Por Adrián Álvarez
En los años 90, hubo dos películas que se encargaron de derribar el cine de acción que, desde más o menos el año 85 (año del estreno de “Commando” y “Rambo”) se había impuesto en la taquilla: en el 93 se estrena “El último gran héroe”, incomprendida obra maestra de John McTiernan que derriba tópicos a puñados con soltura y chistes metalingüísticos; en el 97, llega “Con Air” y, literalmente, el cine de acción vuela por los aires a fuerza de parodia pasada de rosca, hasta que “Blade”, y en mayor medida “Matrix”, reinventan el género con la sensibilidad del cine de Hong Kong.
No es de extrañar que para esta reunión de viejas glorias del cine de acción, Stallone se echara a un lado y contratara a Simon West, director precisamente de “Con Air” o la reciente “The Mechanic” (2011) para darle algo más de brío: si de algo pecaba “Los Mercenarios” es de urgencia, como si fuera un proyecto surgido en una borrachera y levantado un año después, con lo que se resintió el guión, dubitativo y con un villano poco carismático, y una planificación visual espectacular a ratos pero poco imaginativa. Y vaya si acertó con West.
Podemos decir sin lugar a dudas que “Los Mercenarios 2” es muy superior a la primera parte, y que es el mejor trabajo de su director hasta la fecha. Sólo la escena inicial es más dinámica, macarra y festiva que muchas películas de acción actuales, pero es que a partir de ahí, la película es un carrusel de disparos, explosiones, muertes por entorno, leñazos con la mano vuelta y cuchilladas tan divertido como espectacular, y que se ahorra justificaciones baratas y psicología de salón (General Garza, estás mejor muerto) para ahondar en el auténtico motor del género: la venganza. Prueba de ello es que las subtramas son mínimas y enriquecen, en lugar de detener como en la primera entrega, la narración. Por el camino, se pierde esa crítica velada a las ‘black ops’ de grupos paramilitares norteamericanos pero, ¿de verdad alguien va a echar de menos eso cuando tienes a Schwarzenegger disparando desde un Smart?
La historia es sencilla: Barney Ross (Sylvester Stallone) dirige un grupo paramilitar formado por los profesionales más cualificados en operaciones especiales, entre los que se encuentran Lee Christmas (Jason Statham), Gunnar (Dolph Lundgren, que agradece que al fin sepan qué hacer con su personaje), Hale Caesar (Terry Crews), Toll Road (Randy Couture) o Ying Yang (Jet Li). Después de una operación para saldar cuentas con el Señor Iglesia (Bruce Willis) en el que se topan con un terrorista llamado Vilain (Jean Claude Van Damme), uno de los suyos muere y Barney tiene muy claro su objetivo: rastrear, encontrar y matar.
Si en lo visual es una chuchería de sabrosa adrenalina, no menos espectacular es la labor actoral. Si algo se ha demostrado gracias a los remakes de “Desafío Total” o “Conan”, es que lejos de su capacidad para ganar un Oscar, estos actores (sí, actores) tienen presencia en pantalla. Son titanes, y si “Los Vengadores” era la mejor reunión de personajes ficticios, esta “Los Mercenarios 2” es la mejor reunión que se puede hacer hoy día de físicos apolíneos y carisma cinematográfico. West sabe a quiénes tiene en sus manos y les dedica tiempo y esfuerzos a cada uno para que se luzcan. Y ojo, porque tampoco actúan mal y disfrutan del trabajo, sobre todo Jean Claude Van Damme, que junto a Willis y Schwarzenegger, roban la película al dúo Stallone – Statham.
En definitiva, se trata de, por el momento, la película más divertida del verano y una de las grandes películas de acción de principios de los 90… a día de hoy. Probablemente haya un mensaje sobre la crisis de ideas en Hollywood debajo de esa afirmación, pero poco importa. Como dice Trench, el personaje de Arnold, “He vuelto”. Y con eso basta.
Lo mejor: Los diálogos punzantes entre Stallone, Schwarzenegger y Willis. Jean Claude Van Damme como no se le veía desde hace tiempo. El uso creativo de los espacios para rodar la acción. La sensación de fiesta constante.
Lo peor: El pobre tiempo en pantalla de algunos de los cabezas de cartel. Que se tome en serio su propuesta, cuando es cine lúdico al 100% y no pretender ser otra cosa. Terry Crews está demasiado tranquilo. No revoluciona el cine de acción, sino que resucita sus modos y vicios.