Revisitada
Ben Hur.
Poco puedo decir que no se haya dicho ya de la que quizá sea la película de las películas, la más grandiosa y representativa de aquel tipo de cine
a lo bestia que se hacía en los 50. Ben Hur es el péplum por excelencia, y quizá la película por excelencia. Desde luego, sigue siendo, a día de hoy, uno de los filmes más vistos, influyentes y premiados de la historia. Una película que hoy en día sería muy difícil, si no imposible, de reproducir.
Todo en Ben Hur rezuma épica, grandiosidad, dramatismo. Incluso el león de la Metro de los créditos no ruge, como si fuera consciente de que no es momento para rugir. La grandiosa fanfarria de Miklos Rozsa, el fresco de la Creación de Adán de Miguel Ángel (con un Dios Padre que recuerda, precisamente, a Charlton Heston con su poderosa figura y su nariz romana), la escena de la Natividad en Belén, ese circo donde tienen lugar las carreras y que no parece un circo de provincias, sino casi las ruinas del Templo de Petra, adornado por extrañas y enormes esculturas que no son exactamente ni griegas ni romanas, ni de ninguna cultura conocida de la Antigüedad...Y sin embargo, Ben Hur está lejos del acartonamiento de que pecan a veces otras películas históricas de la época (más notoriamente, las de Cecil B. DeMille). Quitando detalles como las lanzas doradas de los centuriones en el Calvario o las túnicas de lamé de los Reyes Magos en el portal de Belén, que cantan por bulerías, o la tienda del Cheik Ílderim, que parece una caseta del zoco de Marrakech, en general, en esta película, todo es sólido y humanista. La historia de Ben Hur, intepretado por Charlton Heston, un actor que parece haber nacido para hacer estos papeles, es la de un hombre que lucha contra su sino, y al que sólo su enorme fuerza de voluntad mantiene en pie. Stephen Boyd, un actor que en mi opinión no tuvo una carrera todo lo buena que merecía, compone un excelente Messala (su corrupción por el poder de Roma y su transformación de hombre bueno en malvado y ambicioso es excelente aunque quizá debería haber sido explotada más en profundidad; y podría ser vista como una metáfora del nazismo, aún presente en la mente de mucha gente en la Europa de 1959). El resto de los actores igualmente resultan muy creíbles y con fuerza: desde Jack Hawkins como el rudo Arrio (otro personaje amargado y vuelto cruel y malvado, por razones que no se explican -quiero pensar que tuvo algo que ver con el modo en que murió el hijo que en algún momento de la película se menciona que tuvo-), Hugh Griffith como el campechano Ilderim, Cathy O'Donnell con su aire de fragilidad que tan bien le queda al su personaje (lástima que el maquillaje de las leprosas no sea ni demasiado realista ni muy horrible, supongo que no querían asustar al timorato público de 1959, porque lo cierto es que aún leprosas, estas señoras tienen un pelo y un cutis más bonitos que los míos
). Quizá el único punto débil en el apartado interpretativo sea la sosa Haya Harareet como Esther, que resulta demasiado convencional. Aconsejo ver la película, como siempre, en versión original, porque el doblaje español, en mi opinión, no le hace justicia.
La pega principal es el ritmo excesivamente lento y el tercio final, donde pasan muchas cosas en muy poco tiempo, los personajes han perdido en gran medida sus motivaciones y no hacen sino dar vueltas de un lado a otro hasta que acontece un hecho sobrenatural que viene a cambiar sus vidas y poner fin a sus problemas, con lo que el interés, en general, decae notablemente.
Otra cosa que me ha sorprendido mucho en esta ocasión (aunque se ha hablado mucho de ello y se ha responsabilizado, en general, de ello, al escritor Gore Vidal, que en un momento dado, intervino en el guión de la película) es el tono tan
gayer que tienen algunas escenas, y que sorprendentemente le pasó totalmente desapercibido -o éso parece- a la censura y al público de la época: la relación entre Messala y Judá al principio de la película, la manera en que Jesús coge en brazos y acaricia a Judá cuando le da agua, el modo obsesivo y casi lujurioso en que Arrio contempla a un Ben Hur medio desnudo, sudoroso y encadenado, la llamativa palmada que Ílderim le da en el culo a uno de los sirvientes mientras habla de matrimonio, las reacciones de Druso cuando Messala es herido
...Igual es una maldad subterránea mía, pero ahí queda éso...
Para terminar, aunque Charlton Heston está considerado, por lo general, un tío muy guapo, a mí nunca me ha gustado demasiado. Siempre le he visto como el típico americano algo brutote, el capitán del equipo de fútbol de la universidad, o algo así. Sin embargo en la escena en que va a ver a Messala con su toga de romano, está absolutamente magnífico
. Pocas veces hemos visto lucir a un actor mejor en la gran pantalla:
Si aún no la habéis visto, ya tenéis ocupación para esta Semana Santa. Esta es una de las películas que todo el mundo debería ver al menos una vez en la vida.