Dom Sary.
O lo que es lo mismo, la casa de Sara. Ahora me ha dado por el fantástico eslavo, y esta película polaca hecha para la televisión es una curiosa, y a mi entender, original vuelta de tuerca sobre el vampirismo, y concretamente, las vampiras, más allá de los clichés de sexies vampiras lesbianas que a poco que les sople una mosca, pierden la ropa (véase las vampiras de Jean Rollin o la saga de Karnstein de la Hammer) y las películas varias más o menos porno-softocore que se han hecho sobre el tema de Carmilla (mención aparte para Dreyer y su vampira Margueritte Chopin en Vampyr, que más se parece a las clásicas brujas de los cuentos, del mismo modo que el Nosferatu de Murnau nada tenía que ver con los Dráculas seductores de Langella o Butler).
Aquí encontraremos también referencia a los súcubos, ésos demonios de los que se creía podían sorberles la fuerza vital y el semen a los hombres mientras dormían mediante relaciones sexuales más o menos involuntarias, para luego, en forma de íncubos, inseminar a las mujeres por un procedimiento análogo. No se rían tanto, San Agustín creía firmemente en la existencia de estas entidades, que podían dejar embarazadas a las mujeres. Los niños de estos connubios nacidos, añade, son niños normales, pero cuyo padre se desconoce. Y también a la historia bíblica de Sara y Asmodeo, que últimamente me tiene bastante intrigada (hasta el punto de hacer algunos dibujos), y en la que, por cierto, hay material muy bueno para una película de terror. Recordemos: un demonio, llamado Asmodeo, se enamora de una chica, Sara, y chico que intenta acercarse a ella, chico que muere. Hasta que llega Tobías y, con la ayuda del ángel Rafael, pone en fuga al diabólico galán, con lo que la chica acaba por fin en la cama con un marido ordinario que ronca... Y también veremos elementos de pactos faustianos: en algún momento recuerda a otra película que también trata el vampirismo de manera muy sui generis, Los vampiros, de Mario Bava.
Aquí nos van a poner en escena (en lo que parece la época del cambio de siglo, con su misoginia rampante por un lado y su exaltación esteticista de la mujer por otro, con Freud a punto de ponerse a describir extraños complejos psicosexuales por una parte y mujeres que montaban en bicicleta y pronto empezarían a pedir el voto por otra) de un médico que, durante una fiesta, se encuentra con un amigo suyo al que hacía tiempo que no veía, y muy desmejorado. El amigo le cuenta que vive con una misteriosa y bella mujer llamada Sara Braga (sí, sí, Sara Braga) que vive en una apartada mansión con un único y extraño criado, muy peludo.
Otro médico anciano, que está con él, dice que él, a poco de graduarse, trató a una mujer llamada justamente así, pero que evidentemente no puede ser la misma, sino que esta debe de ser su hija o nieta...
Al día siguiente, el médico comienza a tratar al amigo y ve que está muy enfermo, pero no sabe de qué exactamente. La propia Sara le pide encarecidamente que le cure. Poco a poco empieza a interesarse por la misteriosa mujer y a visitar a ambos en su casa (donde Sara tiene por todas partes retratos de apuestos caballeros y estatuas de hombres desnudos...). Una noche que el médico se queda a dormir, pero durante la cual no ve al amigo, oye extraños gritos y tiene pesadillas aterradoras, tras lo cual a la mañana siguiente, una apenada Sara que trata de seducirle de una manera nada sutil, le dice que su amante la ha abandonado. El médico comienza una extraña relación con la mujer en la que se debate entre el deseo (y el amor) que empieza a sentir por ella y el miedo que le inspira...
La idea de partida era buena, y la película tiene una atmósfera tensa y melancólica, un tanto ensoñadora, que recuerda a cintas como Panna a Netvor o Alenkiy tsevochek, con las dosis justas de sustos y erotismo. Sin embargo, no acaba de funcionar, yo lo achaco al tempo, que no está muy conseguido (se supone que pasa un año entero, y no te das cuenta), la mala elección del actor protagonista (una especie de profesor universitario cuarentón, adusto y bigotudo y con principio de alopecia, nada del hombre fuerte y hermoso que Sara dice que es):
y un final que peca de demasiado evidente y que acaso hubiera sido dejar más abierto y ambiguo. Con todo, me ha sorprendido para bien.