Evasión o victoria (
Escape to Victory, 1981), de John Huston
Esta era una de las pocas películas de John Huston que todavía no había visto. De hecho, siempre me dio una pereza enorme visionarla (no soy futbolero, a diferencia de algunos compañeros de foro
), pero ayer, en que negros nubarrones me rondaban la cabeza, me decidí a hacerlo… y fue un gran acierto.
No es que
Escape to Victory (que es como el título aparece en la copia emitida en un canal de Movistar, aunque veo que el original era simplemente
Victory) sea un film memorable, está sin duda entre lo más irrelevante del director, pero lo cierto es que desprende una
joie de vivre contagiosa. El guion es de una simplicidad desvergonzada: durante la II Guerra Mundial, un grupo de prisioneros aliados, de distintas nacionalidades, forman un equipo de fútbol, que se enfrenta a una selección alemana, en el estadio de Colombes de París (en realidad, un estadio de Budapest). El partido cubre aproximadamente la última media hora, pero es la esencia del film, el resto es pura preparación de esa catarsis final. Todo lo que lleva al partido, y mucho más lo que sucede durante este, es de lo más inverosímil, pero ahí está la gracia. Todo es tan absurdo y exagerado, que al final uno no puede evitar troncharse de risa con la evolución del partido. Vencen los alemanes por 4-1 en el descanso, pero entonces, cuando se supone que los presos aliados aprovecharán la pausa para fugarse a través de las alcantarillas parisinas, eligen jugar la segunda parte, convencidos de que pueden ganar el partido. Y ahí están: un inverosímil Sylvester Stallone, canadiense que nunca había jugado a fútbol, bajo los palos; un veteranísimo Michael Caine en la defensa, y algunos jugadores de relumbrón, aunque algunos ya viejas glorias, como Bobby Moore, Osvaldo Ardiles o “O Rei” Pelé. El genial futbolista brasileño, con 40 años, se reserva el momento culminante, con un espectacular gol de chilena. Pero, ¡no se vayan aún!, que falta el penalti final. ¿Quién acabará venciendo?
Una curiosidad cinéfila: el alemán que narra el partido en inglés, se supone que como parte del carácter propagandístico que las autoridades germanas quieren otorgar al enfrentamiento, es Anton Diffring, del que comentamos hace poco su película para la Hammer
The Man Who Could Cheat Death, de Terence Fisher. También aparece Max von Sydow, como el oficial de la Wehrmacht que impulsa inicialmente el partido por su afición al fútbol. Un detalle a aplaudir es que todos los personajes hablan la lengua que se supone que les corresponde: alemán, inglés o francés, lo que consigue dar verosimilitud lingüística (algo no muy habitual) al film.
En fin, sentado en el sofá, descojonándome de risa (algo que no me suele pasar ni con la comedia más divertida), disipé la tormenta que me amenazaba. Ver el público del estadio (se supone que mayoritariamente francés, en un París ocupado) cantando “La Marseillaise”, como si del bar de Rick se tratase, y estallar de alegría en un final apoteósico, te pone la piel de gallina, aunque seas consciente de que se trata de una pura ficción. A esto se le puede llamar cine terapéutico, por muy tontaina que sea la película (o quizá precisamente por ello).