Más de lo mismo para Mad Max
Los propósitos de Miller están logrados. No engaña a nadie
Algunos disfrutarán un montón. Y otros se sentirán saturados
Carlos Boyero, El País.
No recuerdo la cantidad de películas de ciencia ficción cuyo argumento parte de que en un futuro cercano la Tierra ha sido devastada, por razones lamentablemente humanas o por invasiones alienígenas y los supervivientes intentan sobrevivir en un ambiente apocalíptico. Aunque la fórmula se haya exprimido hasta el mareo hay que reconocerle al director australiano George Miller que él la amortizó con espectaculares resultados económicos cuando a finales de los 70 inició la serie de Mad Max, con aquel policía motorizado y épico interpretado por Mel Gibson que se enfrentaba a diversos tipos de vándalos en un mundo desertizado en el que escaseaban o ya no existían las materias y recursos fundamentales.
Aparte de la supuesta meditación filosófica sobre el tenebroso porvenir de los seres humanos, lo que verdaderamente interesaba a los inventores de Mad Max era la acción trepidante, los balazos y el mamporreo continuo, las persecuciones interminables. Parecía que la triunfante saga se había clausurado con la tercera parte. Pero las exigencias o previsiones del mercado ante aquel suculento filón se han empeñado en resucitar a la criatura 30 años después con una cuarta entrega.
Ese actor tan notable como camaleónico llamado Tom Hardy sustituye al ya casi anciano Mel Gibson, señor que atraviesa tiempos duros en lo profesional y en lo personal, y ese bellezón de señora y actriz con personalidad que es Charlize Theron acepta que le afeiten la cabeza, tiznen de negro una parte de su hermoso rostro y uno de sus brazos se convierta en un muñón. Imagino que el cheque que habrán recibido ambos les compensará del mugriento disfraz que exhiben. En realidad, tampoco hacían