Con algo de retraso, aprovecho para comentar sobre una película vista la semana pasada, la formidable
El cebo (1958), de Ladislao Vajda.
Coproducción a tres bandas, entre Alemania, Suiza y España (gran parte del rodaje en interiores, se realizó en los antiguos Estudios Chamartín, ahora Estudios Buñuel en TVE), narra la investigación (que se convierte en obsesión) que un inspector a punto de jubiarse, llevará a cabo para atrapar a un asesino en serie, cuyas víctimas son niñas pequeñas.
Debo confesar, que me ha gustado mucho más de lo que esperaba, ya que creía que sería, vista ahora con tantos thrillers por delante, un film convencional, correcto (en fin, mal llamado
artesanal), ... para nada.
Apenas pasan unos pocos minutos, su trama, su dirección, su fotografía (en un portentoso b/n), ya me tienen enganchado y no puedo apartar la mirada de la pantalla, y es que ésos bosques, esa planificación consiguen unas imágenes tenebrosas, inquietantes de textura casi fantástica.
Y según avanza la película, es cuando más sorprendido me deja, ya que incluso vista ahora, me cuesta creer como pudo pasar la censura de la época
ya que el personaje del inspector Mattei, se nos presenta como un tipo frío y algo irónico, que cumple con eficiencia metódica su trabajo, aunque no parece tener amigos ni dentro (sus compañeros parecen tratarle con recelo, más por respeto a su puesto que por amistad) ni fuera del trabajo, ya que se deduce que vive entregado a éste.
Tras las primeras investigaciones, la policía local inculpa a un vendedor ambulante, ya que éste encontró el cadáver de la pequeña, pese a que Mattei no cree que sea culpable.
Al intentar seguir con la investigación y reabrir el caso, pese a que está en trámites de jubilación, se encuentra con la oposición de sus superiores (sorprende el cambio de actitud de éstos, pasando de un tono de respeto a un tono amenazante), más interesados en cerrar el caso y tranquilizar a los ciudadanos, que por encontrar al verdadero culpable.
Mattei efectuará por su cuenta una investigación, y será tal su empeño que no dudará en utilizar a una madre soltera y su hija pequeña, de sorprendente parecido físico al de la primera víctima, como cebo humano para atraer al asesino.
Y es que en éste cuento macabro, nada es lo que parece a primera vista, en el que el protagonista (Mattei, a través de cuyo personaje seguimos el relato) acaba resultando un ser psicótico, obsesivo, manipulador
(que no duda en manipular/usar a los pequeños para conseguir información, aprovechando su inocencia, lo que le asemeja a su presa, su reverso en el espejo), en aras de conseguir su objetivo, el bién, resultando tan repugnante el cazador como la presa
Me gustaría destacar varias cosas:
- el (difícil) papel del actor Gert Fröbe, cuyo resultado llamó la atención a los productores Harry Saltzman y Albert R. Broccoli, que ficharon al actor para el papel de uno de los inolvidables malvados del universo Bond, Auric Goldfinger
- las (avanzadas) técnicas de investigación realizadas por Mattei, pese a estar en los años cincuenta, se adelantan a su tiempo (de hecho muchas son usadas hoy en día), haciendo que ésta parte de la trama sea apasionante y adentrandonos discretamente hacia la obsesión casi patológica del inspector (que podría haber sido fruto de la mente de un todo un Hitchcock

):
fascinante de nuevo la dirección, ya que el director y los guionistas realzan la importancia de la mirada, en éste caso la de lo que en apariencia es un inocente dibujo que trazó la pequeña antes de su asesinato, que será el gérmen de la obsesión de Mattei, ya que en él se encuentra el modus operandi y la identidad (al menos psicológica) del asesino.
- el uso casi total de escenas diurnas, que contrasta con la oscuridad en la que estamos acostumbrados en los thrillers más contemporáneos, así como el off-visual de la violencia
- el tremendo final (¿feliz?), en el que pese a dar a entender que el inspector se ha encariñado con la niña y su madre y pueda formar una família, se pueden dar otras interpretaciones : ¿acaso Mattei es consciente de los daños colaterales de sus métodos? ¿que será de su vida, ahora que ha resuelto su caso póstumo? ¿habrá visto en su presa el reflejo de lo que se ha convertido?
- la atmósfera del relato, a medio camino entre el cine fantástico (casi imposible no evocar algunas imágenes de
El doctor Frankenstein (1931), de James Whale y el implacable thriller
M, el vampiro de Düsseldorf (curiosamente también de 1931), de Fritz Lang
Destacar asimismo, la influencia de la película, dando sendos (estimables) remakes/variaciones: la española
Plenilunio (1999), de Imanol Uribe y
El juramento (2001), dirigida por Sean Penn y protagonizada por Jack Nicholson.
