Damien: Omen II (Don Taylor, 1978) (Mike Hodges sin a acreditar)
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De esta sí que necesitaba una revisión porque, aunque la había visto, más de una vez, no estaba grabada del todo en mi mente. Siguiendo con la inevitable comparativa con The Exorcist, si aquella entregaba una secuela casi indefendible (pese a poder articular que se cambia de género), la de The Omen es interesante, decente. Casi en línea con lo que otras franquicias lograban en los 70 (Jaws 2, Rocky II), esto es, perdiendo lo obvio en comparación a las originales, pero reteniendo unos mínimos y sobre todo un aire contemporáneo.
Damien es ahora un chaval de 12 años que vive con sus tíos y su primo. Sigue sin ser consciente de quien es y ahí está el motivo central de la película: Damien, en su curso anual en una academia militar, así como en las vacaciones en su hogar, recibe de nuevo el apoyo de soldados entregados a la causa (mola que no den explicación a eso: quienes son? Están poseídos?), nada menos que Lance Henriksen (The Terminator, Aliens) y Robert Foxworth (Falcon Crest). Damien irá entendiendo, gracias a ellos pero también a si mismo, quien es. Ese proceso no es del todo satisfactorio pero podría haber sido mucho peor, además el actor elegido, Jonathan Scott-Taylor, no sólo da el pego con el actor de la anterior entrega, e irradia ese extraño temor en su rostro, sino que sabe transmitir que algo le está ocurriendo, y ese algo es aceptado con naturalidad.
Parece ser que Mike Hodges inició la película, fue despedido y reemplazado por Don Taylor, aunque conviven escenas rodadas por ambos. El producto final, aunque narrativamente no flojea en lo que cuenta, si carece de nervio y no aprovecha la revelación final (
la tia de Damien como tercer soldado
), que queda abrupta y corta. Por el contrario tenemos un William Holden que aporta ese plus de la Golden Age, el miedo escénico que genera la pintura de Damien y la eficacia de los cuervos cargándose a quienes osan investigar demasiado a Damien.
A nivel de franquicia lo mejor es que hay una sensación de continuidad, de lógica en lo contado en la anterior película, y pese al cambio de directores (no sólo en esta sino en comparación a la de 1976), se nota como parte del mismo universo. Todo lo contrario que con el extraño despropósito de la secuela de The Exorcist.
LA BSO sigue a cargo del gran Jerry Goldsmith.