Pisándole los talones al compañero mad dog earle...
WITCHFINDER GENERAL (1968), co-escrita y dirigida por Michael Reeves.
Tigon British – American International
El británico Michael Reeves (1943-1969), director del que tuve oportunidad hace breves semanas de comentar su película anterior, THE SORCERERS (1967, LOS BRUJOS), dejó una más que escueta filmografía (sólo tres largometrajes) antes de morir por sobredosis (accidental) de alcohol y barbitúricos a la temprana edad de 25 años (¡!).
Considerado director “de culto” (una palabra que habría que volver a replantearse dado que muchas veces se usa con excesiva generosidad) REEVES centró su trabajo en películas de corte fantástico y/o de terror que tienen en común (a falta de ver su ópera prima (IL LAGO DI SATANA / REVENGE OF THE BLOOD BEAST (1966)) que los finales de las mismas no son para nada edificantes, más bien todo lo contrario.
En las tres películas que dirigió contó con la presencia del guapo Ian Ogilvy pero al que acompañarían en el reparto rostros más conocidos (y con mayor tirón comercial) como Barbara Steele, Boris Karloff y Vincent Price, respectivamente.
Con un presupuesto ajustado (50.000 libras esterlinas aportadas por la Tigon de Tony Tenser y otras 32.000 por la American International de Samuel Z. Arkoff y James H. Nicholson) WITCHFINDER GENERAL (algo así como GENERAL CAZADOR DE BRUJAS) se ubica temporalmente en 1645, durante la Guerra Civil Inglesa (1642-1651) y narra las andanzas del citado personaje, Matthew Hopkins (un como siempre excelente Vincent Price), un abogado que existió realmente y que ejerció de inquisidor en los condados de Anglia Oriental.
El terrible Hopkins cabalga junto a su fiel ayudante John Stearne (Robert Russell) y deja allá por donde va muerte y desolación pues se dedica (con la convivencia de los lugareños) a quemar brujas (a poder ser mujeres y jóvenes (antes, por supuesto, de haberse beneficiado de ellas)), lo que le reporta además sustancias ganancias pecuniarias.
La llegada del cazador de brujas a la ciudad de Brandeston (Suffolk), donde vive el sacerdote (católico) John Lowes (Rupert Davies (que a continuación co-protagonizaría para la Hammer DRACULA HAS RISEN FROM THE GRAVE (1968, DRÁCULA VUELVE DE LA TUMBA) de Freddie Francis, el mejor Drácula no fisheriano)) y su sobrina, la dulce y virginal Sara (Hilary Dwyer), prometida al soldado del ejército de Cromwell Richard Marshall (Ian Ogilvy), será el nudo gordiano de la trama.
Para evitar que su tío sea ahorcado o quemado en la hoguera por idólatra su sobrina accederá a los deseos libidinosos del brutal inquisidor y gracias a ello salvará de la muerte a John (al menos, momentáneamente).
En la cárcel de la ciudad los presos son sometidos a torturas, algo por cierto de lo que no participa directamente Hopkins (que la fomenta pero que rara vez la practica) sino que deja el trabajo sucio a su temible acompañante.
El inquisidor es llamado a ejercer su oficio en la ciudad de Lavenham (también en el condado de Suffolk) y es entonces cuando aprovecha Robert para violar (de nuevo) a la pobre Sara.
Cuando Richard, el prometido de Sara, regresa, se encuentra a Sara en un estado deplorable y la bonita mansión donde vivían completamente arrasada por la violencia de los inquisidores y, no lo olvidemos, la turba que les acompañaba, siempre lista para presenciar impasible una ejecución ya sea de papístas o de presuntas brujas.
A partir de aquí Richard perseguirá infatigablemente al temible dúo hasta lograr acabar con ellos.
La película, algo mejor rodada que su anterior obra, tal vez por la presencia tras la cámara del operador John Coquillon (uno de los favoritos del estadounidense Sam Pekinpah (STRAW DOGS (1971, PERROS DE PAJA), PAT GARRETT AND BILLY THE KID (1973, PAT GARRETT Y BILLY EL NIÑO), CROSS OF IRON (1977, LA CRUZ DE HIERRO)) lo cual se refleja en una más centrada puesta en escena (pese al sempiterno uso del “zoom” (típico de la época, por otra parte)) y con un cuidado cromatismo, especialmente en el vestuario de los figurantes (el rojo de los uniformes de los seguidores de Cromwell o el vestido azul de Sara, así como el vestuario de tonos pardos/verdosos bajo la capa negra (o azul oscuro, es difícil de apreciar) del inquisidor) atesora además una bella banda sonora de Paul Ferris (que también colaboró en los tres largometrajes de Reeves).
El final, brutal, verá la muerte a hachazos (¡!) de Hopkins a manos de un enloquecido Richard, al que un compañero le arrebata el “placer” de descuartizar al cazador de brujas apiadándose del mismo y acabando con su vida de un certero disparo. Un Richard que ve privado de su completa venganza al que acompañarán para siempre los angustiados gritos de su amada en un final para nada gratificante.
Interesante película (mejor que LOS BRUJOS) pero que yo, ni en mis mejores días, calificaría de película de culto.
Por cierto, en los EEUU fue estrenada de la mano de la AIP con el título THE CONQUEROR WORM, con un prólogo y un epílogo en los que Price recitaba pasajes del poema homónimo de Edgar Allan Poe, tal vez con la intención de hermanarlo a sus anteriores producciones cormanianas. Y por supuesto con un póster marca de la casa.
Feliz tarde de domingo.