La de Visconti con Marcello y Anna Karina la tendré que alquilar porque paso de cómo se ve por ahí
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Con la polvareda que se ha levantado con el tema de los doblajes pero más importante me parece a mí la calidad de la copia visionada.
Última edición por Alcaudón; 12/05/2021 a las 22:40
Por cierto, la película se rodó en 35mm Technirama 2.35:1 pero se exhibió en 70mm Super Technirama 70 2.21:1.
Lo comento porque no sé si Visconti compuso los encuadres teniendo en cuenta el recorte de imagen en el segundo caso.
Sin prisa procedo a la lectura de la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa.
Última edición por hannaben; 12/05/2021 a las 23:09
... pero sin pausa...
Y yo me pongo con el breve comentario de EL GATOPARDO que intentaré acabar antes de la medianoche (ya sabéis que a esa hora me convierto en una calabaza ) incluyendo alguna captura de pantalla que crea representativa.
Pero que nadie piense que la brevedad del mismo implique que la película no me haya gustado, todo lo contrario como ya me manifestado en más de una ocasión, sino porque mi salud ya no dá más de sí.
Y todavía tengo pendiente el comentario de esta semana del rincón Fritz Lang...
Menos mal que la memoria es selectiva, y siempre lo recordaremos por Ciudadano Kane, El tercer hombre, Luz que agoniza, La sombra de una duda, Duelo al sol o Niágara.
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Por cierto, en el libro de Gaia Servadio, se califica la interpretación de Cardinale en Sandra como inepta, demasiado duro no?
Sí, el adjetivo no parece el más apropiado (no sé si es un problema de traducción). De todas maneras, a mí no me gusta su interpretación, por lo que dije y tú corroboraste: cara de mala hostia durante toda la película. Eso sí, generosa a la hora de mostrar su belleza indiscutible (aunque confieso que no es mi tipo).
“La strega bruciata viva” (episodio de Le streghe, 1967)
Coproducción ítalo-francesa, Le streghe es una más de las muchas películas de episodios de los 60, como la ya comentada Boccaccio ‘70. Si en aquella, en la que Visconti participó con Il lavoro, el productor era Carlo Ponti (lo que justificaba la presencia de su mujer, Sofia Loren, en uno de los episodios), en esta ocasión lo es el otro gran productor italiano, Dino de Laurentiis, que parece haber concebido el proyecto a mayor gloria de su esposa, Silvana Mangano, protagonista de los 5 episodios.
Aunque solo comentaré el de Visconti, el más extenso y, en mi opinión, el mejor, aun sin entusiasmarme, cito el conjunto de episodios (indico la duración aproximada según el DVD que he visionado, una edición discreta tirando a mala, de Resen): 1) “La strega bruciata viva”, de Visconti (37 minutos); 2) “Senso civico”, de Mauro Bolognini, con Alberto Sordi (6 minutos); 3) “La terra vista della luna”, de Pier Paolo Passolini, con Totò y Ninetto Davoli (31 minutos); 4) “La siciliana”, de Franco Rossi (menos de 6 minutos); y 5) “Una sera come le altre”, de Vittorio de Sica, protagonizada por Clint Eastwood y la Mangano (unos 29 minutos). Por cierto, la edición de Resen incluye como extra la versión inglesa de este último segmento.
El episodio de Visconti nos transporta, una vez más, a un ambiente de la alta sociedad (aquí más burgués que aristocrático), en una casa rodeada por la nieve, situada en la localidad tirolesa de Kitzbühel. Hasta allí llega, de incógnito, Gloria, una famosa actriz que asiste a la fiesta que da su amiga Valeria (Annie Girardot).
Los invitados se prestan a algunos juegos de sociedad (uno consiste en buscar el anillo de Valeria). Gloria, que polariza la atención de los presentes, en especial del marido de Valeria, Paolo (Paco Rabal), y de otro hombre, que se suele citar como “lo sportivo” (interpretado por Massimo Girotti), baila el tema de “Le streghe”, de Piero Piccioni, pero se marea y cae.
La rodean y empiezan a “deconstruir” su maquillaje: le retiran el tocado, las pestañas postizas, unas tiras que le tensan la piel de la cara… Finalmente, la instalan en la habitación de Valeria, lo que proporcionará a esta la excusa para ir a la habitación de su marido, cosa que no es ya habitual en la pareja. Pero Paolo prefiere ir al salón, a oscuras, donde coincidirá con una Gloria que no puede dormir y con ese deportista que encarna Girotti, ahora cubierto por un llamativo batín rojo. Paolo sugiera a Gloria que para su insomnio lo mejor es hacer el amor. Entre los tres iniciaran un juego de la “gallinita ciega”, en la que Gloria, con los ojos vendados, ha de tocar a uno de los dos hombres, con la promesa de pasar la noche juntos.
Pero todo queda solo en un juego, ya que Gloria acaba dejándolos y retirándose de nuevo a su habitación, con el argumento de que prefiere algo para el dolor de cabeza antes que un hombre, con el consiguiente enfado de Paolo.
Ya en la cama (Gloria se ha vuelto a desmayar) recibirá una llamada de su marido desde Nueva York (de quien tiene una foto enmarcada en la mesita de noche, omnipresente durante la conversación, foto en la que me ha parecido reconocer al propio De Laurentiis). Gloria le confiesa que está embarazada, pero, por lo que denotan sus respuestas, se trata de un embarazo inoportuno para su carrera, por lo que se da a entender que no tirará adelante, a pesar de que incluso ya le ha puesto nombre al feto: Gloria es una esclava del mundo del espectáculo, en el que la maternidad no tiene lugar. Ya de mañana, reconstruida la máscara tras la que oculta su rostro demacrado, con abrigo con capucha y gafas oscuras, ignora las preguntas de los periodistas y deja la casa a bordo de un helicóptero.
Curioso film de Visconti, que ilustra un guion de Giuseppe Patroni Griffi, con la colaboración de Cesare Zavattini, y que me ha recordado, aunque es muy superior en todos los sentidos, al segmento que Antonioni rodó en I trei volti, “Il provino”, en aquella ocasión a mayor gloria de la princesa Soraya, con producción también de De Laurentiis. En La strega bruciata viva, nos reencontramos con algo de la mercantilización de las relaciones matrimoniales que aparecía en Il lavoro, ahora además incluyendo una visión amarga del mundo del cine. No deja de ser sorprendente que De Laurentiis produzca un film en el que parece desvelarse lo deshumanizado de la relación entre un productor y su estrella, que además es su esposa, lo que da pie a pensar hasta qué punto la película actúa como espejo de la realidad entre el productor y la Mangano.
Por lo demás, Visconti sigue con un uso marcado del zoom, esta vez con Giuseppe Rotunno tras la cámara. Y, como ya hemos comentado en otras ocasiones, con una mescolanza de voces de doblaje, no siempre bien sincronizadas con el movimiento de los labios, que provoca un cierto distanciamiento, fruto de la artificiosidad de los diálogos. Como curiosidad respecto al reparto, vuelve Clara Calamai (aunque, lo confieso, no la he reconocido), y aparece por primera vez, en el papel de uno de los sirvientes, Helmut Beger, aún acreditado como Helmut Steinbergher.
La película, además, sirvió para que Visconti viera en Silvana Mangano una actriz que podía ser la réplica cinematográfica perfecta de su propia madre, algo que se evidenciará en Morte a Venezia, como madre de Tadzio, apareciendo también en Ludwig y en Gruppo di famiglia in un interno.
En la siguiente entrega hablaremos de Lo straniero, la única película de Visconti que no he visto nunca, adaptación de la célebre novela de Albert Camus, que intentaré releer para la ocasión.
Pues parece que nadie ha comentado (no sé si me falta algún comentario por leer) lo de Lucía, pero para mí quedó muy claro que la chica se había rendido a los encantos del Don Salvatore , de hecho, la hermana se lo echa en cara en una escena. Y después de eso, es cuando parece que decide ya pasar de "reagalarse a / o aceptar los regalos de" y se lía con ése otro de la fiesta que comenta mad.
Yo aquí entendí que retrata la típica historia de dos que se gustan pero sus clases sociales no les dejan dar el paso. Al principio él por considerarse inferior (ella sale a saludarlo, se nota que le gusta... ). Y cuando ella vuelve a caer, él le ofrece "lo poco que tiene" sinceramente. Pero ahí nos deja la duda de sí ella lo aceptará o ahora será ella la que se avergüence de su situación actual y no se atreva. Una historia tan tierna como triste.
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"El único modo de ser feliz es amando. Si no sabes amar, tu vida pasará como un destello" - The Tree of Life
Siempre me ha sorprendido un poco la manera en que la filmografía de Visconti cae un poco “en la oscuridad” después de “El gatopardo”. En efecto, después de firmar una de las mejores películas jamás hechas, Luchino tiene dos títulos, “Sandra” y “El extranjero”, que a mucho cinéfilo no necesariamente ignorante ni les suenan, y que no están disponibles en ediciones domésticas al nivel que su realizador suele alcanzar. Supongo que la racha de excelencia no se podía mantener tanto tiempo, pero aun así hizo falta que Visconti inventara el subgénero de la “nazi exploitation” con “La caída de los dioses” para volver al candelero de la controversia.
Y sin embargo, “Vaghe stelle dell’Orsa” (alias “Sandra”), si bien baja el listón de la obra viscontiana, es una película que por varias razones no me disgusta. Es una producción bastante más modesta que lo que había venido antes, pero lo compensa concentrándose más en el tema de la decadencia, retomando un poco la idea de un “huis clos” (una ficción a puerta cerrada, claustrofóbica) al estilo de “Il lavoro”, pero aspirando a una dimensión más trágica que satírica, con uno de los tabúes universales, el incesto, como materia dramática.
Tengo la impresión de que “Sandra” surge un poco de la secuencia de “El gatopardo” en la que Tancredi y Angelica, Delon y Cardinale, vagabundean por estancias deshabitadas de la mansión de los Salina en el curso de sus escarceos amorosos. De ahí a imaginarlos como hermanos que juegan al amor mientras los padres están ausentes media solo un paso, y, como suele ser habitual, a Visconti le gusta introducir la dimensión histórica: hace del padre un judío asesinado en Auschwitz, mientras la madre pierde la razón.
Delon, después de “El gatopardo”, ya volaba completamente solo, de ahí que se recurriera a un reemplazo y que comenzara la carrera de Jean Sorel como “Alain Delon de marca blanca”. Sorel es un actor muy familiar para quien esto escribe, dado que fue un rostro habitual en todo el ciclo del giallo italiano a finales de los 60 y principios de los 70, con títulos como “Una historia perversa” o “Una lagartija con piel de mujer” de Lucio Fulci, “Il dolce corpo di Deborah”, de Romolo Guerrieri, “Una droga llamada Helen” de Umberto Lenzi o “La corta noche de las muñecas de cristal” de Aldo Lado (sin olvidar sus incursiones en el cine español como “Hipnosis” de Eugenio Martín o “Una gota de sangre para morir amando” de Eloy de la Iglesia). Es un actor, aún vivo mientras escribo estas líneas, a la edad de 86 años, que nunca me ha gustado especialmente, considerándolo por lo general un tanto insípido (entrando en la categoría de los intérpretes que, cuando se quiere que actúen con otro registro, se dejan bigote) y por debajo de los proyectos a menudo extravagantes en los que participaba, con lo cual me ha sorprendido su expresividad en “Sandra”, dando a su personaje una fuerza dramática que contrasta con el cierto hieratismo de su partenaire, Cardinale.
El hecho de que Visconti trabajara con un presupuesto menor y que, después de hacer un par de “zooms” a los gatos de Romy Schneider en “Il lavoro”, comenzara aquí a sobreexplotar el recurso, ignoro si por ahorrar tiempo en el rodaje o por adoptar unos modos más “jóvenes”, más a la moda en su momento, da a la película un aire de serie B que casa extrañamente con ese relato de pasiones malsanas y criptas familiares lóbregas muy en la línea de todo el gótico italiano, desde “La máscara del demonio” de Bava a “Los amantes de ultratumba” de Mario Caiano, o las incursiones de Antonio Margheriti, “Danza macabra” o “Los largos cabellos de la muerte”. De ahí que me venga en el acto la manera de “arreglar” la película: quitar a una Cardinale demasiado terrenal para encarnar a una heredera decadente (toda vez que acabábamos de verla en “El gatopardo” como nieta de un tal “Peppe Merda”) y poner a Barbara Steele, que acababa de interpretar un papel en “Ocho y medio” de Fellini y no le hubiese dicho que no a su gran rival, Visconti.
Aunque los zooms y teleobjetivos dan a la puesta en escena ese aspecto tosco que no abandonaría ya el cine de Visconti, la película no carece de virtudes artísticas. No he podido apreciar como es debido la fotografía, dado que he tenido que ver la película en YouTube en resolución inferior a la de un DVD, pero siguen observándose detalles elegantes en la puesta en escena. Recuerdo un plano en el que Sandra aparece oscurecida por un velo mientras vemos en el centro del cuadro la escultura de “Amor y Psique” que simboliza toda la relación ilícita entre los dos hermanos (y que tiene el secretismo como punto común entre el guión del film y el cuento mitológico). También se mantiene el uso de elementos escenográficos, como esas urnas y sepulcros de la antigua Roma que vemos de fondo en el diálogo entre Andrew, el marido de Sandra, y el personaje de Gilardini, que siempre traen a la mente el peso del pasado. Y por supuesto no pueden faltar esos juegos de reflejos que son una constante de su director, en espejos, en paredes brillantes, en agua.
El poema de Leopardi del que se extrae el título de la película, “Le ricordanze”, supone la evocación de una juventud irrecuperable y de una amante perdida a la que llama “Nerina”. Las connotaciones incestuosas de este amor las añade Visconti en su argumento, toda vez que el incesto es una de las características ineludibles de las grandes familias señoriales y casas reales, que a menudo, por motivos de alianzas políticas y económicas, emparejaban en matrimonio a personas con grados de consanguinidad muy cercanos. En ese caso no se trata de un incesto pactado, sino de un amor loco, una fijación del personaje de Gianni desde sus escarceos juveniles, viéndose reflejado en ese estanque subterráneo, toda una metáfora del inconsciente, mientras Sandra huye de esa complacencia subiendo por una escalera de caracol.
Es curiosa, en vista del motivo de los “vicios ocultos” a los que hace referencia un diálogo, la coincidencia de que la acción se desarrolle en la localidad de Volterra, que a su belleza histórica une haber sido el lugar de nacimiento del pintor Daniele da Volterra, famoso en la historia del arte por cumplir el encargo del papa Pío V de cubrir con vestimenta los genitales de las figuras desnudas de “El Juicio Final” de Miguel Ángel, lo que le valió el sobrenombre bufo de “Il Braghettone”. El tema de “tapar las vergüenzas” tiene cierta relevancia en la película, e incide en el tema de la locura de la madre, pero, como siempre, Visconti, salvando unas sugerentes vistas de la espalda de Cardinale después de un baño, hace un poco de “Volterra” y no se recrea en el erotismo femenino tanto como en el masculino de los chicos sin camisa, al contrario de varios usuarios de Internet con mucho tiempo libre, que, con la ayuda de programas como Photoshop, inundan la red de falsos desnudos de la estrella italiana nacida en Túnez, combinando su rostro con los cuerpos de varias modelos innominadas (incluyendo un ejemplo en el que un desastrado Burt Lancaster apunta con su Colt a una Cardinale en “topless”: ¡esa escena no la recuerdo yo en “Los profesionales”!)
Volviendo al tema de la censura eclesiástica, me trae a la mente el diálogo de Gianni en el que afirma que muchas monjas toman el hábito no por fe sino por sublimar pasiones amorosas, de lo cual nos acordamos luego cuando Sandra, antes de acudir al final al homenaje a su padre, se mira al espejo en plan novicia antes de terminar de atarse el “foulard”.
En cuanto a la música, salvando varias canciones “pop” de la época (una de ellas compuesta por Pino Donaggio, que tendría una interesante segunda carrera como autor de partituras fílmicas, sobre todo con Brian de Palma), el acompañamiento se compone de diversas partes de una única pieza pianística, “Preludio, coral y fuga”, del compositor de Lieja César Franck (1822-1890), a la que se dota de un rol dramático en la historia, pues une a su carácter un poco obsesivo el hecho de ser una pieza interpretada en el pasado por la madre de ambos hermanos y que viene a simbolizar un poco su locura, desde el momento en que un pianista la ejecuta al inicio del film en una reunión social a la que asiste Sandra y vemos que su reacción al escucharla es melancólica (más adelante, constataremos que la madre ya es incapaz de tocarla y la vernos aporrear con furia el teclado lo que en jerga de música contemporánea se denomina “clusters”, es decir, racimos de notas golpeadas al azar). La pieza une a la evocación del estilo de Johann Sebastian Bach las técnicas virtuosísticas de autores románticos como Franz Liszt (de hecho, un pasaje es muy similar a una pieza de Liszt, casualmente evocadora de sus años en Italia, titulada “Los juegos de agua en la Villa d’Este”) con lo que en ella confluyen lo riguroso e inevitable del Barroco y la ornamentación decadente del último Romanticismo.
Constatar por último cómo al final el pulso Fellini-Visconti lo terminó ganando el primero: aquel año, el de Rimini salió mejor parado del desafío de suceder a una obra maestra con “Giulietta de los espíritus”, que, si bien tampoco fue un “Ocho y medio”, me da que ha sido tratada mejor por el paso del tiempo.
Última edición por Abuelo Igor; 15/05/2021 a las 15:08
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Curioso intento de comedia sofisticada (por lo menos el episodio de Visconti) a lo JLM o Wilder (será Gloria el nombre de la prota en el episodio de Visconti una casualidad?), pero sin suerte en cuanto al resultado, por lo menos para mi; si bien es cierto el episodio de Visconti es el mejor, pero desgraciadamente en mi caso sería el mejor del peor, porque el de Passolini he sentido vergüenza ajena y me corrobora la pereza que le tengo a PPP, tengo material para una revisión, pero viendo Salo y otra, es un director que me da pereza mental y la payasada vista en las brujas no ayuda. Después el de De Sica, me recuerda a los inicios de Woody Allen pero sin gracia (siendo los films de Allen posteriores sino me falla la memoria). Con esto hago una pequeña reflexión y pregunta para ustedes, sobre la comedia sofisticada italiana, un género, sobretodo en el clásico que adoro, y me he dado cuenta que el cine italiano es quizá el más fuerte a nivel europeo, tiene directores, movimientos y subgéneros que lo abanderan: el giallo, neorrealismo, el exploit descarado (un placer culpable), Fellini, Antonioni, Visconti, etc, etc....no sería la comedia el punto fuerte del país, ya la comedia erótica festiva no me convence, aunque alegre a la vista, pero ya la comedia sofisticada (el episodio de Visconti sería el único que me viene a la cabeza ahora mismo) tampoco sería mi fuerte, y defiendo (o más bien ataco) dicha postura personal:
A parte de la introducción de los personajes principales, el capítulo es terriblemente aleccionador, que no me molesta cuando hay un desarrollo y se me muestra con más sutilidad, pero aquí cada conversación hay una lección de vida, y eso me irrita, me recuerda a las comedias sitcom tan de moda ahora, que cada vez que el actor abre la boca es para hacer una chiste, ejemplo Big bang theory, serie que he visto y me hace gracia en ciertos momentos, pero me siento avasallado. Pues aquí igual cada vez (o casi) que los actores hablan es para aleccionar o plasmar un discurso; esto es muy descarado en el episodio de de Sica, y siendo el último es el que me ha matado y el que te deja un mal sabor de boca. Del de Passolini no voy a hablar porque realmente, dicha parte la encuentro muy irritante.
No mucho más que decir del de Visconti, no voy a decir que valga la pena (a punto estuve de gastarme 16-17 euros por la edición creo de Eureka o Arrow que hay del film) pero me hecho gracia per a Rabal y Helmut Berger, este último, su rostro se te queda para siempre (de la Alemania profunda) en la caída de los dioses de Visconti, film que ya vi, y en su momento me gustó, pero tengo muchas ganas de revisionarla con la perspectiva que te da el hacer una revisión de un director.
En resumen, no diré que es fallido, pero para mi no es un mediometraje satisfactorio por lo dicho,y el global del film, con todos los episodios, aún sale más mal parado. Una decepción.
En la foto tenemos a Giuletta Massina y a Ursula Andress en la diosa de fuego
Última edición por Alex Fletcher; 16/05/2021 a las 15:32
Bueno, si por comedia sofisticada entiendes a Lubitsch, o a Leisen, o algunas cosas de Wilder, no sabría encontrar equivalentes en el cine italiano. Ahora bien, la comedia italiana tiene grandes títulos y grandes directores. No Visconti, desde luego, pero sí algunas cosas de Fellini, y Monicelli, Germi, algunas cosas de De Sica, Comencini... Seguro que Abuelo Igor, buen conocedor del cine italiano, puede añadir muchos más nombres.
Me ha gustado,pensaba que era más extensa.El hallazgo del soldado muerto que lucha por el rey está narrado con explicitud en la putrefacción del cadaver que ha causado un pestazo en toda la zona considerable.El principe quiere mucho a su sobrino recalcando el amor por su hermana,la mami de Tancredi y ese díscolo cuñado que dilapidó el patrimonio.
Última edición por hannaben; 17/05/2021 a las 11:06
Hablando de comedia italiana, en este caso, me centro en una tragicomedia que vi hace ya bastantes meses y que me encantó. Pillé un BD baratito en un centro comercial, de La escapada (Il sorpasso), de Dino Risi. Una fabulosa muestra de ese cine que te hace reir y emocionarte a la vez, con un Gassman en plan estelar y su acompañante, un jovencísimo Trintignant. Para el que no la haya visto, la recomiendo encarecidamente.
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Lo pasé muy bien con un doblete de comedias de Risi que editó la (creo que ya extinta) Regia Films: "Ajuste de cuentas en San Gennaro" y "En nombre del pueblo italiano". También tengo otra de él que se llama "Monstruos de hoy" y es curiosísima porque está compuesta de multitud de episodios muy breves, pero con una unidad de reparto y de director, y unos cuantos años antes que Monty Python.
Me honra esa consideración de experto en cine italiano que me concede Mad Dog, pero ¡más quisiera yo! Yo creo que más allá de los grandes autores, y no todos, y del terror y el giallo, lo tengo todo por conocer. Por no ser, no soy ni siquiera un buen conocedor del spaghetti western más allá de Leone, algunas de Corbucci y cosas sueltas de estos directores que picaban en todos los campos (por haber, hay hasta westerns de Mario Bava; tengo uno de él, "Roy Colt y Winchester Jack", que ni siquiera he visto)
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En todo caso, Abuelo, demuestras con tus comentarios un nivel de conocimiento del cine italiano muy por encima de la media, incluso en un círculo de cinéfilos veteranos como este, ya no digo respecto a las nuevas generaciones. El cine italiano, desgraciadamente, ha ido desapareciendo del debate cinéfilo, cuando en otros tiempos era uno de los más ricos y variados. Cuando empecé a fondo en esto del cine, durante la segunda mitad de los 70, nombres como Fellini, Visconti, Antonioni, Bertolucci o Passolini eran lo más, y aún se hablaba de De Sica o de Rossellini, por no citar a muchos otros, de Monicelli a Comencini, de Petri a Ferreri, de Rosi a los Taviani, de Scola a Bellocchio. Y aún podíamos añadir cosas de Germi, Lattuada, Zurlini o De Santis. Y todo ello sin entrar en los géneros, del giallo al spaghetti western, pasando por el terror más o menos gótico o el péplum.
Yo creo que nadie como el cine italiano ha tenido la maravillosa capacidad de hacer del drama una comedia y viceversa. Esa capacidad de reír en las condiciones más pobres, o de llorar en momentos supuestamente felices y graciosos, me sigue fascinando. INcluso muchos años después, he intuido ese tipo de cine, ese tono en otras latitudes cinematográficas.
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Aunque en teoría “Las brujas”, por el protagonismo común de Silvana Mangano (pronuncien “Mángano”, por favor) y por su pretensión de examinar diversas maneras en que las mujeres, con su “brujería”, influyen en los demás, podría haber sido una propuesta más unificada que otros films de episodios, en la práctica es casi lo contrario, pues la variación de temáticas y tonos es muy grande, del costumbrismo a la comedia, fantástica o no, o a la fábula moral contemporánea, en ambientes sociales enrarecidos o en la clase media, o en la Sicilia profunda de la mafia. Aunque hay cinco historias, en realidad una de ellas, “Sentido cívico”, de Bolognini y junto a Sordi, es más bien un “sketch”, mientras que “La siciliana” de Franco Rossi (director que tuvo cierto predicamento en su día pero que hoy vive en un olvido casi total, prueba de ello es que no he visto ni una sola película suya) es casi un “falso tráiler”, con lo cual los episodios dignos de tal nombre son tres.
De ellos prefiero el de Visconti, “La bruja quemada viva”, con el cual Luchino se toma la revancha de ser eclipsado por Fellini en “Boccaccio 70”. “La tierra vista desde la Luna” de Pasolini tiene su aquel, por su ingenuismo fantasioso, por el retorno de la pareja de “Pajaritos y pajarracos”, Totò y Ninetto, y por tener un personaje femenino llamado “Assurda”, pero creo que en general Visconti hace un trabajo más sólido que entronca de maneras inesperadas con obras anteriores y posteriores. La historia restante, dirigida por De Sica, pone en serios aprietos mi suspensión de la incredulidad al ver al mismísimo Clint Eastwood incorporando al típico marido mediocre y burgués que interpretarían con más frecuencia un Ugo Tognazzi o similares, aunque ahí Mangano con gafitas está tan “super cute” que lo perdono todo.
La idea de una actriz que es un verdadero icono de la belleza, pero que en definitiva es una esclava del sistema, simbolizando todos los deseos pero teniendo sus propios deseos del todo vedados, continúa en cierto modo la temática de “Bellissima”, si imaginamos que la hija de Anna Magnani realmente llegó al estrellato, y también la de “Rocco”, pues Gloria, la protagonista, es otra prisionera de su fama, como lo fue el boxeador preso en una hilera de portadas de prensa. En cuanto a los actores que intervienen, también hay viejos y nuevos rostros. Mangano, que intervendría en varios títulos viscontianos, hace aquí su primera aparición en la filmografía, como también el primer criado que abre la casa de Kitzbühel, que no es otro que Helmut Berger (acreditado como “Helmut Steinbergher”), a quien Luchino conoció en el casting de extras para “Sandra” y que en lo sucesivo sería una parte esencial, y muy discutida, no solo de sus repartos fílmicos sino de su vida personal. Está también Annie Girardot, y también, cuando esta última abre la puerta para presentar a su estelar invitada, se da la vuelta nada menos que la ya lejana pareja de “Ossessione”, Clara Calamai y Massimo Girotti. Paco Rabal hizo aquí su única colaboración con “il conte rosso”.
La película, con su radiografía de un mundo de la riqueza y la fama un poco decadente, así como la contraposición entre una esposa insatisfecha y un “sex symbol” glamouroso, puede recordar ciertos motivos de las fellinianas “La dolce vita” o “Giulietta de los espíritus”, aunque en una clave más dramática y psicológica, o incluso sociopolítica, alejada del sentido fantasioso y grotesco del autor de “Satyricon”. Mientras los “paparazzi” son una presencia lejana y molesta, vista de lejos casi como la tribu india que rodea el campamento de los colonos, la llegada de Gloria pone de manifiesto cómo ella personifica muchas de las aspiraciones y deseos de los presentes, hecho subrayado por el elaborado modelo que se pone para brillar en sociedad, hecho de un material dorado que la hace parecer un ídolo pagano, pero que mostrará también el lado oscuro de esta idolatría primitiva cuando, al desvanecerse tras bailar el tema principal de la película y se le retiran sus artificios de maquillaje (como esa especie de goma que mantiene el rostro estirado y realza la forma de los ojos), comprendemos que invierten una especie de embalsamamiento: Gloria podrá ser una diosa viviente, una especie de faraona, pero a la vez es una momia en vida.
El juego de sociedad por el que Gloria paga esta prenda, consistente en encontrar una alianza de matrimonio oculta, nos revela otro tema fundamental de la historia, pues el anillo estaba oculto en la órbita de un cráneo. Es el matrimonio de la estrella con un poderoso personaje que es el dueño de su vida y de su carrera, y al que solo vemos en foto mientras Gloria habla con él (imposible no recordar en esos momentos que el marido de Mangano, y también productor de esta misma peli, era el mismísimo Dino de Laurentiis) el que trae la muerte, en aras de su carrera, de varias de sus aspiraciones vitales, en concreto del hijo que está esperando, cuyo nacimiento resulta ser incompatible con su agenda de proyectos. Poco antes, mientras llevaba el vestido dorado, Gloria había tenido un diálogo con un fabricante de carne en conserva donde quedaba claro que ella era un poco también carne en conserva.
Encuentro sugestivo todo ese segmento nocturno en el que vemos el despertar de todos los deseos al paso, como quien dice, de la diosa del amor: una criada sufre, o disfruta, los avances de un marido infiel, una mujer mayor cubre su rostro con una foto de Gloria a modo de máscara mientras abraza y besa al mayordomo Berger, y la propia Gloria, conminada a elegir en espíritu de juego entre sus dos pretendientes maduros, Rabal (que es el marido de Girardot) y Girotti, decide participar en una especie de “gallinita ciega” vendándose los ojos, lo cual refuerza aún más si cabe su analogía con Cupido, el dios del amor. Aunque al final no se acuesta con ninguno de ambos, elige ostensiblemente a Girotti para dar celos a Rabal, con quien ya había tenido una relación en el pasado que supone un motivo de tensión desde el inicio entre Gloria y Girardot, la anfitriona.
El final en que los emisarios del marido prácticamente evacúan a Gloria del lugar, llegando hasta a fletar un helicóptero a tal efecto, en contraste con su llegada en plan diva, puede suponer una especie de ascensión a los cielos de la diosa, aunque se trate de una subida a los cielos más bien amarga, con las gafas oscuras cuidadosamente colocadas para que los “paparazzi” no capten sus verdaderos sentimientos.
Documentándome para esta reseña, descubrí cosas que no sabía: la muerte de Mangano antes de los 60 años, nada menos que en Madrid (antes de morir le dio tiempo para su última aparición en la gran pantalla, no acreditada, que fue en “Slugs, muerte viscosa” de Juan Piquer Simón), y sus frecuentes episodios depresivos y problemas de salud, que la película parece reflejar o anunciar. En todo caso, volveremos a verla con Visconti en “Muerte en Venecia”, "Ludwig" y “Confidencias”.
Última edición por Abuelo Igor; 21/05/2021 a las 12:19
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