Tema: Luis Buñuel: revisando sus películas

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Quintín (F Soler) es un vendedor ambulante. Es un macho honesto pero pobre, para disgusto de su esposa María (L Aclemar), tratando de criar a su pequeña hija con sus escasos ingresos. Quintín está a punto de partir para otro viaje de ventas, pero el tren se retrasa, por lo que regresa a casa... y encuentra a su esposa en la cama con otro hombre. Él la echa y cuando ella trata de llevarse al bebé, afirma que Quintín no es el padre. Enfurecido, deja al niño en la casa de un extraño. Se hace cargo de un casino / club nocturno y se convierte en un hombre endurecido, pero cada mes envía una ayuda pequeña de forma anónima a la pareja que cría a la niña. 20 años después, María en su lecho de muerte ruega ver a Quintín, y le dice que la niña era de hecho su carne y sangre. Quintín regresa a la casa, sólo para descubrir que Marta (A Caro) acaba de huir con su novio. Hace que sus dos secuaces...la busquen por todas partes.



No es una película NADABuñuel, melodrama del que se podría haber sacado mas del rol de Quintin,brutal cuyos impulsos precipitados son su perdición,pero está todo pasado como por un filtro de bondad venidera
El club nocturno se llama "EL INFIERNO" y la hermana postiza de la del engaño es una pizpireta aspirante a "cabaretófila" A Garrido.



y hasta aquí...como peli por encargo me convence mucho más SUSANA.

No la puntuo.

Ya que hablas de SUSANA aprovecho que ¡finalmente! he podido acceder a una copia de dicha película para activar mi máquina del tiempo y así regresar al pasado y poder visionarla.

Por ahora no tengo suerte con UNA MUJER SIN AMOR.

Me ha gustado y mucho SUSANA, mucho más que la simpática LA HIJA DEL ENGAÑO.

A ver si este fin de semana que pongo con los (breves) comentarios para no quedarme (de nuevo) rezagado en la revisión.

Dos cosas hay en el film que hacen que el visionado valga la pena, incluso moviéndose en las entrañas, de como dice la amiga Hannaben, el cine de barrio mexicano; no es otra cosa que la escena de del sueño, ya marca de la casa y punto diferencial en un género de época tedioso en si, y la carga de erotismo fresco que ya vimos en SUSANA, aunque aquí, para mi, menos sensual y más visual. El subgénero de Road movie le otorga la carta de ser un film correoso por simpático, desinhibido y algo alocado, por contra toda ligereza que se ve, va en contra para emocionarte con las interpretaciones (digamos que algunos, como dicen los suizos, so la la, que es el 5 de toda la vida) y con las situaciones más simpáticas que dramáticas, inculos (quería escribir incluso, pero al ver el fallo me ha parecido gracioso dejarlo) las dramáticas (como la muerte de la criatura con el desfile ceremonial) respiran mucha ligereza. También decir que el audio del dvd está muy bajo, y tuve que poner el volumen a tope y inculos , subtítulos en italiano, ya que es una edición de dicho país.

En resumen, se mejora lo anterior, pero no de manera sustancial, o sea mejora leve al borde del 5 de toda la vida, será que por la edad, y que uno ya empieza a tener carrera como visionador, gracias sobretodo a estos maravilloso re y visionados de directores, se vuelve uno bastante más exigente que años atrás, pero claro, siendo Buñuel, hay que exigir más. La próxima, EL BRUTO, que sólo por el título, ya me atrae algo más.

Para mí Subida al cielo, a pesar de todos sus limitaciones e imperfecciones, está claramente por encima de ese "5 de toda la vida". No alcanza, por supuesto, el nivel de Los olvidados, ni siquiera en mi opinión el de Susana, pero sería la que vendría detrás, aunque films como El gran calavera o La hija del engaño cumplen dentro de su género, cine popular con aires de sainete.

Yo pongo a EL GRAN CALAVERA por delante del film comentado.... no se, me entró muy bien el film.

El gran calavera es más redondo porque no se plantea nada nuevo, explota un género muy consolidado, y Buñuel lo saca adelante con mucho oficio y un buen reparto. En Subida al cielo hay mucho más riesgo, se filtran detalles buñuelianos que lo hacen más atractivo, no solo en la secuencia de la ensoñacion. El inicio pseudodocumental; la relación de la madre y los tres hijos; el viaje en barca a la isla para consumar el matrimonio, abortado; la presencia perturbadora de Raquel; los incidentes durante el viaje; el desvío del autocar para celebrar el cumpleaños de la madre del conductor; el político recibido a pedradas; la niña que quiere ver el rostro del cadáver en el ataúd; el momento de consumación amorosa en la cima de "Subida al cielo" (el nombre del puerto le da a la secuencia un malicioso tono poético).... Muchas cosas interesantes (y me dejo algunas). Lástima que haya aspectos de la producción que desmerecen, como esa cutre maqueta o cierta falta de hilación entre secuencias. Pero en su conjunto una película muy estimable.

Yo he sido bueno y no he rajado de lo de la maqueta, me quedé a gusto con el ciclo de Melville😜

Aprovechando que hoy hace un día igual de tormentoso que el que acontece al inicio de la película...

07. SUSANA (1951)



Nacionalidad: México.

Director: Luis Buñuel.

Productor asociado: Manuel Reachi.

Producción: Internacional Cinematográfica S. A. (México).

Argumento cinematográfico: Manuel Reachi.

Adaptación y diálogos: Jaime Salvador.

Diálogos adicionales: Rodolfo Usigli.

Guion técnico: Luis Buñuel.

Fotografía: José Ortiz Ramos, en blanco y negro (1.37:1).

Dirección artística: Gunther Gerszo.

Música: Raúl Lavista.

Montaje: Jorge Bustos.

Reparto: Fernando Soler (Don Guadalupe), Rosita Quintana (Susana), Victor Manuel Mendoza (Jesús, el capataz), María Gentil Arcos (Felisa), Luis López Somoza (Alberto) y Matilde Palou (Doña Carmen).

Duración: 1:22:31.

Inicio de rodaje: 10 de julio de 1950 (Estudios Churubusco).

Estreno: 11 de abril de 1951.



y

08. LA HIJA DEL ENGAÑO (1951)



Nacionalidad: México.

Director: Luis Buñuel.

Productor: Óscar Dancigers.

Producción: Ultramar Films S. A. (México).

Guion: Luis y Janet Alcoriza, basado en la obra "Don Quintín, el amargao" de Carlos Arniches (Teatro Apolo, Madrid, 26 de noviembre de 1924).

Fotografía: José Ortiz Ramos, en blanco y negro (1.37:1).

Dirección artística: Edward Fitzgerald.

Música: Manuel Esperón.

Montaje: Carlos Savage.

Reparto: Fernando Soler (Quintín Guzmán), Alicia Caro (Marta), Fernando Soto (Angelito) y Rubén Rojo (Paco, novio de Marta).

Duración: 1:19:40.

Inicio de rodaje: 8 de enero de 1951 (Estudios Cinematográficos del Tepeyac).

Estreno: 29 de agosto de 1951.



…

Aunque sea a través de una copia emitida por la Rai y con subtítulos (incrustados) en italiano al fin he podido ver la segunda película que Buñuel rodó en 1950 después de la magistral LOS OLVIDADOS, la más que atractiva (y no solo por su protagonista) SUSANA.

Más suerte he tenido con LA HIJA DEL ENGAÑO en cuanto a la calidad de la copia a la que he podido tener acceso, aunque sea una cinta netamente inferior a la anterior.

Dado que la religión y el sexo son dos de los temas fundamentales dentro de la filmografía buñueliana no es de extrañar por un lado que sean dos de los siete pecados capitales los protagonistas de ambas cintas (en SUSANA la lujuria y en LA HIJA DEL ENGAÑO la ira) y por otro lado la reivindicación de la sexualidad femenina en un mundo dominado por los hombres como era el México de entonces… o la España de ahora…

Dado que Susana (una excelente y muy sensual Rosita Quintana [1925-2021]) es una auténtica fuerza de la Naturaleza nada más lógico que empezar su historia con una bíblica tormenta que azota el reformatorio del estado en el que ha sido confinada y del que escapará milagrosamente (nunca mejor dicho) en una de esas típicas chanzas a las que era tan aficionado el cineasta aragonés.

Pese a que su estancia en el mismo es un visto y no visto la joven tiene oportunidad de ser testigo de la presencia en su celda de un vampiro (¿y por qué no un murciélago?… la explicación a continuación…), unas ratas, la sombra de una cruz (sobre la que hace su plegaria) y una migale (en efecto, viva) y que no sólo tiene ese toque gótico al que alude el querido amigo mad dog earle sino que directamente entronca con los primeros títulos de terror de la Universal, especialmente el DRÁCULA (1931), de Tod Browning, donde aparecía un vampiro (ya os lo decía), unas zarigüeyas y una gigantesca araña…











Aquí al contrario que en las películas de Ingmar Bergman Dios no sólo no es ciego, mudo y sordo sino que ayuda encantado a Susana cual si esta fuese el increíble Hulk marveliano.



¿O es que tal vez es que los dioses se burlan de nosotros? Porque no hay más que ver el final de la historia para cuestionarnos si todo lo acontecido no ha sido más que una gigantesca broma a costa de la protagonista.

Lo que viene a continuación es una mezcla a partes iguales de Charles Dickens y de los primeros largometrajes de Walt Disney, muy especialmente BLANCANIEVES Y LOS SIETE ENANITOS (1937), eso sí, a través de la visión corrosiva (y maliciosa) de nuestro cineasta favorito.

Buñuel, gracias un guion perfectamente orquestado (pese a lo demencial de la propuesta) y a un elenco en estado de gracia y donde además las mujeres demuestran ser más inteligentes que los hombres, convertirá a esa pobre “huerfanita” en uno de los vértices del cuadrado (que no triángulo) amoroso que formará esta con Don Guadalupe (un, como siempre, impecable Fernando Soler), su hijo, Alberto (Luis López Somoza) y su capataz, Jesús (Victor Manuel Mendoza).

Como Buñuel no da puntada sin hilo no es de extrañar que la pasión que siente Alberto por los “bichos” se traslade sin solución de continuidad a la llegada a la hacienda de la joven, un “bicho” aunque de un tipo bien distinto.

Antes de que Susana haga acto de aparición un pequeño detalle como es el hecho de que Alberto se siente a la mesa antes de la llegada de su padre parece un precedente del temible Quintín Guzmán (de nuevo Fernando Soler) que está a la vuelta de la esquina.

Un Don Guadalupe que hasta la llegada de la joven parece más preocupado por sus animales que por su propia familia.

Aquí de nuevo Buñuel se ríe de la religión al acompasar la llegada de Susana con el abortado nacimiento de su yegua favorita, como decía al principio una auténtica fuerza de la Naturaleza. Salvaje e indómita.

Y de nuevo ese toque terrorífico con la imagen de la joven a través de los cristales de la ventana.



Los tres hombres que forman los vértices masculinos del cuadrado ya están presentes desde el momento en el que Susana hace acto de aparición.

Y ya las miradas de los hombres de la casa son harto elocuentes…





Y como bien dice Roy Earle a Buñuel le fascinaban más las piernas de las mujeres que otras partes más evidentes de su anatomía (el epítome de esta fascinación cristalizará pronto en una de sus mejores películas, ÉL (1953))…



La llegada de Blancanieves a casa de los enanitos, quiero decir de Susana a la hacienda, servirá por un lado para mostrar la bondad del corazón de la familia, Doña Carmen (una espléndida Matilde Palou [1906-1970]) y por otro lado el lado más oscuro de los hombres que la componen. Demasiados gallos para una sola gallina clueca.

La confesión de Susana a Doña Carmen sobre sus orígenes puede ser cierta o no, algo que tampoco preocupa demasiado a Buñuel puesto que la joven es un personaje que se forja a si mismo en función de las circunstancias que la rodean.

Desde luego la única que no se deja embaucar por la preciosa joven es la vieja criada Felisa (maravillosa María Gentil Marcos [1902-1965]), que además tiene a su disposición alguno de los diálogos más jugosos de toda la película.

- Por cierto, si Rosita era argentina y Matilde chilena, María nació en Barcelona. Y pese a todo no existe la menor discrepancia en cuanto a la forma de hablar de unas y de otras. -

La primera aparición de Susana con el vestido tan escotado es ya el primer síntoma de la enfermedad que acabará por afectar a todos los hombres de la hacienda,



... incluido al despistado Alberto, que cambiará sus aficiones entomológicas por otras menos prosaicas.

Y el primero en caer es el mismo Don Guadalupe que le espeta a su mujer un morreo digno de encomio.



Claro que se queda en agua de borrajas si la comparamos con el elevado voltaje erótico que se desprende en la escena del granero entre Susana y Jesús y donde Buñuel se permite la osadía de incluir una

Spoiler:

descomunal eyaculación

en clave metafórica huevos mediante.



Por su parte, Susana irá subiendo peldaños (Jesús > Alberto > Don Guadalupe) en la escalera que le permitirá finalmente alcanzar la cima de sus ambiciones.





Y de nuevo esa obsesión buñueliana de posicionar a la protagonista detrás de los cristales de una ventana o de una vitrina y que da lugar a otra escena cargada de un elevado erotismo, con Susana mostrando sus “otros” encantos y sacando brillo a los cristales y Don Guadalupe haciendo lo propio con su arma…







Como decía antes, Don Guadalupe es el último peldaño de la escalera por la que sube a toda marcha.

El amo de la hacienda parece un embrión de Don Lope (Fernando Rey) en TRISTANA (1970), su última película rodada en suelo patrio.

El escote de los vestidos de Susana dará mucho juego a lo largo de la película.



Y Alberto, el eslabón intermedio entre Jesús y Don Guadalupe y el más ingenuo de todos al carecer de la más mínima experiencia amorosa.



Independientemente del evidente arribismo de Susana no es menos evidente que Buñuel no deja títere sin cabeza en cuanto a los tres hombres que intentan seducirla y que solo piensan en ella como un mero objeto sexual.

Y de nuevo ese fetichismo de las piernas…



… o de la ropa…



… y que Buñuel potenciará exponencialmente en obras posteriores.

Magnífica la escena a tres bandas en una noche igual de tormentosa en la que llegó Susana entre Don Guadalupe…



… Alberto…



… y Jesús…



… todos hechos hechizados por la sombra de la silueta de Susana (intuimos que desnuda) tras los cristales de su ventana…



Aunque el comportamiento de Jesús hacia la joven sea el más brutal también es cierto que es el más sincero en cuanto a sus sentimientos hacia ella.



Incluso la bondadosa Doña Carmen empezará a darse cuenta de la verdadera naturaleza de aquella a la que hasta ahora había considerado como su propia hija.



Pronto se hará evidente que los presagios de Felisa acerca de la llegada de la joven no han hecho sino confirmarse.

La soberbia (otro de los siete pecados capitales que mencionaba al principio de crónica) será el detonante de la caída final de Susana cuando seduzca a Don Guadalupe para mayor escarnio de su esposa, que los observa inadvertidamente.



Claro que no menos terrible para ella será escuchar de los labios de su propio hijo el que este también esté enamorado (encoñado, que dirían otros) de la joven.



El ruego que hace Doña Carmen a Dios es la imagen especular del que hacía Susana al inicio de la película y de ahí la mención que hacía sobre cómo los dioses juegan con el destino de los hombres.



Pero Dios ayuda a quien se ayuda a sí mismo.



Otra escena que ya hemos visto en la filmografía buñuelina, la de la fustigación, con un claro elemento sádico de por medio…



… y que sirve de perfecta catarsis para ese final aparentemente edulcorado pero que recuerda en cierta forma al de la magistral VIRIDIANA (1961).

Más sugerente que el intento de Susana de acabar con la vida de Doña Carmen usando una hoz me parece el hecho de que la joven, de nuevo en otro imagen especular, se vea arrastrada por los policías al igual que había hecho al inicio de la historia cuando huía del reformatorio.



La llegada de un nuevo y radiante día...



... será el colofón final...



... a una película que bien podría considerarse una de las obras mayores de su director, aunque sin alcanzar la categoría de obra maestra, como la ya revisitada LOS OLVIDADOS o la próxima ÉL.

Dado que el presente comentario se me ha ido de las manos (quién lo hubiese dicho… ) dejaré para mañana (espero…) la segunda parte del programa doble y que a todas luces será mucho más breve pese a no ser LA HIJA DEL ENGAÑO una película para nada despreciable.

Sed buenos.



...

Iniciado por Alcaudón

Aunque sea a través de una copia emitida por la Rai y con subtítulos (incrustados) en italiano al fin he podido ver la segunda película que Buñuel rodó en 1950 después de la magistral LOS OLVIDADOS, la más que atractiva (y no solo por su protagonista) SUSANA.

¿En qué sótano polvoriento has tenido que rebuscar para sacar esta copia con el logo de la RAI, tan molesto? La película se editó en DVD por parte de Cameo (en un atractivo pack con varias películas de la etapa mexicana de Buñuel). Además, tienes una copia disponible en YouTube, regularcilla, pero sin ese tono verdoso de las capturas y diría que de calidad de imagen bastante similar.

Iniciado por Alcaudón

... a una película que bien podría considerarse una de las obras mayores de su director, aunque sin alcanzar la categoría de obra maestra, como la ya revisitada LOS OLVIDADOS o la próxima ÉL.

Por Susana siempre he tenido una cierta debilidad, ya desde un lejano pase televisivo dentro de un ciclo que TVE (no sé si la 1 o la 2) dedicó a Buñuel. Pero de ahí a considerarla una de sus obras mayores... Eso sí, de momento, la sitúo detrás de Los olvidados entre las películas mexicanas que llevamos comentadas.

Iniciado por Alcaudón

Dado que el presente comentario se me ha ido de las manos (quién lo hubiese dicho… ) dejaré para mañana (espero…) la segunda parte del programa doble y que a todas luces será mucho más breve pese a no ser LA HIJA DEL ENGAÑO una película para nada despreciable.
...

Pues un poco sí, querido Alcaudón. Pero, en fin, ya conocemos tu modus operandi y tu buñuelesca obsesión por las capturas. Luego no te quejes de dolores varios y de que no tienes tiempo para otros ciclos.

¿Ciclos? ¿Qué ciclos?

Me acabo de ver UNA MUJER SIN AMOR y espero ponerme en breve con su comentario pero ya adelanto que será sustancialmente más breve que el de la excelente (ya lo siento, amigo Alex) SUSANA.

Claro que antes debo de finiquitar el programa doble que deje a medias el otro día porque se me fue un poco la mano con la primera entrega.

11. El bruto (1953)



A partir de un argumento original suyo y de Luis Alcoriza, con guion técnico del propio director, el aragonés realizó lo que podríamos denominar un film noir con conciencia social, aderezado con populismo mexicano.

La película reúne buena parte de los ingredientes reconocibles en tantos films de la Warner. Por un lado, un cierto grado de denuncia social, aquí el acuciante problema de la vivienda para las clases populares y la amenaza de los desahucios, tema que, lamentablemente, parece tan de actualidad entonces como ahora, 70 años después. Por otro lado, un reparto sobrio, con un cuarteto de personajes principales bien perfilados: un villano poderoso y sin escrúpulos, Don Andrés (magnífico Andrés Soler, al que ya elogiamos por su participación en El gran calavera), dispuesto a todo para echar a los inquilinos y poder así vender los terrenos donde moran en modestas viviendas;



un tipo duro, brutal, pero ingenuo, algo infantiloide, en el fondo de buen corazón, Pedro, conocido como “El Bruto”, sobre el cual se insinúa a lo largo del film que podría ser el hijo bastardo de Don Andrés (Pedro Armendáriz, que parece mucho más grande y fuerte que en sus films con John Ford, supongo que cualquiera empequeñece al lado del Duke; Buñuel destaca en sus memorias que Armendáriz era muy “macho”, y estaba preocupado por tener que lucir camisas de manga corta, que consideraba propias de pederastas);



Paloma (sensual y temperamental Katy Jurado), una auténtica harpía, mezcla de femme fatale y Lady Macbeth, manipuladora de su marido para lo peor y deseosa de gozar del placer que se supone le puede proporcionar Pedro, y así resarcirse de su matrimonio con el mustio Don Andrés;



y la ingenua e inocente, pero menos, Meche (Rosita Arenas), que se une al Bruto sin saber que este ha sido el responsable de la muerte de su padre.



Completa el reparto, el viejo padre de Don Andrés, Don Pepe, el veteranísimo actor valenciano Paco Martínez, aquí en funciones de alivio cómico, componiendo un personaje que parece escapado de un film de Berlanga o ser uno de los mendigos de Viridiana.



[Podemos jugar a convertir la película mexicana, con algunos cambios de guion, en un film norteamericano. Entonces Don Andrés podría ser un Robert Keith o un Everett Sloane; el Bruto podría tener los rasgos de un Victor Mature o un Burt Lancaster; encajaría como Paloma una Linda Darnell o Yvonne de Carlo; y la “inocente” Meche podría ser quizá Cathy O’Donnell o Teresa Wright. ]

El conflicto se deriva de ese lanzamiento (desahucio) que Don Andrés quiere llevar adelante con la correspondiente autorización de la justicia y la ayuda de la fuerza pública.



Pero algunos de los “pelados” que viven en las modestas casas construidas en su propiedad (y por las cuales cobra un alquiler) se rebelan contra la perspectiva de verse “de patitas en la calle”. Para evitar problemas, Paloma convence a su marido de que se sirva de la fuerza bruta, en este caso, Pedro "el Bruto", con el resultado de un muerto, el padre de Meche, y varios líderes vecinales detenidos.

Hay momentos que nos parecen decididamente buñuelianos. Por ejemplo, la conversación de Don Andrés con Pedro en el matadero donde trabaja el Bruto, rodeados de reses descuartizadas. O la visión nada complaciente de los pobres que nos ofrece el aragonés. Si bien los vecinos organizados son vistos como las víctimas del sistema y parece que se valora su capacidad de autoorganizarse y de ser solidarios entre sí, la familia de Pedro, en cambio, un grupito de inútiles que le parasitan, está contemplada sin piedad alguna.

Hay nuevamente, como en Susana o en Subida al cielo, momentos de alto voltaje erótico. Por ejemplo, cuando Paloma le cose un botón a Pedro y acaba mordiéndole el pecho.



O cuando se encaman en el catre en la casa semiconstruida donde vive Pedro y ponen la carne en el asador... y se acaba chamuscando. En cambio, su relación con Meche será tierna y cariñosa, a pesar de sus maneras rudas y torpes.



Como era de esperar, cuando Paloma se entera de que Meche se ha ido a vivir con Pedro estalla furiosa y le abre los ojos a la chica sobre quién es él en realidad: el asesino de su padre, aunque la intención del Bruto no fuera matarle. Los celos y el despecho de Paloma, que finge haber sido violada por el Bruto, van a provocar la tragedia final: la pelea entre Pedro y Don Andrés (¿entre padre e hijo?), con un final violentísimo en que Pedro lo pisotea como si fuera una cucaracha; y, finalmente, la muerte de Pedro a disparos de la policía.



El broche final es cien por cien Buñuel: Paloma, en cierto modo la vencedora de toda la tragedia, puesto que se ha desecho del marido y se ha vengado del amante, se encara con una gallina... como Don Carmelo en Los olvidados.





El bruto me parece un muy buen film, muy bien construido argumentalmente y visualmente, aunque quizá le falta el desparpajo de Susana. Pero espero que no genere dudas entre el respetable más escéptico. Y la próxima semana, ahora sí, una de sus obras mayores: Él.

Aviso para navegantes: como se acerca el período vacacional veraniego, y aunque no lo parezca somos humanos (incluso los jubilados), anuncio que, antes de bajar la persiana, comentaré todavía tres películas de Buñuel: Él, La ilusión viaja en tranvía y Robison Crusoe, título este último que se presta a la perfección como preludio de un viaje... quién sabe dónde. Luego, volveré a la carga ya en la segunda mitad de agosto con Abismos de pasión. Así, los rezagados tendréis tiempo de poneros al día.

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Don Carlos Montero es un exitoso anticuario en México. Está orgulloso de su posición en la sociedad y
gobierna a su esposa Rosario y a su joven hijo Carlitos con mano de hierro. Después de ser reprendido por su
padre por robar, Carlitos se escapa de casa y se encuentra con un amable ingeniero en los bosques cercanos.
El ingeniero Mistral devuelve al niño a sus padres y se hace muy amigo de Rosario. Sin el
conocimiento de su esposo, Rosario comienza una apasionada historia de amor con Mistral, pero se ve
obligada a terminar la relación cuando la salud de Montero empeora repentinamente. Veinte años después,
los dos hijos adultos de Montero acaban de graduarse de la facultad de medicina. Con dinero proporcionado
por su padre, Carlitos y su hermano menor Miguel planean fundar una moderna clínica de salud. Sin
embargo, el plan fracasa cuando Montero encuentra otro uso para su dinero.Pero de repente
Miguel se entera de que ha heredado una fortuna de Mistral, un hombre al que nunca
ha conocido. Carlitos rechaza la oferta de Miguel de financiar el proyecto de sus sueños con su herencia inesperada y lo consume la envidia. No pasa mucho tiempo antes de que deduzca la verdad sobre el
misterioso benefactor. Solo puede haber una razón por la que Mistral le dejó todo su patrimonio a Miguel…

Buñuel siguió a su obra maestra contundente y aclamada internacionalmente "Los Olvidados" (1950)
con una serie de obras discretas.
Para un director iconoclasta del cine, este es un
melodrama convencional, el director la describiría como de lo peor que tuvo que hacer.Se puede salvar por su crítica a la sociedad burguesa mexicana y su prota femenina

Basada en la novela de G de Maupassant "Pierre et Jean" había sido adaptada previamente por el francés Cayatte en 1943. El encargo original de Buñuel era entregar una nueva versión toma por toma de la peli de Cayatte, aunque fue en contra de los productores y le dio a la película su propia interpretación, más sombría que la de Cayatte. El tono logrado por una iluminación atmosférica y una partitura amenazante, le da el aura
hacia un desenlace en el que destaca su emotiva protagonista.


En casi todos los apartados, coincide con la calidad de los melodramas que salían de Hollywood (películas que se denominaban peyorativamente como "de mujeres").
La actriz nacida en Argentina R
Granados (que había protagonizado previamente "El gran calavera") ofrece una buena actuación como desafortunada heroína que es a la vez víctima y prisionera de la hipocresía burguesa. Es a través del sufrimiento vivido por Granados que el director plasma su desprecio por el estatus.

Granados retrata el implacable martirio de su personaje con moderación y delicadeza, nos obliga a identificarnos con ella que no podemos evitar cargar contra el marido que la controla y explota, el amante que la abandona y el hijo que la rechaza.
Vamos a ser buenos y le damos


6.6/10

12. Él (1953)



De nuevo con Óscar Dancigers en la producción, la pareja Buñuel/Alcoriza en el guion (adaptando la novela del mismo título de Mercedes Pinto, publicada en 1926) y con fotografía del gran Gabriel Figueroa, Él es, en mi opinión sin lugar a duda, uno de los mejores films del aragonés.

Buñuel dice en sus memorias: “a decir verdad no tiene nada de mexicana. La acción podría desarrollarse en cualquier parte, pues se trata del retrato de un paranoico”. Y en buena medida es cierto, uno se puede imaginar un film de estas características filmado, por poner un ejemplo, por el mismísimo Alfred Hitchcock. Eso sí, hay una serie de aspectos, ambientales y religiosos, que sitúan necesariamente la acción y el personaje en un país católico (claro que, a fin de cuentas, Sir Alfred también era católico).

El inicio es inmejorable: durante la ceremonia del lavatorio el día de Jueves Santo, Francisco Galván (extraordinario Arturo de Córdova), que asiste al sacerdote, se fija en los pies de una mujer, Gloria (la argentina Delia Garcés). La cámara nos lleva de los pies de unos niños que sostienen una palma (quizá monaguillos), que besa el Padre Velasco (el madrileño Carlos Martínez Baena),



a los de algunos feligreses para acabar concentrándose en los de Gloria y ascender a continuación hasta mostrarnos su rostro. La cámara son los ojos de Francisco, que siente una atracción irresistible por ese su “obscuro objeto del deseo” (una vez más, el fetichismo erótico de Buñuel por los pies).



A pesar de que sabe que un buen amigo suyo, Raúl (Luis Beristáin), un ingeniero, está enamorado de ella, Francisco va a someter a una suerte de acoso emocional a Gloria,



hasta el punto de atraerla a su casa, con la excusa de una fiesta, y allí, en el jardín, besarla, en una secuencia que se asemeja a algunos momentos de L’âge d’or, como por ejemplo en el humo que sale por una puerta, en este caso producto del polvo que genera el fiel mayordomo, Pablo (inquietante Manuel Dondé). En el transcurso de la fiesta, Francisco ha expuesto a los invitados la defensa del amor súbito, del flechazo. Y eso es lo que él ha experimentado por Gloria.



Una elipsis, recurso habitual en Buñuel, hace avanzar la narración sin una determinación temporal precisa. Algunos detalles nos hacen pensar que la relación entre Raúl y Gloria ha naufragado (él trabajo en las obras de una presa), por lo que suponemos que ha triunfado Francisco. Así es, pero el resultado no ha comportado la felicidad de la pareja. Raúl, ya en México, se encuentra casualmente en la calle con una Gloria muy alterada, que le contará mediante un largo flashback en qué consiste su matrimonio.



Ya durante la luna de miel en Guanajuato, Francisco se muestra enfermizamente celoso, en especial cuando Gloria se encuentra con un conocido, Ricardo. Tanto se obsesiona Francisco que llega al punto de creer que Ricardo los observa por el ojo de la cerradura. Para acabar con el voyerismo indecente, introduce una larga aguja en la cerradura, cosa que Buñuel cuenta en sus memorias que hacían las mujeres en su juventud para librarse de los mirones en las casetas de baño.

De vuelta a México, la paranoia del marido va in crescendo. La acusa de entenderse con el licenciado que se ocupa de un pleito que mantiene por unas propiedades, a pesar de que ha sido él el que la ha empujado a prestarle atención durante una fiesta. Buñuel sugiere que la llega a torturar de algún modo, cuando se oyen los gritos de Gloria por la noche.

Desesperada, recurre al Padre Velasco, que le cuenta que Francisco es “un hombre puro, que no conoció mujer alguna hasta que te tuvo a ti”, con lo que en lugar de encontrar apoyo en el sacerdote, más bien es reprendida por su conducta “ligera”.

Francisco llega al extremo, molesto porque haya contado sus intimidades al capellán, de dispararles varios balazos... aunque resultan ser de fogueo.



Y, en el colmo de la locura, está a punto de precipitarla al vacío desde un campanario, escena en la que Francisco manifiesta su desprecio por esos diminutos seres que se ven desde la altura (secuencia que nos puede hacer pensar en dos films: uno anterior, el discurso de Harry Lime en la noria del Prater vienés en The Third Man, y el otro, posterior, la secuencia final de Vertigo).



Es tras la huida del campanario cuando Raúl se la encuentra, con lo que finaliza el flashback. Pero ese momento de consuelo solo sirve para agudizar aún más la obsesión patológica de Francisco que observa como Raúl la lleva a casa.

Durante una noche, intenta atarla para practicar algún tipo de tortura consistente en coserle alguna parte de su cuerpo (le vemos preparar una enorme aguja, hilo, algodón, alcohol) ... Queda a la imaginación del espectador qué es lo que pretendía cerrar el celoso marido.



Gloria consigue huir y Francisco se lanza a la persecución de la mujer armado con una pistola. La cree ver en la iglesia, donde imagina ser objeto de la burla del Padre Velasco, de los monaguillos y de los feligreses, que se mofan de él por cornudo. Es la crisis final, la locura que lo llevará al encierro. Mediante otro elipsis, de varios años, Buñuel nos lo muestra ahora interno en un monasterio en Colombia, a donde van a interesarse por él Gloria, Raúl, que es ahora su esposo, y un hijo que se llama Francisco, detalle este que también abre una serie de interrogantes: ¿es hijo del primer marido? Y, si no, ¿por qué lo han bautizado con ese nombre? Aunque los visitantes creen que no ha reparado en ellos, Francisco se ha dado cuenta de quienes eran, lo cual le sirve para reafirmarse en sus celos patológicos. La película se cierra mostrándonoslo repitiendo los movimientos en zigzag que ya con anterioridad había evidenciado su locura.

Esta vez me he centrado en la sinopsis porque considero que no tiene desperdicio. Buñuel consigue hacernos llegar el retrato lacerante, doloroso, de un paranoico, poniendo en juego todo su mejor repertorio formal. Para ello, además, contó con un trabajo excelente de Figueroa y del diseño de producción y decorados,



junto a un reparto ajustadísimo, aunque por encima de todos destaca De Córdova, actor al que he visto en pocos films (a bote pronto, recuerdo su papel en la inquietante Los peces rojos, de Nieves Conde, y compruebo que también aparecía en For Whom the Bell Tolls, de Sam Wood), pero que a juzgar por Él merece estar entre los grandes.

Para mí, seguro, estará al final entre las mejores films de Buñuel, y Arturo de Córdova será un firme candidato a “mejor chico Buñuel” en el cuestionario Fletcher.

La semana que viene volveremos al terreno de la comedia con La ilusión viaja en tranvía, película de la que tengo un recuerdo un tanto vaporoso.

Saludos cinefil@s mios,antes de pirarme de vacaciones,creo que saltaré a EL que los jefecillos me dejais.

Una peli del prota MARAVILLOSA que recomiendo totalmente es

Iniciado por hannaben

Saludos cinefil@s mios,antes de pirarme de vacaciones,creo que saltaré a EL que los jefecillos me dejais.

¡Por supuesto! Tomo nota de esa El esqueleto de la señora Morales, que tiene muy buena pinta.

A ver si me pongo al día con las revisiones, tanto ajenas (como la presente) como propias, porque aunque últimamente estoy viendo mucho cine, tanto en salas comerciales como en casa, me cuesta concentrarme para ponerme con los comentarios.

Me siento como HAL 9000 cuando empiezan a desconectarlo...

Iniciado por mad dog earle

¡Por supuesto! Tomo nota de esa El esqueleto de la señora Morales, que tiene muy buena pinta.

Yo también la recomiendo, y fue comprada en los buenos tiempos de T-79, a precio Fletcher natürlich!!!

Me tocaría comentar el bruto pero como lo vi hace una semana y no me encandiló, no la recuerdo muy bien, así que la volveré a ver (mala señal cuando me pasa esto). En cambio, creo que él la podría comentar en una semana, ya que me dejó más poso.

Un film con una intro y outro muy destacables, la primera porque ahí si que hay mala leche, sensualidad en una ceremonia religiosa, eso es made in Buñuel, sexo en una ceremonia religiosa, sería made in Verhoeven . Esa outro que a mi, por ambientación me recuerda a "Rebecca" también de Hitchcock, en su parte del caserón, y su brillante desenlace con esas escenas en la iglesia de total locura y el remate final del monasterio o lo que fuera.

Estoy con Mad, la estrella de la función no es otro que Arturo de Córdova ,Excelente aquí, y en esqueleto de la Señora Morales, el cual fue la película por la que me interese por el cine fantástico/terror mexicano. Un personaje que tiene un recorrido que va del Macho alfa fucker a lo Tom Jones al patetismo absoluto, con sus idas de olla y visiones conspiratorias, yendo de simples celos a confabulaciones criminales. En su desarrollo vemos este in crescendo continuo de paranoias que nos conduce al excelente clímax final. Tenemos escenas made in Buñuel, fiestas de clase alta, escenas corales de mesa, etc...

En resumen un film del que entrarían en el grupo de las destacadas, porque sencillamente, noto que Buñuel ha apretado el botón de la mala leche, botón por cierto, poco usado en el a etapa mexicana, por lo menos hasta ahora.

"En mis tiempos los hombres no eran tan mariquitas como ahora"

Sin duda lo más destacado del film son las escenas con el viejito y sus diálogos de manual de que mis tiempos siempre fueron mejores. El momento donde chupa el dedo de la Katy, me recuerda cuando los padres, en nuestros tiempos, mojaban nuestro chupete en cava para enorgullecerse de que su hijo de apenas x años le encanta el cava catalán. El momento de la nuez, partiéndola con el antrebrazo, o los momentos de bailoteo, una delicia de escena con el viejito de abanderado.

Lo demás, sí, es un film que se deja ver, llevado por unos personajes muy definidos, por ejemplo, parece que es marca de la casa, la dualidad en los personajes femeninos, una femme fatale, evidentemente la Katy, y otra en el polo apuesto, totalmente angelical y buena gente. También hay momentos para la sensualidad, con Katy Jurado al mando, pero más comedido que en film anteriores. Es la sensación, quizá psicológica, de estar viendo cine de barrio mexicano, sobretodo en escenas más corales donde se le ven las costuras a muchos actores, si lo fueren o lo fuesen. El film ganas en espacios cerrados y reducidos, a dos o tres manos. El contexto social, que lo hay, queda para mi difuminado, ya que se vuelca mucho en el aspecto más romántico de el Bruto y esa dualidad sexual.

En resumen, mejor de lo esperado, pero sin llegar a los niveles, de él, el gran calavera y evidentemente los olvidados

Iniciado por Alex Fletcher

En resumen un film del que entrarían en el grupo de las destacadas, porque sencillamente, noto que Buñuel ha apretado el botón de la mala leche, botón por cierto, poco usado en el a etapa mexicana, por lo menos hasta ahora.

Yo creo que si algo salva algunas de las películas de Buñuel de esta época es precisamente la mala leche que se transparenta. Es verdad que, con la profesionalidad que le caracteriza, Buñuel se adaptó a navegar dentro de los límites del cine mexicano en su vertiente popular (que, por otra parte, no parece demasiado diferente del cine que Buñuel produjo en España en los años de la República), pero raro es el caso (quizá Una mujer sin amor) en el que no hay aquí y allá algunos detalles marcadamente buñuelianos, a veces quizá anecdóticos, pero a menudo bastante substanciales. Los olvidados y Él me parecen magistrales, pero Susana, Subida al cielo o incluso La ilusión viaja en tranvía, El gran calavera o El bruto dejan ver que detrás hay un director con mucha personalidad y con eso que se llama un "mundo propio".

Y como el amigo Fletcher ya ha hecho los deberes, paso a publicar el comentario de la semana.

13. La ilusión viaja en tranvía (1954)



La ilusión viaja en tranvía recuerda notablemente Subida al cielo, aunque está exenta de su poesía. Si aquella se desarrollaba en forma de road movie a bordo de un autocar de línea a través de parajes montañosos, esta tiene como argumento un accidentado trayecto urbano por Ciudad de México en tranvía.

Es fácil también, a la vista de la comicidad del film, en cierto modo inocente (aunque esto lo matizaré después), popular, ligera, pensar en los films que la Ealing producía por esos mismos año, por ejemplo The Titfield Thunderbolt, de Charles Crichton (en España titulada Los apuros de un pequeño tren), en la que las fuerzas vivas de un pueblecito rural se movilizan para impedir que se retire del servicio un pequeño ferrocarril, al que se quiere substituir por un autocar de línea.

Como otros films de Buñuel, la película se abre con una voz en off de tono documental que nos habla de la multitud de variados acontecimientos que suceden en una gran ciudad como México. Esta vez, a diferencia de Los olvidados, la narración se centrará, sin aparente finalidad de denuncia social (aunque esto también es matizable), en un colectivo, la gente que viaje en tranvía, a modo de anécdota. Para ello la película focaliza la trama en el final de la vida útil del 133, envejecido vehículo que la compañía quiere enviar a desguazar. Pero los operarios que lo manejan (conductor y cobrador): “El Tarrajas” (Fernando Soto, que ya vimos en Don Quintín el amargao) y Juanito (Carlos Navarro), que han conseguido repararlo aunque no sean los mecánicos oficiales, no renuncian a hacer con él un último viaje nocturno.

Así pues, producto de la bebida ingerida durante la fiesta nocturna que se celebra en su barrio, donde participan en una representación alegórica religiosa junto a la hermana del Tarrajas, Lupita (Lilia Prado, la Raquel de Subida al cielo), y a la vista que el vigilante del taller también está en la fiesta, cogen el tranvía. Lo que no esperaban es que su salida se viera complicada por la inesperada petición de servicio de una serie variopinta de ciudadanos. Así han de dar pasaje desde a una pareja de beatas limosneras que van con un cristo a cuestas (el Señor de la Columna) a una serie de vendedores del mercado, entre los que destacan los carniceros, que viajan con los trozos de su mercancía, carcasas, cabezas y entrañas de animales, que cuelgan de las barras del tranvía, pasando por un fantasmagórico individuo de aspecto aristocrático que bautizan con gracejo como “el duque de Otranto” (en lo que parece una referencia a la famosa novela de terror gótico “El castillo de Otranto”, de Horace Walpole). Esa mezcla de carne (como el matadero de El bruto) y religión (en el mismo plano el Cristo y unas cabezas de cerdo) es algo que nos remite inequívocamente a las obsesiones de Buñuel (podría haberlo incluido en L’âge d’or) y que salpimienta la comicidad del film.



Entre una cosa y la otra, no llegan a tiempo de devolver el 133 a cocheras, por lo que se ven obligados a mantenerlo en ruta al día siguiente. Nuevamente se verán asaltados por pasajeros indeseados: desde un grupo de niños procedentes del hospicio que van de excursión a un inspector de la compañía, que no descubre la irregularidad, pasando por el insufrible Papá Pinillos (Agustín Isunza), un exempleado, ya jubilado, y que muestra un celo extremo, una auténtica mosca cojonera.



Buñuel lanza una mirada ácida sobre este personaje, prototipo del funcionario rígido, que si hubiera sido un film español debería haber lucido el bigotito típicamente fascista y el pelo engominado.

A pesar del incordio de Papá Pinillos, y gracias a la ayuda de Lupita, que los ha alcanzado en su recorrido,



y luego de verse envueltos en una revuelta popular contra unos estraperlistas (apunte social, que demuestra que los films de Buñuel eran cualquier cosa menos inocentes),



el Tarrajas y Juanito (que bebe los vientos por Lupita) consiguen devolver el 133 a tiempo, puesto que el infatigable Papá Pinillos ha conseguido convencer al director que inspeccione la cochera. El metomentodo queda en evidencia y los simpáticos operarios de la compañía pueden respirar tranquilos (de paso, Juanito parece haber hecho buenas migas con Lupita). La voz en off cierra la película con un elocuente “Este fue el cuento”.

De cuento, ciertamente, se puede calificar el film, divertido, aunque en mi opinión no llega al nivel de Subida al cielo. Con todo, tiene suficientes elementos como para ser una buena muestra de esa comedia popular que frecuentó Buñuel, beneficiada de unos diálogos chispeantes, parece ser que gracias sobre todo a la presencia de Luis Alcoriza entre los guionista (numerosos, a partir de una historia de Mauricio de la Serna, guionista y director mexicano). Hay frases de irresistible comicidad, como cuando Papá Pinillos sufre un ataque y el Tarrajas dice, creyéndolo muerto, “se nos enfrío”.

A destacar también, casi como un cortometraje aparte dentro del film, la representación alegórica en que vemos a los tres personajes principales encarnando a Dios, al diablo o a Adán y Eva. Impagable el momento en que el ángel caído (el Tarrajas) dispara sobre una paloma que suponemos quiere representar el espíritu santo.



En la próxima entrega, Buñuel, por primera (pero no única) vez, se va a enfrentar a un texto clásico de la envergadura del “Robinson Crusoe” de Daniel Defoe. Película que introduce dos novedades más: es su primer film en inglés y además en color.

Amigo Mad, a eso se le llama no darme respiro, acepto el reto en detrimento al ciclo de Bresson, esta noche me la veo.