Una pinceladas sobre la revisión de tres obras maestras indiscutibles, por orden cronológico:
La passion de Jeanne d’Arc, de Carl Th.Dreyer. Se ha escrito tanto sobre este film que lo único que me queda por comentar es que una vez más me ha parecido una maravilla, un estudio sobre el rostro humano sensacional, tanto el de Jeanne (una espléndida, sobrecogedora, Maria Falconetti) como los de los jueces, carceleros y torturadores (entre los clérigos vemos a Antonin Artaud y a Michel Simon).
Filmando los rostros casi siempre con un cierto contrapicado, a menudo en lentos
travellings, y en primeros planos impactantes, Dreyer nos cuenta de manera descarnada, sin adornos innecesarios, el juicio y muerte de Jeanne. Esa sobriedad, encajando a los personajes en un marco casi abstracto, de paredes blancas sin ornamentación, probablemente se haya de atribuir al protestantismo del director, a su tradición religiosa y cultural, algo que al parecer fue muy criticado en su día en Francia, hasta el punto de que el film tuvo muchos problemas para exhibirse (además de accidentes con los negativos, que se quemaron un par de veces): ahí es nada presentar el martirio de la santa, bandera del catolicismo y del nacionalismo galo, entre imágenes más propias de luteranos. Pero es que además del apunte religioso (indudable), o de la belleza de los rostros, Dreyer introduce elementos visuales de una gran riqueza: movimientos de cámara sorprendentes (en un plano, los personajes quedan como colgados, cabeza abajo); un montaje espléndido, en especial en el segmento final; una composición de los planos muy moderna, muy osada (a veces dejando solo un pequeño espacio para los rostros y dedicando el resto a la arquitectura blanca que los acoge), etc. Por último, impresiona las imágenes de la represión final contra el pueblo de Rouen, mientras Jeanne se va convirtiendo en cenizas. Imprescindible.
La notte, de Michelangelo Antonioni. A Antonioni tendríamos que dedicarle más pronto que tarde un hilo específico y revisar su obra. Me temo que es un director muy olvidado (
sí, Alcaudón, no solo están olvidados muchos maestros del Hollywood clásico), cuando en los años 60 era “lo más”.
La notte es el segundo de los films que integran la llamada “trilogía de la incomunicación”, junto a
La aventura y
El eclipse. Asistimos a una jornada del matrimonio que componen el escritor de éxito Giovanni Pontano (un como siempre excelente Marcello Mastroianni) y su mujer, burguesa de buena familia, Lidia (Jeanne Moreau). Durante ese día, en una Milán gris y opresiva, veremos su visita a un amigo enfermo, en fase terminal (Bernhard Wicki); asistimos a la presentación del último libro de Pontano; acompañaremos a Lidia en un extraño paseo al extrarradio de la ciudad; seremos testimonios de un diálogo en el baño de la pareja (que fue convenientemente recortado en su día); de la visita de los Pontano a un local donde se realiza una suerte de
striptease (muy de moda en ciertos ambientes burgueses de entonces); y finalmente, en un segmento que dura buena parte de la segunda mitad del film, a una fiesta nocturna en la villa de un industrial milanés. Allí saldrán definitivamente a flote las insatisfacciones de Giovanni (que inicia una relación con la hija del anfitrión, Valentina, encarnada por Monica Vitti) y de Lidia (que abandonará la fiesta con un desconocido, aunque no se atreverá a llegar al final en su aventura; por cierto, la pareja sale en coche bajo una espesa lluvia, y la cámara los sigue en un lento travelling que me ha recordado la escena del tunel de lavabo de coches del
Crash de Cronenberg, que comento en otro hilo... sin sexo, por supuesto). ¿Cómo será el futuro de la pareja? Incierto, a pesar de una especie de arrebatamiento final. Creo que todos los elementos típicos de Antonioni se condensan a la perfección es esta película, desde su peculiar manera de componer los planos; su forma de alargar las secuencias; el uso del silencio o del lenguaje vacío; el retrato de los ambientes urbanos, casi como prisiones en las que moran sus personajes, etc., todo ello espléndidamente filmado por Gianni Di Venanzo (responsable de la fotografía del 8 ½ felliniano).
Fat City, de John Huston, para mí uno de los mejores títulos de su carrera, y desde luego de sus trabajos durante los 70 y 80. Estamos ante un film sobre perdedores (esos
losers tan habituales en el cine de Huston), anclados en la californiana Stockton (la “fat city” del título), una ciudad que se nos retrata en el prólogo como una urbe en transformación, con edificios derruidos y otros costrosos y envejecidos, donde habitan los personajes de la película: Tully (un espléndido Stacy Keach), boxeador fracasado y envejecido que se dedica a recolectar hortalizas o frutas; Oma (maravillosa Susan Tyrrell), alcohólica, incapaz de controlar su vida ni sus relaciones, sin oficio ni beneficio; Ernie (un joven Jeff Bridges), que intenta hacerse un hueco en el mundo del boxeo, sin fortuna, mientras tiene que casarse con su novia, embarazada, y buscar trabajos de lo que sea; o ese paternalista Ruben (Nicholas Colasanto), entrenador de boxeadores, que sueña con triunfar con alguno de sus muchachos, y que arrastra un sentimiento de culpa por haber dejado en una ocasión a Tully en la estacada. Excelentes diálogos, magnífica labor de cámara de Conrad L.Hall, y la presencia de la música de Kris Kristofferson, con su conocidísimo y apropiado “Help Me Make It Through the Night”.
En resumen, una semana de placer cinéfilo.
