Ayer continué con el ciclo empezado hace tiempo: el ciclo de películas de Roger Corman basadas en relatos de Poe. Si en su día le tocó el turno a Usher, ahora vamos a por "El pozo y el péndulo", o como se tituló en nuestro país la película, "El péndulo de la muerte".
El péndulo... es de las pelis del ciclo Corman que he visto pocas veces, concretamente, dos, y con este revisionado, tres. Todas en DVD. Hay otras películas del ciclo que vi de niño hasta la extenuación, pues las grabó mi padre en VHS de pases televisivos y en mi casa tuvieron mucho éxito
pero esta no fue una de ellas y la vi con la aparición del DVD.
La caída de la casa Usher fue un enorme éxito, no solo económico, sino incluso crítico. Fue un experimento, intentando Corman hacer una apuesta diferente a esas películas baratas de monstruos con menos de 100.000 dólares de prespuesto. Y no hay que creer que el éxito se le subió a nuestro amigo a la cabeza: entre Usher (1960) y El péndulo, Roger Corman rodó 3 películas baratas de las suyas: "La tienda de los horrores", que devendría en cláisco, "Atlas", y "El monstruo del mar encantado". ¡Todo ello en menos de un año junto con "El péndulo..."
Comenta Richard Matheson que le encargaron escribir una continuación, y que no había entonces intención de crear ciclo alguno, sino simplemente, explotar una apuesta comercial que había tenido éxito. Corman quería adaptar "La máscara de la muerte roja", pero el estreno, por aquel tiempo, de "El séptimo sello" de Bergman, de gran parecido con lo que él tenía en mente, le valió aplazarlo. El presupuesto esta vez fue, según algunas fuentes de 1 millón de dólares, aunque otros afirman que no pasó de 300.000 dólares. Sigue siendo una fortuna igualmente, comparado con lo que solían costar los productos de la AIP (American international pictures).
Roger Corman, como artesano experimentado y capacitado para usar el ingenio a falta de mayores recursos, decidió seguir aquí la máxima universal del éxito: si algo funciona, no seas tonto, no toques. Por lo que contó de nuevo con buena parte del equipo técnico y artístico del éxito previo. Así, tenemos a Richard Matheson construyendo una historia basada en algunos de los elementos de la obra de Poe, pues el relato en que se basa no daba para un largometraje. Encontramos restos de la obra de Poe por todas partes: el hombre torturado por la muerte de su esposa, el pánico al enterramiento prematuro, la obsesión con los retratos pintados del ser amado que permanecen incluso una vez este se ha ido...
Se unen a ello elementos del gótico tradicional, como esa mansión (en este caso, todo un castillo) al borde de un acantilado, los yermos páramos cubiertos por ominosa niebla, el extranjero que llega a una casa extraña y llena de costumbres y secretos desconocidos... todo ello con el mismo diseño de producción de Daniel Haller, otro artesano capacitado con el ingenio, a falta de dineros, y fotografiado por el estupendo Floyd Crosby, director de fotografía que había trabajado al servicio de gente como Murnau o Nicholas Ray, y que colaboraba con la AIP por aquellos años. A estos elementos se suma, una vez más la partitura de Les Baxter, gran compositor de la casa.
Y por supuesto, no iba a faltar Vincent Price, como señor de la función (aunque advierto que esta vez tendrá compañía). Price suma a su cómputo otra obra maravillosa, otra interpretación atormentada, trágica y llena de pasión: cada gesto lloroso o enloquecido, cada mirada torturada o aviesa, está imbuida por el genio de este hombre para componer personajes exquisitos. En esta ocasión, la obra tiene lugar en la España del siglo XVI, donde el joven Francis Barnard acudirá al castillo Medina, para buscar una explicación a la repentina muerte de su hermana Elizabeth. Allí se encontrará con su cuñado, Nicholas Medina (un atormentado Price) que parece ocultar, desde el principio, la verdad con bastante descaro; y conocerá a la hermana de Nicholas, Catherine, y al amigo de la familia, el doctor Leon.
Price aduce que la muerte de su esposa se debió a una enfermedad sanguínea, pero la vaguedad de sus palabras hacen que Barnard investigue, revelándosele finalmente que su hermana murió de miedo, visitando una noche la cámara de torturas que perteneció al padre de Nicholas, Sebastian Medina, un brutal inquisidor español. Aún sin quererlo, como solía ocurrir al personaje del "extraño en tierra extraña" del ciclo, Francis quedará atrapado en una trama familiar que le es ajena, pero de la que no podrá escapar...
Es ya hora de hablar del último (último en aparecer, ni mucho menos último en talento) rostro que aquí tenemos sumando para nuestro goce: el de Barbara Steele, actriz británica de enormes ojos y carnosos labios que, como Price, compondría un puñado de papeles ya inseparables al género fantástico; es solo verla y me vienen a la mente esos ojazos abiertos en la blanquinegra obra maestra "La máscara del demonio" de Mario Bava poco antes de ser ajusticiada por su propio hermano, por brujería. Aquí, Steele es Elizabeth, la esposa fallecida y, quizás, prematuramente enterrada, cuya presencia a lo largo del filme se siente: su retrato preside su cuarto, ahora abandonado, su lápida en la cripta familiar es un plano recurrente... no es hasta el final que la tendremos
en espíritu
Como ya comenté al hablar de Usher... Corman estaba muy interesado en el estudio de la psicología, consultaba a un psiquiatra y vertía muchos elementos psicológicos y freudianos en su ciclo de Poe. En otras películas, tenemos escenas oníricas, casi surrealistas, que a menudo sirven de epifanía al personaje protagonista. Aquí tenemos la historia de un hombre atormentado por el trauma infantil más extremo, y es que Nicholas, de niño, curioseando en la sala que le estaba prohibida, la cámara de torturas de su padre, fue testigo de la cruel "guía" que el inquisidor Sebastian hizo a su madre y a su tío, a los cuales castigó después por su adulterio: a él lo mató a palos, a ella, la torturó en su cámara y luego la emparedó viva. Todo ello nos es mostrado a través de
flashbacks rodados con aberraciones cromáticas y gran angular, según Corman, para mostrar que todo ello está intrincado para siempre en el subconsciente de Medina, un hombre que siempre ha vivido peligrosamente cerca de la locura.
No es el único experimento que se permite Corman en los menos de 20 días que dura el rodaje: hay bastantes planos retorcidos, desde puntos de vista inclinados y se juega mucho con la cámara, los colores y el montaje, sobre todo en la célebre secuencia final, cuando entra en acción el péndulo del título.
La mayor parte de la película se rodaría en estudio, salvo la llegada inicial del personaje de Barnard al castillo, que se rodó en la costa de Los Angeles, muy similar a la llegada del "personaje extranjero" de la película previa. Todos los interiores del castillo están rodados en estudio, usando Haller diverso atrezzo fabricado, comprado o alquilado a otros estudios como la Universal; el escenario del castillo se construyó a diversos niveles para poder rodar y dar una impresión convincente de que aquello era un castillo europeo de verdad: excesivos trabajos y esfuerzos para una peliculita barata más "de autocine", por mucho que los productores de la AIP lo pensaran, la conjunción de talentos y el mayor presupuesto obraron maravillas, y tanto esta como la previa del ciclo dan la sensación de superar los medios con los que fueron financiadas en mucho.
Si "La caída de la casa Usher" fue un éxito, "El péndulo de la muerte" lo superó, llegando a recaudar dos millones en taquillas y una (en general) buena acogida crítica. El éxito económico llevó a Corman a pedir una revisión de los beneficios que se llevaba a los productores de la AIP, Samuel Arkoff y James Nicholson. Tal vez por eso, Corman decidió dirigir la siguiente película del ciclo fuera del amparo de la AIP... aunque eso es otra historia
Para el que esto escribe, todo es maravilla: un Price arrebatador, torturado y digno de lástima en la primera mitad del rodaje, tan patético como amenazador y terrorífico en la segunda, una Barbara Steele que firma aquí otra piedra angular de su carrera y del cine fantástico: su Elizabeth queda suscrita en la lista de villanas del género y su final es difícilmente olvidable, esos ojazos...
Aunque quizás, Usher esta ligeramente mejor para mí en algunos aspectos, sobre todo, guión. Y es que, si el relato de Poe de aquella era más extenso y daba para más, el de "El pozo y el péndulo" es breve y apenas usado, siendo el guión de Matheson al fin y al cabo, un pastiche de motivos afines al escritor de Boston; un pastiche afortunado, pero un pastiche. Con todo, diferencio esta de la previa no por escalones, sino por milímetros, siendo ambas obras que cuentan con mi aprecio... ¡y todo ello, de nuevo, las dos, en menos de 80 minutos!