Buñuel en cambio, con la ayuda de Jean-Claude Carrière (que inauguraba aquí su fructífera relación con el director aragonés, y que en un detalla muy buñueliano interpreta el papel del cura), se aproxima mucho más a la letra y al espíritu de la novela de Mirbeau. La Célestine de Jeanne Moreau representa mucho mejor la vulgaridad y sexualidad del personaje. También incluyen la violación y asesinato de la niña (crimen que está ilustrado con una de las imágenes más inquietantes y perturbadoras del cine del aragonés: unos caracoles deslizándose viscosamente por las piernas ensangrentadas de la pequeña), y la obsesión de la camarera por desenmascarar a Joseph, aunque, a diferencia de la novela, el vínculo que se establece entre ambos no es el fruto de la atracción que sienta ella por su rudo compañero de trabajo, sino una argucia para poderlo denunciar a la policía.
Por otra parte, Buñuel y Carrière saben dotar al personaje de Joseph (un Georges Géret que da muy bien el tipo) y a la sociedad francesa de la época (en este caso los años treinta) de las características que exponía críticamente Mirbeau en referencia a la Francia de final de siglo, con lo que se establece una inquietante continuidad histórica: Joseph es militante de Action Française, un partido político tradicionalista y monárquico, donde puede defender sus ideas racistas y profundamente antisemitas. El asfixiante ambiente provinciano queda mucho mejor recogida en el film de Buñuel y el final es más fiel a Mirbeau, en el puerto de Cherbourg, con Joseph regentado el café “À l’Armée Française”, mientras una manifestación de Action Française recorre las calles, al grito de “À bas la Republique” y consignas contra Herriot, que fue primer ministro, a las que Joseph añade un siniestro “Vive Chiappe”, en referencia al que fuera prefecto de la policía y amigo de la extrema derecha.
La diferencia es que en Buñuel Célestine, que consigue que la policía detenga a Joseph por el asesinato de Claire, aunque han de dejarlo pronto en libertad por falta de pruebas, no acaba con el cochero en Cherbourg, sino casada con el capitán Mauger (Daniel Ivernel), con lo que en todo caso vemos que la camarera no tiene escrúpulos en ascender socialmente, aunque sea a costa de aceptar el ofrecimiento del viejo capitán retirado, lejos del aparente “happy end” de Renoir.
Si Renoir/Meredith tomaban el personaje de Georges de otra de las casas donde sirvió Célestine, Buñuel/Carrière prefieren ignorarlo y servirse en cambio del personaje de M. Rabour, un fetichista que se deleita viendo a Célestine calzada con unos botines (fetichismo que, a juzgar por sus películas, compartía Buñuel).
Este M. Rabour es aquí el padre del Mme. Monteil (que no Lanlaire), interpretada por Françoise Lugagne, siendo su marido, un hombre frustrado sexualmente (que acabará beneficiándose a la cocinera, Marianne), un excelente Michel Piccoli.