Menos mal que el tipo -hasta cierto punto

- reconoce que él tuvo la culpa del patinazo de la 3, pero yo no sé hasta qué punto la culpa es sólo suya. La violencia extrema, el humor negrísimo y la furibunda sátira anticapitalista (¡en plena era Thatcher-Reagan, oiga

!) de las dos primeras son sustituidas por un tonillo familiar-chusquero (al parecer, la productora, que no pasaba por un buen momento económico, se había dado cuenta de que los niños eran una parte importante del
fandom de RoboCop) que encuentro francamente irritante.
La segunda tiene alguna escena sonrojante, pero en cambio tiene cosas que están a la altura de la primera película. La escena en la comisaría entre Robo y la ex-esposa de Murphy (él todavía la ama, pero se da cuenta de que ya no puede vivir con ella, y presionado por los gerifaltes de la OCP, la deja ir; la publicidad de la película nos insiste en que RoboCop es parte máquina y parte hombre, pero yo diría más bien que su drama es que no es ni un hombre ni una máquina); la redada en el laboratorio donde fabrican la droga; la segunda
muerte de RoboCop y los tipos de la OCP discutiendo sobre si deben repararlo o dejarlo morir; el enfrentamiento entre Cain y Robo en la fábrica abandonada, etc... A mí, la primera y la segunda películas de RoboCop me parecen soberbias: el resto de la saga, por desgracia, me parece un mojón (el remake de 2014 es interesante, pero muy limitado por diversos factores y en última instancia, fallido; la serie de animación la recuerdo como muy malilla; a los juegos de ordenador nunca tuve oportunidad de jugar; la serie con actores reales, no sé si se llegó a pasar por aquí, tengo idea de haber visto algún capitulo y haberlo olvidado completamente, los cómics, que dicen son bastante potables, nunca he podido leerlos, y de la tercera película, pues ya queda dicho).
Sin ser propiamente tal (al igual que Blade Runner, que también me parece una obra maestra), acaso debería contarla entre las mejores películas que se han hecho sobre Frankenstein (es curioso cómo la mayor parte de las adaptaciones de la novela de la Shelley se han apartado tanto del discurso real de la misma -las implicaciones y contradicciones de la ciencia, la creación de vida e inteligencia artificiales, la oposición entre lo natural y lo sintético, el sentimiento existencial de vacío y alienación del hombre moderno que vive en un mundo en el que se siente solo y en el que no encaja, la rebeldía contra el poder y hasta cierta velada crítica al capitalismo-, limitándose a ser historietas de monstruños y científicos locos).