo porque los animales son muy sensitivos y notan si les tienes miedo y demás.
Y el gato reaccionó muy positivamente y en pocos días se puso muy cariñoso. Recuerdo cuando aprendió a saltar, que se subía a la mesa donde tenía el teclado del ordenador y me lo tiraba al suelo. Él se ponía muy contento porque con ello me demostraba que podía saltar, pero claro, también corría el riesgo de romper mi teclado, que recuerdo que no era precisamente barato. Así que le tuve que dar unos palos en el culete. Fue su primer castigo como quien dice, pero se lo tomó a bien y a los pocos días dejó de hacer eso.
Recuerdo que además otro día le compramos un ratón de pajarería de esos blancos y se lo pusimos para que lo matara y así practicara. Al principio y debido a su inexperiencia, el ratón se cachondeaba de él, con la consiguiente consternación de los dos dueños del gatito, que echábamos humo. Así que lo encerramos con el ratón, hasta que vino mi compañero de piso, que compartía conmigo el adiestramiento del gato, y me llamó mi atención indicándome que el gato estaba atacando al ratón porque se oían ruídos extraños en la habitación donde los habíamos encerrado. Dicho y hecho, subimos las escaleras locos perdidos de alegría para ver al abrir y encender la luz, que era correcto, que el gato estaba haciéndole de todo al ratón, como mordiéndolo y tirándolo hacia arriba para luego recogerlo con la boca y volverlo a tirar, y aplastándolo con las patas delanteras.
Así estuvo hasta que lo mató y dejó de pitar, porque cada vez que lo aplastaba, el ratón hacía un ruidito como si pitara.
Recuerdo días después que el gato tenía al ratón como si fuera un osito de peluche, y lo subía a las camas y demás. Así que como me daba bastante asco, se lo corté con unas tijeras por la mitad y ya desapareció. Supongo que se lo comió enterico.
Otras veces, paseábamos los dos por la calle desde bien temprano. Y recuerdo que iba a mi lado hasta que veía a un gorrioncito de esos que se caen de los nidos y lo pillaba con la boca y lo metía en la casa para devorarlo.
La verdad es que fue muy buen gato y yo lo quería mucho, así como él me quería a mí. Cuando terminaron las clases de la universidad, me lo traje a casa de mis padres y se convirtió en uno más de la familia, y recuerdo que se llevaba muy bien con el perrito de mi hermana.