The Inheritance
Después de “Black River” y la inconmensurable trilogía de “La Condición Humana” el director japonés dirigiría en 1962 “The Inheritance” (La Herencia); última película de la tetralogía en DVD de Criterion que estoy reseñando (ansiada por más de uno en este foro ) y estrenada el mismo año que “Harakiri”, probablemente la película más célebre del director.
Si hay algún aspecto que destaca por encima de los demás en el cine de Kobayashi es la perspectiva negativa y pesimista desde donde parte para diseccionar el alma humana. Casi todos sus personajes tienen un conflicto interno que se contrapone con el de los demás y, a su vez, con el conflicto principal de la película; particularidad que convierte colateralmente la trama en poliédrica desde la visión de base que pretende denunciar. Pocas veces le otorga el privilegio a un personaje de ser esencialmente bueno, y, cuando lo hace, le castiga cargándole con todo el peso de la historia, que es lo mismo que decir que tiene que hacer frente y sufrir los aspectos más reprobables de los personajes que le rodean y las circunstancias a las que lo someten. Como resultado, Kobayashi consigue exacerbar el drama principal, ponerlo en primer termino y que el espectador lo experimente con más fuerza desde el ángulo más tremendista. Y evidentemente esto lo consigue gracias a la forma de encarar la escritura del guión y la manera de filmarlo.
Esta pequeña introducción, que podría haber encabezado cualquiera de las otras críticas, viene muy bien para establecer un contexto muy concreto para entender cuál es básicamente el carácter determinante de esta película. Esa búsqueda de humanidad tan ansiada por Kobayashi en la forma que tienen los personajes de afrontar sus circunstancias, en este caso, por las características de la misma, se pone más de manifiesto que nunca.
Empezaremos siguiendo a una elegante mujer paseando por la calle hasta que se detiene a observar el escaparate de una tienda. En ese momento, un hombre se le acerca y empieza a hablar con ella como si la conociera. La agarra del brazo y la invita a ir a un bar para hablar. Ella, que parece sentirse de alguna manera acosada, accede mientras escuchamos su pensamiento en voz en off lamentándose de lo inoportuno de la situación. No sabemos si lo conoce o no; es decir, que pese a sentirse incómoda con la presencia de ese hombre, decide acompañarle por algún motivo que desconocemos.
Seguidamente, mientras están sentados tomando algo, observamos cómo él habla con ella de temas que desconocemos completamente. Ella, callada, atiende mientras piensa (voz en off) en la relación que en su momento tuvo con el individuo y no parece rememorar buenos recuerdos precisamente.
A continuación, empezará a relatarnos cuando trabajaba de asistenta para el dueño de una importante empresa y nos trasladará a un larguísimo flashback que durará hasta el final de la película. Será cuando, gracias a ella que nos llevará al eje central de la historia, conoceremos el planteamiento de la cinta rápidamente.
Yasuko (Keiko Kishi), que trabaja incansablemente como secretaria para Senzô (Sô Yamamura), un empresario multimillonario acostumbrado a pensar solo en sí mismo por el que la joven siente auténtica devoción, pasará los últimos meses de vida de su jefe al que acaban de diagnosticar un cancer terminal, atendiéndole a tiempo completo como asistente personal para satisfacer algunos de sus últimos deseos.
Pero antes de eso, Senzô, después de conocer el fatídico diagnóstico, reunirá a las personas más cercanas a él para darles unas instrucciones muy concretas. Y es que sabiendo que no le queda mucho tiempo de vida, decide planificar con antelación el destino de su fortuna para asegurarse de que la herencia cae en las manos adecuadas. Así que, una vez instalado en su habitación porque a duras penas puede levantarse de la cama afligido por el dolor, le comunica a su joven mujer, a su abogado (el hombre que aparece al principio), a dos de los directivos de su empresa (entre los que se encuentra Tatsuya Nakadai) y a la propia Yasuko que atiende la conversación apartada y con la más absoluta discreción, la intención de encontrar a tres hijos que tuvo hace muchos años con mujeres diferentes cuyo paradero desconoce, para saber en que clase de personas se han convertido y si son dignas para heredar su capital.
A cada uno de ellos le dará una pista específica para que empiecen a buscar. Y como era de esperar, seguidamente, todos empezarán a calcular cómo esa situación puede repercutirles en el futuro y si les interesa o no encontrar a los susodichos.
Cada uno afrontará la noticia a su manera y se expondrán los motivos que tienen para boicotear la búsqueda o manipularla; la mujer, aunque delante de su marido asiente y parece respetar sus deseos cual sumisa concubina, le sienta como un auténtico mazazo y será la primera en buscar un plan para tratar de quedarse con parte de la herencia con la ayuda de uno de los directivos a cambio de una sustanciosa parte; el otro directivo (Tatsuya Nakadai), intentará ir por su cuenta con la intención de engañar al jefe y al resto de personajes haciendo un doble juego para tratar de agenciarse parte de la fortuna; el abogado, preocupado por el futuro de la empresa, utilizará sus recursos para no perder ganancias y que de alguna manera el dinero vaya a parar al lugar que más le convenga; y Yasuko, más preocupada por la salud de Senzô, trabajará sin descanso para encontrar a uno de los hijos mientras trata de permanecer emocionalmente al lado de su jefe para acompañarlo en el duro trance que le espera. Situación que Senzô no dudará en aprovechar para utilizarla de la forma que considere más oportuna.
A partir de aquí cada personaje jugará a su juego y tratará de manipular la situación para salir lo más beneficiado posible y acabar saliéndose con la suya. Los mismos personajes desconfiarán no solo de sus competidores sino también de los que en un principio están de su parte confabulando contra los demás. Se iniciará una guerra para conseguir el botín que comportará confabulaciones, estratagemas y conspiraciones que evidenciarán hasta dónde están dispuestos a llegar para conseguir la ansiada herencia y cómo cada uno de ellos, con sus respectivos matices, utilizarán sus cartas para ganar aun a costa de su integridad.
Como decía al principio, Kobayashi se centrará en retratarnos la parte más deplorable del ser humano. No dejará espacio para la humanidad o al menos no lo hará de manera evidente, ya que si uno se detiene a pensar en las características de algunos personajes podríamos sospechar que tienen razones de peso para actuar como lo hacen. Aunque en cualquier caso el objetivo materialista siempre acabará por poner en entredicho su comportamiento por avaricioso, sobre todo teniendo en cuenta que tratan de obtener algo que, por mucho que se lo puedan merecer, no les pertenece.
La codicia no solamente la representará el director mediante las habilidades estratégicas de los personajes para engañar o aprovecharse del sistema, también lo hará mediante la falta de moral y de valores que los deshumanizan. Seres capaces de jugar con los sentimientos ajenos y de sacrificar lo necesario a expensas de quien sea y como sea sin el menor escrúpulo; de denigrarse a ellos mismos conscientemente hasta las máximas consecuencias con tal de conseguir sus objetivos; de construir un mundo reconocible para el espectador que está a la vuelta de la esquina, que es tangible y que hace que uno pierda la esperanza de encontrar un hálito de humanidad en la sociedad.
Con muchísima experiencia a sus espaldas Kobayashi realizará un drama solido y equilibrado con una puesta en escena excelentemente sobria. No tiene miedo en representar las partes más obscenas del film relacionadas con el sexo y su implicación sórdida en la trama; elemento que exuda irreverencia y que denota una personalidad fuerte y decidida. En definitiva, un autor absoluto que supo expresarse en una época compleja con una facilidad, valentía y contundencia inaudita sorprendente, que más tarde, en su siguiente película, aparte de seguir su propia estela y superarse, acabaría haciendo historia.