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Branagh/Doyle
Los cojones autorales de las W (ahora ovarios), no han disminuido, han crecido.
Me cago en la leche. No es perfecta, pero si tremendamente estimulante, valiente y arriesgada. Y coherente con las tres entregas anteriores (esto no es The Last Jedi de Matrix, cómo he leído por ahí, no hay destrucción, sino reformulación), con las que establece un meta discurso de lo más elocuente, sin perder por otro lado coherencia a la hora de seguir desarrollando los postulados filosóficos de la saga.
En el debe está el aspecto formal, descuidado en tramos (secuencias de acción por debajo de lo habitual en los W así cómo alguna solución de montaje un tanto desafortunada), aunque resulta lumínicamente muy hermosa (John Toll... y su asistente).
Milagro: El subtexto (no tanto), LGTBI/queer no está metido con calzador como en el 99% de productos audiovisuales actuales, sino que se siente tan natural y orgánico como en Sense 8, y está perfectamente integrado en la trama.
Incluso si mi buen BruceTimm no acaba comprando esto, si lo conozco bien, alabará los cojones, porque la cinta, imperfecciones y todo, refleja a un autor/a VOLANDO LIBRE y cagandose en los blockbusters génericos que Hollywood factura como si fuesen golosinas (y si, hay pullita explícita a Warner en libreto, sospecho que debido al trato que han dispensado a varios directores en los últimos años).
Musicalmente hablando, la integración del temario de Davis con las nuevas composiciones es profusa, respetuosa e inteligente, y cómo la cinta, la partitura, más que renegar del pasado, reformula.
En fin, deliciosa. Cómo cinéfilos, deberíamos aplaudir que esto haya sido posible.