Dos curiosas propuestas, exóticas dentro de sus géneros respectivos:
Lejos de los árboles, de Jacinto Esteva, uno de los pilares de la llamada Escuela de Barcelona (sobre el que su colega Joaquim Jordà rodó un documental biográfico imprescindible:
El encargo del cazador). Se trata de un documental ácido e incómodo, que parece beber directamente del Buñuel de
Las Hurdes, para mostrar una miscelánea de costumbres, ritos y atavismo de lo más carpetovetónico de la España negra, con una curiosa derivación urbana hacia los locales de flamenco o un ensayo de Antonio Gades. Imágenes impactantes, de gran belleza, en un crudo blanco y negro.
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Stella Cadente, de Lluís Miñarro. Ejercicio de estilo sobre fondo histórico, que el propio director (que también es guionista y productor) califica en los títulos de “divertimento”. Quizá la pregunta es: ¿“divertimento” para quién? Quizá para Miñarro, los actores y el equipo de rodaje, porque da la impresión que quizá se lo pasaron bien, pero me parece que divertimento dudoso para el espectador. La película toma como excusa, como mero McGuffin, el breve período del reinado de Amadeo de Saboya, paréntesis entre el destronamiento de Isabel II, y con ella de los Borbones, y la proclamación de la fugaz I República española. Pero que nadie espere un análisis histórico, social o político sobre este rey ni sobre este concreto período histórico. Lo que Miñarro nos entrega es una selección de cuadros escénicos un tanto marcianos, que a menudo rozan o caen en el ridículo (¡esa masturbación con un melón o una calabaza!), puntualmente de una cierta belleza (aprovechando, por ejemplo, el rodaje en el Castel del Monte, en Bari), sin ningún sentido narrativo, por el que van desfilando el rey (un Àlex Brendemühl, inmutable ante tamaño desaguisado, lo mejor del film), la reina (una Bárbara Lennie que pasaba por ahí), ministros y personal de servicio de la Corte, con especial mención de una cocinera/concubina (interpretada con notable entrega por Lola Dueñas). Un apunte lingüístico difícil de entender: los personajes hablan en catalán o en castellano supongo que en función de las lenguas de los actores, pero sin ninguna adecuación a los personajes que interpretan, así el rey Amadeo, italiano, habla en catalán, pero la reina, María Victoria, italiana también, habla en castellano, lo que añade otro distanciamiento más a la narración histórica, al que hay que añadir una banda sonora con varias canciones pop francesas. En resumen, una curiosidad perfectamente prescindible.
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