Seguramente cada generación ha creído vivir su edad de oro televisiva desde los años 60 más o menos (Twilight Zone, Family Addams, Los Monsters, Bonanza, Los invasores, Doctor Who, El agente de CIPOL, Star Trek, Embrujada, Viaje al fondo del mar, Tierra de gigantes, Los vengadores, El túnel del tiempo) pasando por los 70 (Vacaciones en el mar, Kung Fu, Colombo, MASH, Galactica, Yo Claudio, Apartamento para tres, Kojak, Los angeles de Charlie, Dallas...) así hasta el siglo XXI, donde una nueva generación vive su particular edad de oro televisiva, al menos hasta que la próxima generación le toque vivir la suya.
El caso es que, entre las series de las 80 hay una que considero, si no claramente la mejor, al menos mi favorita. No se puede negar que ha influido y sigue influyendo con sus esquemas a la mayor parte de las series televisivas desde entonces. me refiero, aunque probablemente ya lo sospecharéis si habéis leído el título del post a Luz de luna.
La serie comenzó a emitirse en 1985, siendo Glenn Gordon Caron el principal impulsor del proyecto como creador, guionista y productor. Caron venía de ejercer labores de guionista en una serie similar, Remington Steele, y quería hacer algo en esa linea, aunque más experimental y más enfocado en la pareja protagonista que en los casos. Se pretendía hacer homenaje a las comedias con "chispa" de Howard Hawks, mucho diálogo, parejas con química y guerra de sexos. Cybil Sheppard (una actriz ya consolidada tras una carrera que incluía títulos como La última Película o Taxi Driver) fue escogida para encarnar a Maddie Hayes, y tras un casting con más de 3.000 figurantes, un semi-desconocido Bruce Willis fue el encargado de dar rostro a David Addison. Era importante elegir a los actores adecuados para los principales papeles del drama y los productores lo tomaron de esa manera, porque la serie no estaría construida sobre ellos: ellos serían la serie.
El episodio Piloto tiene una duración prolongada, como solía ser normal (1 hora y 30 minutos) para introducirnos a los personajes. Tras un prólogo donde somos testigos de como un joven es asesinado por un punkie siniestro que le roba un raro reloj de muñeca, se nos introduce directamente en la vida de Maddie Hayes, una model de prestigio internacional que ha dedicado su juventud al trabajo, y ahora se ha retirado para vivir de las rentas que fue obteniendo. Una mañana, Maddie se despierta para descubrir que todos los criados de su mansión están en desbandada, los cheques son devueltos del banco: sus inversores la han estafado y se han fugado a un paraíso fiscal con todo su dinero. Únicamente le quedan algunos negocios de segunda fila, que su abogado le aconsejará vender cuanto antes para volver a tener liquidez.
Precisamente ahí entra la agencia de detectives "Ciudad de Los Angeles" que también debe ser cerrada, pero el encargado del negocio, David Addison, se niega a perder su empleo y comenzará a perseguir y a molestar a Maddie para que cambie de opinión y se asocie con él. En medio de una discusión en un centro comercial, el punkie del prólogo aparece herido de muerte y entrega el reloj robado a Maddie, un reloj que más de una persona está buscando...
Una de las cosas que más me gustan de este piloto es que, aunque hasta cierto punto, se nos presenta a dos estereotipos (la chica trabajadora y el gañán juerguista) ya en el propio Piloto se encargan de desmentirlo un poco. Así, aunque Maddie parece una mujer algo frívola, superficial y materialista incluso, no deja de ser una mujer todavía en shock a la que le han quitado todo lo que ha ganado trabajando honradamente en su vida, y que acaba implicándose en el caso y en la loca idea de ser detective por pura bondad: respecto a David,, cuando Maddie amenaza con cerrar la agencia, le vemos preocupado por la suerte de los trabajadores de la misma, como ese gran hermano mayor de todos que es en el fondo, y muy especialmente, con la señorita Topisto (o DiPesto en el original, los dobladores debieron pensar que sonaba raro ) con la que tiene una relación casi paternal; interpretada por Alice Beasley, compone uno de los personajes secundarios más entrañables de la televisión, que iría ganando peso a lo largo de la serie hasta convertirse en un personaje insustitutible, y que siempre respondía al teléfono con rimas largas y estrafalarias.
Los diálogos. Uno de los grandes soportes de la serie, diálogos chispeantes, ingeniosos, brutales, cortantes. Estilo Howard Hawks, como ya he dicho, diálogos que te dejan sin aliento. Gente (casi siempre, aunque no exclusivamente) David y Maddie, persiguiéndose por los pasillos, soltándose réplicas e insultos y dándose portazos mutuamente. Desde el primer momento, los dos personajes se ponen mutuamente el dedo en la llaga del otro (David acusa a Maddie de ser una estirada incapaz de divertirse, tema que volverá a salir con cierta frecuencia en la serie, mientras que Maddie le cala enseguida como el gañán que es).
La música. El tema principal de la serie fue otro de los grandes motivos de su éxito, compuesto por Al Jarreau, omnipresente en su momento, con aquellos títulos de crédito fascinantes. No obstante, ni el tema principal ni los títulos de crédito no están presentes en el Piloto (solo un cartel negro con letras blancas y el título de la serie) aunque en determinados momentos se pueden escuchar variaciones instrumentales del tema de Jarreau.
Caras conocidas: En esta serie salieron multitud de actores y actrices que ya entonces, o más tarde, fueron conocidos. Aquí tenemos a Brian Thompson haciendo de sicario, a James Karen (amo su papel en la saga del Regreso de los muertos vivientes) de abogado de Maddie, y a Dennis Lipscomb (actor secundario bastante bueno que hace de un villano memorable).